domingo, 20 de mayo de 2018

Fe y superstición


            Hace algunas semanas acudí al cine para ver la película del Apóstol San Pablo. En ella existen elementos que me hicieron reflexionar sobre la vida de los primeros cristianas, hasta ese entonces, limitados en la cátedra por no tener los textos del Nuevo Testamento.
            En la película hay escenas sobre el martirio cristiano en el circo romano, más allá del don de la fe y el Espíritu, me parece interesante considerar si la superstición y el fanatismo cristiano influyó de modo positivo en estos primeros discípulos para no abandonar su fe. Pienso que sí, más allá del testimonio de los apóstoles y discípulos, no había muchos elementos para reflexionar entorno a la vida de Jesús. En una sociedad antigua de siglo primero, incapaz de entender los propios fenómenos naturales, la construcción de mitos y leyendas era algo natural. Es entendible que los primeros cristianos percibieran el mundo y su fe desde esta realidad.
            Cabe señalar, que el culto de las procesiones católicas a los santos tuvo su origen en el martirio de los cristianos. En Roma era costumbre sacar en hombros a los vencedores y pasearlos por la ciudad, mientras, cristianos sacaban en hombros los cadáveres de los mártires celebrando su fidelidad a Cristo. Esto se volvió una tradición. Año con año las primeras comunidades recorrían la ciudad utilizando prendas de mártires para recordar a los caídos.      
            Esta valentía de la ignorancia de los primeros cristianos; entre fe, superstición y fanatismo, es admirable. Me hace pensar en aquellos creyentes que no poseen grandes conocimientos de religión, pero de alguna forma, tienen una fe arraigada por el don del Espíritu Santo, acorazada de modo positivo por el fanatismo y la superstición, volviéndolos inamovibles en la religiosidad popular. Esto es bueno porque el pueblo no pierde su identidad católica, pero es mejor si con estas limitaciones perseveran en la caridad y la purificación de sus faltas. ¿Y es que acaso los apóstoles no tuvieron que lidiar con algo similar siendo pastores de la Iglesia?. Claro que si, por supuesto que sí, por algo escribieron cartas y celebraron Concilios para purificar la fe del pueblo y encausarla en la enseñanza de Jesús. Y es que existieron también discrepancias como hoy, entre quienes tenían costumbres religiosas -no obligatorias- y los que no las tenían. San Pablo escribió; “El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios lo ha aceptado. ¿Quién eres tú para juzgar al criado de otro? Para su propio amo está en pie o cae, y en pie se mantendrá, porque poderoso es el Señor para sostenerlo en pie. Uno juzga que un día es superior a otro, otro juzga iguales todos los días. Cada cual esté plenamente convencido según su propio sentir. El que guarda cierto día, para el Señor lo guarda; y el que come, para el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:3-8).
            Como conclusión, habrá expresiones de la religiosidad popular que nos parezcan fanáticas y supersticiosas, aun así, los mas formados deberíamos considerar si Dios es capaz de utilizar como herramienta el fanatismo y la superstición para permanecer de algún modo entre su pueblo. Dios no tiene limitantes. Si es así ó no lo es, del Señor somos. Vivamos la hermandad, la caridad y la paz porque en esto no hay error.