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domingo, 22 de octubre de 2017

La puerta estrecha

Es común que la gente cuestione a la Iglesia Católica, afirman; “¿Por qué la Iglesia no se moderniza y se adapta a la cultura moderna?”. Esto por la dinámica social que vivimos; la unión libre, el divorcio, la homosexualidad, el sexo sin compromiso, etc. y también por la vivencia de la fe en la sociedad; sectarismo cristiano ó una fe sin estructuras, ni jerarquías, sincretismos ó mezclar toda clase de creencias y no profundizar o comprometerse con alguna, esoterismo y supersticiones, filosofías, activismo y doctrinas que pueden dar luz temporal y caducan cuando dejan de sorprender.
Todo va en constante cambio y movimiento pero la Iglesia parece no cambiar, queda ahí como una opción “vieja”, “tradicional” ó “retrograda” para una sociedad que se mueve con rapidez. La Iglesia Católica no luce como una denominación cristiana moderna donde resaltan las pantallas gigantes, las luces, el escenario moderno con música avivada y discursos motivadores que se apegan a la visión del hombre actual; la cultura del éxito, la felicidad y del triunfar. Nuestra Iglesia no luce como el lugar donde todo se resuelve fácilmente y rápido, pareciera que no pasa nada y que para todo se ocupa un permiso ó una carta firmada por el Obispo ó el Vaticano.  
La pregunta es natural, el mundo moderno está en constante cambio pero ¿Por qué la Iglesia Católica no se moderniza?. De esta interrogante debemos profundizar, ¿Para que deseamos cambiarla?, ¿Qué nos mueve a pensar así?, ¿para que deseamos la modernidad?, ¿Qué nos mueve a creer que lo moderno será mejor que lo tradicional?, ¿No será que en el fondo somos egoístas?.
Citare un ejemplo paralelo; cuando Israel fue liberado de la esclavitud de Egipto paso cuarenta años perdido en el desierto, esto le sucedió por su rebeldía, probablemente si hubiesen sido menos rebeldes y más atento para escuchar a Dios, hubiesen llegado más rápido a la tierra prometida. ¿Qué podemos aprender de esto?. Que probablemente Dios nos ha puesto las cosas más fáciles de lo que creemos pero nosotros por estar en constante cambio, no nos tomamos unos minutos para meditar, para entender que en realidad no hay necesidad de cambiar gran cosa porque la plenitud de la gracia ya está ahí, somos nosotros quienes no tenemos tiempo para apreciarla.   
Por la vivencia de este mundo complicado y enredado, confundido por la mala herencia teológica de muchos que opinaron en ignorancia y de modo irresponsable, contaminando la razón de muchos por sus doctrinas, llegar a la tierra prometida –la Eucaristía- resulta un verdadero laberinto. Pareciera que Dios también permite estos enredos para que los hombres lo busquen, toquen y encuentren.
En ocasiones me imagino a Dios poniendo las cosas y las situaciones con gran sabiduría, haciendo de su culto y su adoración algo aburrido para los hombres, precisamente para medir la disposición del corazón; el que es fiel permanecerá, el que es obediente estará conforme, el inconstante se ira y el rebelde querrá quitar y poner.

¿Por qué la Iglesia Católica no cambia, porque es tan cerrada?, la respuesta es sencilla, la Iglesia Católica no cambia y es estrecha en su forma de pensar porque el camino a la perdición es amplio y estrecho es el camino que lleva a la salvación.