domingo, 13 de septiembre de 2015

La valentía de no darse por vencido.

            “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (San Mateo 11:12).
            Hace días reflexionaba sobre este versículo, en algunas versiones de biblia la palabra “violencia” es sustituida por “valentía” o “decisión”, y con esto podemos entender que decidirse por el Reino de Dios es una decisión abrupta para cualquiera porque implica dejar comodidades, hacer sacrificio.
            El gran ejemplo de valentía es la crucifixión de Jesús, contraria a la valentía del mundo que conocemos. En su pasión, el Mesías no intenta conquistar su tranquilidad terrena levantándose con violencia contra sus verdugos, sino que, posee la valentía para ser fiel a los mandatos del Reino de los Cielos y enfrentar su mayor temor; el dolor del sacrificio, así, con esta valentía conquista la Resurrección.  
            El pasaje de San Marcos 11:12, se opone claramente a la creencia de muchos hermanos que afirman; “la salvación es solo por la fe sin necesidad de obra alguna”, mal interpretando la enseñanza de San Pablo que sostiene; “Por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios” (Efesios 2:8). Como leemos, el apóstol no afirma que la salvación es solo por fe, sino que “por gracia hemos sido salvados”. La gracia es la cualidad sobrenatural, nos hace partícipes de la vida divina. Es un don, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor, en la disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina. La gracia nos hace capaz de creer en Dios, de esperar en él, de amarlo mediante sus virtudes y nos permite crecer en el bien. La gracia es el don que recibimos en los sacramentos y la única forma de acercarnos a ellos es por medio de la fe. El hombre sin fe no posee interés.
            “Los valientes arrebatan el Reino de los Cielos”, eso está claro, el cristianismo no es un acto de conformismo, ni comodidad en la declamación de dogmas para ser salvado. Hay que añadir valentía a nuestra lucha interior para el combate contra las tentaciones. Hay que tener la valentía para permanecer en gracia o volver a ella.
            ¿Quién es valiente, aquel que perdió el temor o aquel que teme, aquel que vence o no se da por vencido?. Es valiente aquel que tiene el valor para hacer sacrificios y afrontar la situación a pesar de sus temores. Es valiente quien no se da por vencido, quien posee el don de la fe para esperar en Dios.
            La valentía se asocia al valor y esta puede interpretarse de dos formas; el valor como un acto de fuerza y decisión, y el valor que se asocia al precio de las cosas, al valor sentimental de un bien. Es valiente quien lucha y es valiente quien entrega aquello que estima como bien valuado. Los creyentes ordinarios se armaban de valor para luchar y cumplir aquello que los mandamientos solicitan, a diferencia de los Santos que se arman de valor para entregar aquello que estimamos de mayor valor; el tiempo, la vida.
            Como conclusión podemos afirmar que somos peregrinos aun, si desfallecemos en la fe, el combate no ha concluido. Pidamos a Dios la gracia y el afecto para volver al camino, y la valentía para no darnos por vencidos.