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domingo, 27 de agosto de 2017

La obra del maligno

El cristianismo enseña que la intención de Satanás es matar y destruir. El enemigo se caracteriza por promover lo opuesto de todas las cualidades del creador. Dios es orden, Satán es anarquía, Dios es verdad, Satán es mentira, Dios es misericordia, Satán es venganza, Dios es libertad, Satán es libertinaje, Dios es paciencia, Satán es necedad.
El tentador opera de muchas formas en la vida del ser humano, el disfraza la verdad de mentira y es hábil para confundirnos. Sus tentaciones irán de menos a más, él no utiliza las cosas que nos disgustan, usa las cosas que nos gustan. Usará nuestros temores mas escondidos y no se limitará en hacernos pecar, provocará en nosotros sentimientos que nos acorralan y limitan en el desarrollo pleno de la vida; la desconfianza, la tristeza, la soledad. Si alguien está interesado en que la pasemos mal aunque todo este bien, ese es Satán, y, el mismo nos hace creer que estamos bien cuando nuestra vida es un nido de maldad. Él desea que vivamos en la mentira; al malo le dice “estas bien, sigue así”, y al bueno le dice “estas mal” y le atormenta la vida.     
Cuando el enemigo no consigue hacer caer a un cristiano que posee formación en la fe y los valores, recurre a otro tipo de artimañas. Supongamos, una mujer acude cotidianamente a la Iglesia, trabaja en las cosas de Dios y por su edad no es movida por los deseos de la juventud, ¿Cómo podrá Satán tentarla?. El tentador no usara las cosas del mundo, él usara las cosas de la Iglesia. Si aquella mujer acude varias veces a misa en la semana, Satán la acusará por no haber asistido siempre, y si con alegría está interesada en participar en las labores del templo, el tentador la acusara para que participe mucho más hasta agotarla. El enemigo le exigirá una perfección sin errores y hará de aquello una competencia. Satanás se disfrazara de Dios mismo para exigir una fe extenuante que ralla en el fanatismo, eso la desgastara en las labores del templo y propiciara el hartazgo y distanciamiento al Verdadero Dios; el Padre que nos da perdón y reposo. En el evangelio Jesús menciono: “mi yugo es fácil y ligera mi carga…” (S. Mateo 11:30), pero Satán aprovechándose de la buena voluntad añadirá más peso hasta volver aquello insoportable. En esta tentación, el siervo de Dios responderá de modo humilde al decir “no puedo”, mientras el ciego alentado por el ego insistirá en lograr todas las cosas pero no podrá, y ahí, Satán aprovechara su situación para acusarlo de su incapacidad en la obra de Dios.  
Entonces, ¿Cuál podrá ser el termómetro ideal para poder detectar este tipo de tentaciones?, en primera distinguir el ánimo que nos mueve a servir y hacerlo, y, al ser llamados a llevar más compromisos para el Reino de Dios, distinguir si esto viene de una invitación de Dios ó de un ego personal, que es una tentación. También apreciar y notar la forma en que se desarrolla nuestro interior, ¿aquello nos hace sentir superiores al resto de servidores del templo ó nos hace estar más motivados y añadidos al Señor?. Por el contrario, si no existen más compromisos dentro de la Iglesia y por años hemos participado en lo mismo, ¿Cómo nos sentimos con esa situación?, ¿secos, aburridos, sin ánimo de servir aunque lo hagamos? Ó ¿es esa labor lo que nos hace sentir parte de la obra de Cristo?. Sigamos adelante trabajando y si algo nos perturba pongámoslo en oración, seamos atentos a nuestra actitud, no sea que nosotros mismos le estemos haciendo la obra al diablo dentro de la Iglesia.