domingo, 25 de octubre de 2015

El perdón y la vida eterna

            Hace poco en una reunión entre amigos leíamos salmos, oraciones y algunos capítulos de las Escrituras, entre ellos, el primer capítulo de Efesios. Aunque todos participaban dando gracias, mi atención se centro en el versículo siete del tal capítulo. San Pablo refiriéndose a Cristo menciona; “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia…” (Efesios 1:7).
            Referirnos al perdón de pecados asociado a la sangre de Cristo es sabido como una cuestión dogmatica, pero ¿Cómo fue que la primer generación de creyentes, en su mayoría judíos convertidos, asociaron el sacrificio de Jesús al perdón de pecados?, ¿Por qué llegar a esa conclusión y no simplemente decir que su sacrificio fue un acto de amor o su resurrección un manifiesto de que Dios existe?. Para los judíos las leyes de Moisés son claras entorno a los sacrificios por los pecados, entonces, ¿Por qué asociar la crucifixión de Jesús al perdón si Moisés explica que ofrendas son?
            En el libro del génesis, en los relatos del huerto del Edén encontramos; “Y mandó Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gen. 2:16,17). Sabemos que Adán y Eva pecaron. Los autores del nuevo testamento asocian la caída del huerto de Edén como la entrada de la muerte al mundo, ¿esto es una afirmación científica o simbólica?, es una afirmación religiosa, lo importante es que Jesús resucito, venció a la muerte y Cristo no es un símbolo sino una realidad histórica.      
            Tras la caída de Adán y Eva, el texto del Génesis expresa; “Y dijo Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, coma, y viva para siempre” (Gen. 3:22). No debemos olvidar, ¡antes de la caída estaba permitido comer de todos los arboles del huerto! (v. 16), por el pecado de Adán y Eva no solo heredamos la muerte y la expulsión de Edén, sino también se nos negó la satisfacción de conocer y disfrutar del resto de arboles del huerto, entre ellos el árbol de la vida, pero ¿Qué otros árboles había ahí?, ¿sabiduría, consejo, fortaleza, ciencia, piedad?, no lo sabemos y es inútil indagar.
            En los evangelios, sobre todo en el de San Juan, se hace mención de que Jesús nos da acceso a la vida eterna, ¿esto está relacionado con el relato del Génesis?, ¡por supuesto que si!. En el evangelio de San Juan encontramos el discurso de Jesús; “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (San Juan 6:38-40).

            Concluimos, pues, Dios restringió el acceso a la vida eterna, pero si por los evangelios sabemos que en Cristo desea otorgarnos esa vida atravesando por una resurrección, lo hace porque sin duda está dispuesto a perdonar. El perdón tiene un objetivo, compartir la vida eterna.