martes, 5 de agosto de 2014

Visitando el viejo continente

El verano del año pasado me toco visitar Europa por primera vez. En Londres presencie un culto anglicano. Esta denominación cristiana se separo de la Iglesia Católica en el siglo XVI porque el Rey Enrique XVIII deseo divorciarse y casarse por segunda vez, la Iglesia se lo negó. Curiosamente, mi estadía en Inglaterra coincidió con el nacimiento del nieto de la Reyna Isabel, estando ahí, puede ver un reportaje sobre la comunidad anglicana y el modo en que sus Obispos ungieron a la actual Reyna. Antes del cisma, estas prácticas ocurrían en su momento bajo el amparo de la Iglesia Católica, emulando prácticas del antiguo testamento donde los sacerdotes ungían a los reyes de Israel. Tras el cisma religioso y político de Europa cada denominación ungió reyes según la creencia y el sacerdocio de cada territorio. Para nosotros, los católicos de México, estas prácticas son lejanas, pero en el caso de Inglaterra, el reynado y la unción continúa.
Como católicos debemos saber la diferencia entre “protestantes y evangélicos”.  Los protestantes corresponden al tiempo del cisma. Se le denomina “protestantismo histórico” aquellos grupos que se separaron de la Iglesia Católica; anglicanos, luteranos, calvinistas. El término “evangélico” nace posterior al cisma y es para referirse a “etnias” cristianas, ósea muchas denominaciones.
En Francia conocí Notra Dame de Paris. Ahí vi un nicho de la Virgen de Guadalupe con una réplica del ayate de Juan Diego, y veladoras con la imagen de la Virgen de México con leyendas en francés.
Conocí la opulencia del palacio de Versalles donde “el Rey sol” o Luis “el grande” que celebraba grandes fiestas y en su locura de grandeza construyo un altar en lo alto del palacio, solo él podía mirar al altar, afirmándose el mismo como único mediador entre Dios y Francia. En Versalles, uno de los murales muestra a los indígenas de América. El filosofo Voltiere afirmaba que “los nativos americanos eran gente de pensamientos puros”, y es que, cuando uno visita los palacios europeos y ve tanto derroche, puede pensar que aquello es la locura de un egocentrismo exacerbado. Aquello es una riqueza que da asco, que no pudo ser posible sin la colonización y explotación del resto de los continentes. La expresión de Volteire me hizo reflexionar sobre nuestras etnias sonorenses, lo poco que sabemos de ellas y como hasta la fecha, los caciques y los Gobiernos siguen aprovechándose de ellos de modo injusto, para explotarlos o conseguir el voto. Y de cómo también nosotros alabamos el modo de vida occidental, poniéndolo en la categoría más alta, cuando esta idea de “tener más” y dar culto a las riquezas está acabando con nuestro planeta. Ojala vivamos el evangelio, no vale la pena ganar el mundo y perder el alma.   
Mi travesía concluyo en el Vaticano. Tras haber visto tanta opulencia europea, resulta irónico quejarse de “las riquezas del Vaticano”, y a la vez aplaudir la opulencia de Londres o Paris y catalogarlo como “el desarrollo al cual México debe aspirar”. Se debe entender que toda Europa posee un derroche impresionante. El Vaticano por su ubicación geográfica poseyó ideales europeos. Sin embargo, para mi es de sumo agrado que los “americanos” como Francisco I lleguen a la sede de San Pedro y la gobiernen. Es muy distinta la percepción de “bienestar” entre ambos contenientes, por el contacto que tenemos con la pobreza que se vive en Latinoamérica, su perpetua impunidad y corrupción. Francisco I llego en un momento donde Europa está en crisis, pero el resto del mundo parece haberlo estado desde siempre. El mensaje de Francisco I es sencillo; primero los pobres.