lunes, 7 de noviembre de 2016

Católicos y luteranos

En la reflexión de la semana pasada trate el tema: “¿Por qué mataron a Jesús?”, afirmando que, tras el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús ofrece un discurso eucarístico que provoca la deserción de algunos discípulos e intensifica el deseo de los judíos por matarlo (San Juan 7:1). De este discurso, capítulo seis del evangelio de San Juan, se desprenden frases como; “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…” (v. 51), “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes…” (v. 53). Estos pasajes del evangelio siguen siendo motivo de discusión entre grupos cristianos por la presencia de Jesús en el pan.
Curiosamente, a finales de octubre, el Papa Francisco asistió como invitado al encuentro ecuménico en Suecia – celebrado por protestantes – en el aniversario de la reforma protestante. Francisco actúo con sabiduría e integridad siguiendo la filosofía del encuentro, en un discurso centrado en estar unidos en lo que tenemos en común y no enfocarnos en aquello que nos divide. Francisco abogo por los migrantes, los marginados y los desprotegidos del mundo, cosa muy sabia.
Sin embargo, debemos entender que los luteranos no conciben una teología como la nuestra entorno a la Eucaristía, para ellos, el pan y el vino son presencia de Cristo solo dentro de la celebración y no en el sagrario, cuando el culto luterano termina ellos son libres para hacer con el pan lo que les plazca, incluso, tirarlo a la basura. Para los católicos, la presencia permanece una vez consagrado el pan y el vino, la solemnidad no debe perderse jamás. ¿Quién tiene la razón?, es una pregunta difícil de contestar pero actuemos simplemente usando la lógica; ¿Dónde podríamos perder más delante de Dios?, ¿creyendo que la presencia se va ó se queda?, si la presencia se queda y creemos que se va caeríamos en profanación por ser ignorantes, si la presencia se va y creemos que se queda, ¿no pide la biblia tratar con sumo cuidado los utensilios del templo?, si lo pide, recordemos el juicio que recibió el rey Belsasar cuando este dio uso común a las copas y tazones del templo de Dios, evento narrado en el libro de Daniel (cap. 5). Todo lo del templo es sagrado por ser casa de Dios.
Existe un antecedente pre eucarístico en el antiguo testamento, este es “los panes de la proposición”, estos eran los panes consagrados por los sacerdotes para estar en ofrecimiento constante en el templo de Dios. Cuando se ordena la construcción del tabernáculo ó templo con Moisés, Dios ordeno; “Y pondrás sobre la mesa el pan de la Presencia perpetuamente delante de mí…” (Éxodo 25:30). Para que tengamos una idea del significado de estos panes según el viejo testamento, existe un episodio importante; cuando David y su gente sintieron hambre y se presentaron ante el sacerdote Ajimelec, el sacerdote no tenía que ofrecerles y permitió que comieran los panes de la proposición, pero el sacerdote, exigió a David y a su gente estar en estado de pureza para poder comerlos, ósea, no podían comerlos estando en pecado (1era de Samuel cap. 21, v. 5-7). El pan de la proposición del antiguo testamento jamás perdió su condición sagrada. Este es un paralelo eucarístico evidente y claro. En la nueva alianza el pan se consagra – como lo pido Jesús – y cuando nosotros comemos del pan, comemos de la ofrenda perpetua por nuestros pecados; el sacrificio del cordero, Jesús.

Algo debemos meditar de las palabras de Jesús; “El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…”, si el que come del pan vive eternamente, ¿por qué la presencia de Cristo habría de morir en el pan?, más bien, también debe vivir eternamente.