domingo, 31 de agosto de 2014

La idolatría

Un día, Abram siendo joven, fue encargado por su padre Teraj para que atendiera a los clientes en la tienda familiar de figuras paganas. Teraj tenía que ausentarse. Un hombre acaudalado se hizo presente en la tienda y pidió un ídolo, el más caro que tuviese, como si su precio tuviese relación con el tamaño del milagro. Abram le facilitó la deidad más grande, costosa e inquirió: “Dígame señor, ¿cuántos años tiene usted?”, el hombre respondió: “cincuenta”. Abram dijo: “¿Y no tiene vergüenza de adorar la figura de barro de una deidad que tiene solamente un día de vida?, mi padre lo terminó de hacer ayer”. El hombre perturbado regresó su dinero al bolsillo y se marchó.
Después una anciana se hizo presente. Estaba triste y abatida porque unos malhechores habían irrumpido en su casa y se habían llevado sus dioses. Abram con mirada desafiante volvió su rostro hacia la anciana y de manera directa le dijo: “¿Ah sí?, si sus dioses fueron incapaces de protegerse a si mismos de los ladrones ¿cómo pretende que la protejan a usted?”. La mujer bajó la cabeza y se quedó pensando, al poco tiempo reflexionó e inquirió a Abram y le dijo: “Tiene usted razón. Pero ¿a quién hemos de servir?”. Abram respondió: “Al Creador de los cielos y la tierra, quien nos creó a usted y a mí”. La anciana se marchó sin llevar ningún ídolo.
Más tarde se hizo presente en la tienda una mujer con un recipiente lleno de harina para entregarla a los dioses como ofrenda. Abram tomó un hacha y golpeó las figuras hasta romperlas, destrozo todos los ídolos de la tienda excepto el más grande, el de mayor tamaño y puso el hacha recostada a un lado del ídolo. Tiempo después su padre Teraj regresó a la tienda y al ver el desorden le preguntó a su hijo acerca de lo ocurrido. Abram con mucha calma respondió: “¿Por qué he de ocultarte la verdad?, mientras estabas fuera, una mujer trajo harina para ofrecer a los dioses. Cada uno quería ser el primero en recibir la ofrenda. El grande recibió insultos, tomó un hacha y destrozo al resto de los dioses”. Teraj se molestó y con voz desafiante le respondió: “¿Qué tontería es esa?, tu sabes perfectamente que ellos no hablan ni se mueven”, a lo cual Abram replicó de inmediato: “¡Ah si!, te pido que pienses lo que dices, entonces, ¿Qué sentido tiene adorar a las deidades de barro?”. 
Abraham es considerado el padre del pensamiento monoteísta; “solo hay un Dios y no muchas deidades”. Aunque el relato es parte del pensamiento judío y en ocasiones los católicos somos acusados por las sectas protestantes como “idolatras” por tener imágenes, figuras de la Virgen María o los Santos, me sorprendió saber que los judíos no tienen esa opinión de nosotros porque saben que los católicos no consideramos a la figura de un santo como un dios mas. El término “idolatría” desde una óptica judía bajo el pensamiento de Moisés y las leyes del antiguo testamento significa en primera creer que existen otros dioses y darles culto. Los católicos no creemos que existen otros dioses, somos monoteístas, creemos en un solo Dios manifestado en tres personas distintas; Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Desde una óptica neotestamentaria, el pensamiento de los apóstoles afirma que el ser humano cae en idolatría cuando el amor por el dinero ocupa el primer lugar en su vida, su pensamiento, su ímpetu y su afán. Por la idolatría hacia el dinero las familias se dividen y las amistades se acaban. Entonces esto debe hacernos saber que la idolatría vista desde el nuevo testamento no se limita solo a una figura de barro, sino a los sustitutos que hacemos de Dios.   
Cuando Jesucristo en el evangelio menciona: “el que ama a su padre o madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (San Mateo 10:37), en realidad está tocando el tema de la idolatría pues muchos familiares que no poseen el tesoro de la fe, querrán hacernos desviar de las enseñanzas de Jesucristo.

Amar a Dios por encima de todas las cosas creadas lleva consigo una  retribución; todo lo creado en finito, el amor de Dios hacia nosotros es infinito porque El es infinito. El es un tesoro que no se acaba jamás, respondamos a su amor por encima de nuestros miedos.