domingo, 28 de enero de 2018

Un caso de enfermedad


En mi adolescencia fui operado tres veces de mis piernas, la tercera operación fue para corregir el error de la segunda operación. Por negligencia médica perdí movilidad en mi pie izquierdo y desde entonces al caminar me apoyo más sobre una pierna, esto a lo largo de los años provoco un desbalance en mi estructura corporal, en ocasiones padezco de dolor en mi talón, hombro, espalda y cadera. Todos los días sufro de alguna incomodidad y aunque físicamente mi apariencia es normal me he acostumbrado a lidiar con estos dolorcitos.  

Han pasado más de veinte años desde la primera operación, aun recuerdo la sensación de vivir en hospitales, acudir a la fisioterapia ó cargar instrumentos para intentar revivir mis músculos. Aunque las operaciones no eran necesarias sino que fueron hechas por fines de lucro ó por ignorancia, al doctor lo perdone, no le guardo rencor porque el rencor no mejora mi situación, la empeora. 
En ocasiones me pregunto, ¿Cómo hubiese sido mi vida sin esta tragedia?, creo que sería distinta, aprender a lidiar con estos eventos me hizo más reflexivo e introspectivo, me hizo valorar el acompañamiento y esfuerzo de mi familia, el apoyo de mis amigos. El hospital fue una experiencia de vida porque pude convivir con personas que sufrían condiciones más adversas. No desearía pasar por lo mismo otra vez, el simple olor del antiséptico me provoca algo ansiedad pero creo que por esta tragedia me convertí en un mejor individuo.    
Cargo con la incomodidad de la secuela todos los días, las cicatrices las llevo debajo de mi pantalón y nadie las ve, pero ¿Cuántas tragedias cargan otros y nadie lo ve?, ¿Cuántas historias como la mía ó peores podrán contarse y vivirse en  cualquier hospital ó cualquier familia?, muchísimas.
Aunque la enfermedad y el daño físico son una tragedia, ese dolor puede convertirse en virtud si logramos aprender algo de nuestro malestar, a fin de cuentas, una enfermedad provoca el momento para estar a solas con nosotros mismos y estar con aquellos que en verdad se interesan por nosotros. La enfermedad nos une entorno al valor de la vida y la esperanza de encontrar salud. La enfermedad frena la soberbia y advierte al corazón humano lo que en verdad importa: la vida.
Termino con un cuento; en una carretera antes de llegar a una ciudad, había una ladera que constantemente se llenaba de flores pero un día dejaron de crecer, la gente empezó a preguntar, “¿Por qué dejaron de crecer las flores?”, fue hasta entonces cuando los pobladores empezaron a mirar de nuevo el monte, algunos dijeron “revisemos el suelo” y fue hasta entonces cuando los pobladores miraron aquella tierra, pero cuando vieron que no había ningún problema dijeron “quizá es porque ha dejado de llover” y fue hasta entonces cuando la gente empezó a mirar el cielo y las nubes en el monto, después dijeron “¿Acaso alguien sembraba todas estas flores?”, y fue hasta entonces cuando los pobladores buscaron si en aquel lugar existían abejas, animales ó alguien que colaborara con tal labor y descubrieron en el monte una casita con un hombre enfermo y preguntaron; “¿usted sabe porque dejaron de crecer las flores?”, el hombre dijo; “yo hacía surcos y bordos cada año, arriba hay un represo y abría para que el agua escurriera y las flores agarraban agua, este año me enferme y no lo hice, ¿la ladera se ve mal?”, un poblador respondió; “se ve bien, la tierra es fértil, el cielo es bonito, hay bastantes nubes y animales. No sabíamos que usted vivía aquí”, "No vivo aquí, vivo en la ciudad, cada año vengo a mirar el monte, el cielo y los animales, vengo porque el bullicio de la ciudad me enferma y la soledad del monte me sana”, cuando los pobladores escucharon eso dijeron: “¿Podemos quedarnos aquí?, nosotros también queremos ser sanados por la soledad del monte”. Y aquellos enfermos se quedaron mirando el monte, el cielo y los animales. Las flores no nacieron pero las amistades sí.    

domingo, 21 de enero de 2018

La ley y la gracia

Me gusta escuchar los comentarios que los rabinos hacen sobre los textos de Moisés. Esta semana se comentó sobre la ley y la gracia, el rabino hizo una crítica al mundo cristiano –sobre todo a los hermanos evangélicos- porque dividen la ley y la gracia como si estas fuesen dos cosas distintas ó aisladas una de la otra. La visión judía cree que ley y gracia están unidas porque en ambas Dios nos comparte su esencia -en esta parte el rabino tiene razón- el individuo no puede construir la presencia de Dios en su diario vivir si constantemente viola los mandamientos divinos. El judío pretende acceder a dicha presencia guardando las leyes del judaísmo.  
Como cristianos, seguidores de Jesucristo y lectores de la biblia, debemos aprender a distinguir en el antiguo testamento lo que es un mandamiento de Dios y lo que es la ley de Moisés, muchos ignorantes lo confunden y confunden a otros.
Aunque la visión judía parte de acceder a Dios por medio de la ley y los mandamientos, la visión católica no desasocia la gracia de los mandamientos; se tiene acceso a la gracia por medio de los sacramentos y una vez obteniéndola es necesario guardar los mandamientos para no perderla, se guarda el precepto para no caer en pecado grave ó pecado mortal, para no cometer un acto que asesine el regalo de la gracia que Dios nos entregó. El mandamiento de Dios y la gracia trabajan de modo simultáneo, nos adherimos a Dios por la gracia y recibimos juicio de conciencia por medio de los mandamientos. El hombre sabe cuando peca porque conoce los mandamientos, el que dice “yo no soy pecador” es porque no los conoce. La función del mandamiento es guiarnos de regreso a Dios e injertarnos por medio de la gracia. Hasta aquí puedo afirmar; gracia y mandamiento van de la mano en unidad indivisible, la gracia nos la entregó Jesús y el mandamiento también, él mismo es La Palabra de Dios, el Verbo de Dios. Por lo tanto, no debemos alterar La Palabra de Dios, acomodarla para justificar el pecado pretendiendo de la misma forma acceder a la gracia.  
Me gusta el papel que juega la Iglesia en la historia de la salvación, siendo ella misma el pueblo en el cual reside la presencia divina; en la gracia y en el mandamiento, en los sacramentos y en La Palabra de Dios. Si miramos en los textos antiguos cuando el pueblo de Israel llega al Sinaí, Dios los llama a la purificación antes de recibir los diez mandamientos, invitándolos a ser un pueblo consagrado, una nación santa (Éxodo 19:6), y, en la nueva alianza, tras la resurrección de Cristo, el apóstol San Pedro señala esta cualidad sobre la Iglesia naciente, una nación santa (1era de San Pedro 2:9).

La invitación que Dios le hace al mundo para que se consagre es en realidad el deseo de Dios por estar dentro del mundo con la humanidad. Siendo el sacerdote el hombre consagrado, el hombre que nos hace ser Iglesia porque pone el Cuerpo de Cristo –la Eucaristía- en medio de nosotros y nos comparte La Palabra. Siendo nosotros mismos miembros del cuerpo de Cristo, para manifestarle al mundo por medio de nuestra obediencia a los mandamientos ó por medio de los frutos de la gracia, que Dios existe y que caminar con Él es mejor que caminar sin Él.        

domingo, 14 de enero de 2018

La liberación de la mujer

Actualmente se proyecta en los cines “Mujer sin filtro”, película estelarizada por Fernanda Castillo. La cinta es entretenida y buena para pasar el rato, sin embargo, el final feliz no es casarse ó reconciliarse sino volver a la soltería. Una película similar es “Treintona, soltera y fantástica” de Bárbara Mori, mujer que rompe sus ideales de vida y opta por vivir sin dirección, como si fuese una adolescente que replantea su futuro.
Este tipo de películas están enfocadas para determinada audiencia, donde se muestra la ausencia del varón como un elemento liberador. En estas historias la mujer es protagonista, trabajadora, ejemplar y el hombre suele ser impedimento para su desarrollo personal, emocional y profesional.
En la última cinta de “Star Wars: Episodio VIII, Los Últimos Jedi”, el obispo auxiliar de Los Ángeles, Robert Barron, fan de la saga, ha hecho una crítica a la trama. El protagonista, Rey, es una jovencita que desea convertirse en Jedi, pero el episodio VIII ha roto con la tradición de Star Wars, atrás quedaron los discipulados convencionales. En la cinta original, Luke Skywalker fue discípulo de Obi-Wan y Yoda. La nueva película dejo de plantear esto, Rey será la primer Jedi que no necesitara ser discípulo, Rey es mujer y será Jedi sin necesidad de algún hombre. Barron argumenta que la producción de Star Wars prefirió ceder a la cultura de género que conservar la tradición original de la orden Jedi.      
En el ámbito de la política podemos ver tintes de esta filosofía. Es común ver a los candidatos a la Presidencia; Ricardo Anaya, José Antonio Meade ó López Obrador acompañados de sus esposas en la publicidad política, pero ¿Por qué Margarita Zavala no se le ve acompañada de su esposo?, algunos dirán que Felipe Calderón es un impedimento porque fue Presidente, ¡claro!, podrían atribuirle los errores de su marido. Pero, ¿Qué pasa con las demás mujeres en política?, ¿alguien recuerda el rostro del esposo de Josefina Vásquez Mota, Claudia Pavlovich ó María Dolores del Rio?, no, nunca aparecieron en la publicidad de campaña. En la política el hombre se presume de familiar al lado de su esposa, si es mujer no muestra a su marido. El mensaje es el mismo, la mujer en su proyecto no necesita del hombre.
Cuando las feministas niegan al varón en el desarrollo de la mujer que triunfa, me recuerdan al conflicto que tiene un adolescente al negar en sus triunfos la presencia de sus padres, los ocultan, reniegan de ellos, los hacen menos.  

Más allá de la cultura de género, del feminismo, del espacio que la mujer requiere en el ámbito profesional, ¿Hasta qué punto esta cultura de los géneros va erosionando la relación y el dialogo entre hombres y mujeres?, ¿no estaremos construyendo una barrera más grande que aquella que deseamos derribar?, ¿no estamos fomentando la cultura del menosprecio entre ambos?. No lo sé, pero cuando la publicidad y la cultura orientan a la mujer para que se libere, para que rompa con el hombre que la limita así sea su marido, se menosprecia a la familia porque el esposo es varón y es familia. La mujer moderna no debe fiarse de su felicidad y el aspecto económico, no debe olvidar lo afectivo, valorar la estabilidad que padre y madre otorgan para el desarrollo pleno de los hijos. El afecto se vive en comunidad y la primera comunidad es la familia. 

domingo, 7 de enero de 2018

La unidad en la Eucaristía

Platicando con un amigo católico sobre los hermanos separados, él se refirió a ellos como “iglesias” pero le respondí “no lo son”, él se sorprendió por mi respuesta y recalque, “no lo son”. Sin embargo, cometí un error al no explicarle el porqué.
A continuación daré una breve explicación, sin ser teólogo la explicación es muy simple; ¿Qué es la Iglesia?, bíblicamente la Iglesia es el cuerpo de Cristo y ¿Qué es el cuerpo de Cristo?, bíblicamente es ¡la Eucaristía!. El asunto es de una simpleza bárbara. Aclaro, no niego que dentro de otras corrientes cristianas existan personas que puedan darnos buen ejemplo, también en otras religiones las habrá, tampoco niego que el Espíritu Santo pueda alumbrarlos, de hecho, la luz de Dios ilumina a todo hombre (S. Juan 1:9) y eso no significa que todos sean cristianos, también creo que puedo llamarlos hermanos e hijos de Dios. Desconozco el papel que juegan dentro de los misterios y el tiempo de Dios, no estoy aquí para juzgar, pero debo decir que la unidad de los bautizados es un principio bíblico claro y básico.   
Los hermanos separados comparten muchas cosas con los católicos; el bautismo, la fe, la Escritura, pero de ahí, a que cada bautizado interprete la biblia a su sentir y forme su propio grupo proclamándose “iglesia”, no es algo correcto. Como señalé, la Iglesia es el cuerpo de Cristo y el cuerpo de Cristo es la Eucaristía. No somos Iglesia porque nos reunimos en un lugar con una buena intención, somos Iglesia porque recibimos el cuerpo de Jesús, el cuerpo de Cristo esta en nosotros porque lo masticamos, lo comemos. ¿Quién puede ser Iglesia sin tener la Eucaristía, sin tener el cuerpo del Señor?, ¿Puedo decir que soy “parte del cuerpo del Señor” y a la vez afirmar que la Eucaristía no es el cuerpo de Cristo, cuando Él dijo “esto es mi cuerpo”?., decir eso es de ignorantes.   
 Desgraciadamente creemos hacer un bien al ser “democráticos” y decir “ellos, estos y aquellos, también son ó pueden ser iglesia”, lo único que hacemos con eso es privar a los demás del cuerpo de Cristo, privarlos de la verdad y la gracia que se recibe en la Eucaristía. El apóstol san Pablo lo expone muy claro en la carta a los Corintios, una comunidad que se distinguía por su ignorancia, desorden y división, él enseño; “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso la comunión con la sangre de Cristo?, Y el pan que partimos ¿no es la comunión con el cuerpo de Cristo?. Porque aun siendo muchos, un sólo pan y un sólo cuerpo somos, pues todos participamos de un sólo pan” (1era de Corintios 1:10).

La unidad cristiana debe buscarse en el pan porque un solo cuerpo somos, el Señor sólo estableció una Iglesia y un pan de la Alianza, no dos ó tres ó cinco. Comprendo que muchos hermanos de otras corrientes cristianas no pueden entenderlo ó aceptarlo, no deseo imponerles la Verdad, mas bien, me parece que la actitud católica debe ser la siguiente; vivir la Eucaristía y dar razón de nuestra fe, porque este asunto no se reduce a una discusión de palabrerías, sino a una experiencia del espíritu humano con el resucitado en un sólo y mismo pan.