sábado, 2 de mayo de 2015

¿Porque me llamas bueno?

En los evangelios se narra la plática entre Jesús y el joven rico, aquel que no pudo seguirlo porque tenía muchas posesiones. El centro de la enseñanza es la vida eterna, pero antes de esto, se presenta una pequeña retorica de Jesús hacia el joven. El texto señala; “Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno” (S. Mr. 10:17,18). Este fragmento es citado también por San Lucas (cap. 18:18,19), es una enseñanza pequeña e importante: “Solo Dios es bueno”.   
            La pregunta puede resultar escandalosa: “¿Por qué me llamas bueno?”. Pareciera que Jesús pone en duda su propia reputación, ¿Quién haría algo así?, ¿Quién cuestionaría un halago?. Es común que los seres humanos cuestionemos cuando nos señalan lo malo, no lo bueno. Sin embargo, por los halagos podemos caer en la tentación de “sentirnos más que los demás”, sin olvidar que la adulación ha sido la herramienta más efectiva de la manipulación.   
En algunos textos, Jesús es llamado “rabí” (S. Mr. 10:51 y S. Jn. 20:16), titulo usado para referirse a los grandes maestros, distinguidos conocedores de la leyes de Moisés. Quizá el joven rico se refirió a Jesús como bueno por considerarlo “rabí”. Una de las enseñanzas más representativas de Jesús sobre la humildad es aquella que señala; “En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos” (S. Mt. 23:8). De esta instrucción, Benedicto XVI expreso; “en Jerusalén, el titulo más alto que un israelita podía alcanzar era el de maestro de la ley, ya no era discípulo de nadie, con el cristianismo eso cambio, todos somos discípulos”.  
En los evangelios se expresa que la fama de Jesús se extendió por Jerusalén y mucho más allá, Siria, Galilea, Transjordania (S. Mt. 4:24), los enfermos eran traídos para ser sanados. La fama es otro motivo para llamar bueno a Jesús. Tampoco olvidemos la pregunta que realizo a sus discípulos; “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” (S. Mt. 16:15). Esto nos hace pensar que Jesús es frontal; “¿Por qué me llamas bueno?, ¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. El cuestiona nuestras afirmaciones para saber si conectamos la boca con la razón, si nuestro juicio posee verdad ò está basado en un prejuicio.
Es muy malo ser guiados por las habladurías del gentío, etiquetar a las personas sin usar la razón. Los judíos le gritaban a Jesús un domingo de ramos: “hosanna al hijo de David”, pero otro día despertaron gritando: “crucifíquenlo por blasfemo”.
Guiarse por etiquetas nos limita, coloca una venda en nuestros ojos que nos impide encontrarnos con la persona, lo llamamos “malo” si cree ò piensa tal cosa ò lo llamamos “bueno” porque habla de tal forma. La etiqueta suele invalidar la razón, nos puede hacer caer en el desquicio como fanáticos.  La enseñanza concreta para concluir esta reflexión es: “por sus frutos los conocerán”, no por su investidura, tampoco por lo que digan los demás, ni por su partido, ni su localidad, ni su vestimenta, ni su credo, ni su raza, sino por sus obras.