domingo, 2 de agosto de 2015

¿Sirve de algo reflexionar?

            Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis…” (San Mateo 25:34,35).
            Ante este pasaje, donde se premia la caridad, constantemente me hago la pregunta: “¿sirve de algo reflexionar?”, me refiero a la labor que uno ejerce como columnista, siendo que, la clave del evangelio es clara en el sentido de la salvación: la caridad. No faltara la persona que afirme “solo basta ser bondadoso”, infiriendo que “da lo mismo saber o no saber más de los textos sagrados, el catecismo o algún documento eclesial”. Entonces, ¿servirá de algo reflexionar, si la clave del evangelio es la piedad?.
            En primera, no puedo, ni debo ponerle peso o valor a mi labor dentro de este periódico, es preferible dejarle eso a Dios, pero si quiero describir cómo me inicie en la reflexión de textos bíblicos. Todo empezó hace más de una década, coleccionaba frases e ideas que consideraba importantes para mi vida. Un día  encontré los proverbios de Salomón en las Sagradas Escrituras, me di cuenta que había un cumulo de sabiduría con lenguaje sencillo, pensaba; “por fin le encontré un uso a la biblia”. A la vuelta de los años estaba egresando de un instituto bíblico y escribiendo para este periódico. Quizá en un principio fui egoísta porque búsqueda mi beneficio personal, deseaba conocer lo justo y lo ético, no me veía colaborando con el evangelio o con el prójimo, sin embargo, al elevar la calidad humana por medio de los valores éticos, se cumple un poco la enseñanza cristiana, ¿Cómo podrá alguien practicar “la humildad” si no reflexiona y entiende este concepto?. Hay quienes asocian equivocadamente la humildad con la pobreza, pero también en la pobreza pueden encontrarse soberbia y vanidad.    
            Si miramos el ejemplo de San Pablo su mayor herencia fue teológica, sus reflexiones del antiguo testamento y su labor como maestro de la palabra. Sus obras de caridad son poco conocidas, si es que tuvo alguna colosal. Por las reflexiones del apóstol comprendemos la caridad de una mejor forma. Para San Pablo hasta las obras de caridad pueden convertirse en un acto presuntuoso; “Y si diera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada soy…” (1era de corintios 13:3). El amor es la semilla fundamental del evangelio, dar sin amor puede ser algo sin provecho, porque es verdad que existen pobres que aprovechándose de su condición hacen lucro por causar lastima, convirtiéndose en zánganos, viciosos, sin anhelar trabajar. El amor hacia los demás puede hacerlos reflexionar, volver a recobrar la dignidad, trabajar y no ser carga para otros bajo la hipocresía de la lástima. Pero ¿Quién se atreverá a evangelizarlos corrigiéndolos con amor fraterno?, ¿Quién se ganara su amistad para hacerlos reflexionar y que salgan de esa pobreza que han abrasado?. Esa tragedia del individuo no se resolverá dándoles comida, sino dándoles tiempo y Palabra.
            La reflexión cristiana tiene como motivo hacernos creyentes, darnos una referencia para conducir nuestras acciones. La palabra “reflexión” está asociada con la acción de doblar, curvar, es un reflejo del pensamiento.

            Reflexionar sobre los hechos nos ayuda a distinguir la realidad desde varios frentes; ¿de dónde viene esto que vivimos?, ¿porque lo vivimos así y hacia donde nos llevara?. Dentro de la inercia cotidiana es bueno tomarse unos minutos para meditar en los textos sagrados, hacer oración para reflexionar y ser guiados hacia algo mejor.