domingo, 9 de diciembre de 2018

Mesias revolucionario


            A lo largo de varias semanas he proporcionado algunas reflexiones sobre los libros de Génesis y Éxodo. Esto inició porque tuve como propósito iniciar una lectura de la biblia desde el principio hasta el final, pasando por todos los libros. En este primer esfuerzo he podido apreciar más claramente la diferencia que existe entre estos dos libros.   
            El primer libro básicamente está centrado en historias relacionadas con la familia y el Dios que esta ahí; Adán y Eva, Abraham y Sara, el pleito entre los hermanos Jacob y Esaú, la relación entre los hijos de Jacob y José, y concluye con la muerte del patriarca Jacob. El libro del Éxodo tiene un enfoque mucho mas comunitario; la libertad de un pueblo, su profeta –Moisés- sus leyes, sus normas, su sacerdocio, su liturgia y su relación con Dios.
            Después de libro del Éxodo hasta los Evangelios y el Nuevo Testamento, me atrevo a decir que todo se desarrolla en el ámbito social; el pueblo escogido de Dios, sus profetas y el mesías. Comúnmente distinguimos el libro de Apocalipsis como algo distinto a todo lo demás –ahora lo aprecio similar al resto de los libros por tener la misma característica; pueblo escogido y el mensaje del profeta en turno-.
            Con Génesis sucede algo sumamente distinto, se enfoca mucho en los conflictos familiares de los personajes, con seres que no tienen una identidad nacional sino mantienen una identidad familiar; los hijos de Adán, los hijos de Noé, los hijos de Abraham, los hijos de Jacob.  
            Si uno pudiese leer la Biblia del final al principio, ósea, desde la salvación de la humanidad y su gran redención por el sacrificio del cordero –descrito en apocalipsis- pasando por las cartas Apostólicas, Paulinas, los Evangelios, Profetas, Sapienciales, destapando todas las liturgias antiguas del Viejo Testamento, llegaríamos hasta el libro del Génesis, el punto neurálgico del conflicto entre la humanidad y su rebeldía contra Dios, encontrando un libro donde la mayoría de sus relatos se centran en conflictos familiares tan cotidianos como los que suceden en nuestras casas; hermanos que pecan por envidia, hombres que engañan a sus mujeres, hijos que engañan a sus padres, etc. ¿Este fue el origen de la perdición del género humano?, me parece que así es, la Escritura parte describiendo conflictos entre personas que son familia para después describir conflictos entre personas que representan naciones y pueblos.  
            Como católicos constantemente decimos “los judíos esperaban un mesías que los liberase de la opresión Romana”, y es que en ocasiones, nosotros también somos como esos judíos que quisiéramos ver a una Iglesia proselitista involucrada en una revolución social y política que genere un cambio en la Nación, llegando a subestimar la propia labor pastoral de nuestros sacerdotes porque no actúan de este modo “libertario”, como ese “mesías líder” que siguen esperando los judíos. Queremos cambiar el árbol desde arriba, no desde abajo, removiendo la tierra para llegar a la raíz; la familia.
            Para finalizar, la propuesta de Dios para salvar al mundo inicia desde la familia, el propone La Sagrada Familia; Jesús, María y José. Miremos este estandarte que Dios ha mostrado para que sea la base que transforme el mundo con su gracia.  

domingo, 25 de noviembre de 2018

La pascua en Egipto


            Antes de que los Israelitas fuesen liberados por Moisés de la opresión de Egipto, y aun, antes de que el profeta terminara de enviar la totalidad de señales y plagas sobre aquel imperio, Dios instituye entre los hebreos la pascua como señal de un pacto. Esta consistía en sacrificar un cordero y comer panes sin levadura. La sangre del sacrificio seria puesta en los marcos de puertas donde habitasen los hebreos, esta sería la señal de salvación entre el pueblo escogido y Dios.
            "La sangre será vuestra señal en las casas donde moráis. Cuando yo vea la sangre pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto. Este será un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de Yahveh de generación en generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre. Durante siete días comeréis ázimos; ya desde el primer día quitaréis de vuestras casas la levadura. Todo el que desde el día primero hasta el día séptimo coma pan fermentado, ese tal será exterminado de en medio de Israel" (Éxodo 12:13-15).
            La fiesta de la pascua judía es celebrada hasta hoy –entre judíos- y hace alusión a la libertad otorgada por Dios para Israel. Ningún israelita puede considerarse un judío completo si no celebrar la pascua, el evento no se pone a discusión entre la comunidad hebrea, es simplemente una obligación de fe.
            Comer del pan de la pascua hebrea implica un respeto y una preparación física, como se cita en el último verso: “todo el que desde el día primero hasta el día séptimo coma pan fermentado, ese tal será exterminado de en medio de Israel”. No abstenerse de esta norma implica la muerte espiritual para un judío.
            El antecedente de la pascua judía es importante para nosotros los católicos. En el nuevo testamento, Jesús es presentado como cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esta semejanza entre la pascua judía y la vida de Jesús debe hacernos reflexionar en la pedagogía que Dios ha manifestado a este mundo, de tal forma que, podamos disfrutar de una mejor manera los sacramentos que nos han sido entregados.
            Es Jesús quien expresó; “si no coméis la carne del hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros…” (San Juan 6:53). La frase no debe ser leída como una exclusión ó una amenaza, sino como una invitación a la vida, siendo el antiguo testamento el antecedente de esta realidad que Dios desea presentar en la sangre de Jesús.
            Estar lejos de la carne y sangre de Jesús, nos hará permanecer en muerte espiritual, en un lugar donde el pecado no es distinguido y la santidad no es disfrutada. De alguna forma, la ofrenda de Jesús, su cuerpo eucarístico, nos fortalece ante la calamidad espiritual del pecado.
            Para concluir esta reflexión., Dios, antes de entregar la libertad a los hebreos de Egipto, opto por dar la sangre del sacrificio como signo de salvación, y, solicito al pueblo de Israel no olvidar este evento y perpetuarlo entre sus generaciones. ¿Qué acaso Jesús no ha hecho lo mismo con nosotros?, ¿Qué acaso no dijo al instituir la Eucaristía; “hagan esto como memorial”?. Participemos de esta invitación a la salvación, esta invitación a la vida.     

domingo, 18 de noviembre de 2018

San Toribio Romo


Por motivos de trabajo visite Ciudad Juárez, Chihuahua. Al terminar mi jornada encontré $20 dólares tirados en la banqueta, esa casualidad me pareció la invitación para cruzar al Paso, Texas.
La ciudad del Paso me sorprendió por la cantidad de ofertas. Entre tantas tiendas encontré una de artículos electrónicos; estéreos, bocinas, etc., en esa tienda también encontré artículos religiosos. En la estantería había muchísimas estampitas con oraciones de distintos santos, escogí una al azar, al mirar el reverso leí “la oración del migrante”, el nombre de aquel Santo fue Toribio Romo. Esto me sorprendió por el antecedente que vivimos en México con la caravana migrante, y más, porque una amiga y yo desde hace tiempo visitamos el Instituto Nacional de Migración. Precisamente, queremos renovar las visitas con una intención bíblica y reflexionar en la sabiduría de las Escrituras al lado de los migrantes detenidos.
El asunto de la tienda lo consideré una simple casualidad –es una ciudad fronteriza, es lógico encontrar cosas así-. Regresé a ciudad Juárez y me dedique a contemplar la ciudad mientras caminaba. Llegada la hora de comer, anduve por varios negocios de comida buscando quien pudiese facturar mis viáticos. Visite varios comercios y ninguno facturaba. Cansado de tanto caminar sin encontrar lugar, me decidí por un negocio que estaba completamente vacío -pensé que aquel lugar no tendría buena comida-, decidí darles la oportunidad y me dispuse a pedir la carta. Pedí un caldo de res, cuando el mesero puso el plato en la mesa no era lo que imagine -volví a creer que me había equivocado de lugar-. Al terminar pedí la cuenta, el mesero contesto “ahorita te la llevo”, al ver que no venia conteste; “no te molestes, voy a caja y pago”. Cuando estaba en la caja me sorprendió ver de lado derecho la misma estampa de Santo Toribio Romo pegada sobre un espejo. Le dije al mesero -Toribio es muy conocido en Ciudad Juárez, ¿verdad?- ¿Quién es ese? –Toribio, el hombre de la estampa, el de los migrantes- No sé quién es, no sabía que era de los migrantes, tampoco se quien pego esa estampa aquí. Aquí está tu cambio-. Al concluir la plática con el mesero entendí que Toribio deseaba estar presente en aquella visita en Ciudad Juárez, su motivo era la migración.
No soy muy devotó de los santos –salvo San Pablo y la Virgen María-. Pero la insistencia de Toribio me pareció como ese hermano que desea sumarse a la iniciativa de otros hermanos. En la casualidad, pude visitar cualquier otra tienda, escoger cualquier otra estampa, otro restaurante, pude recibir la cuenta en mi mesa sin necesidad de ir a la caja, pero tuvo que ser así, porque la actitud del hermano que vive en santidad es esa, buscar la forma posible ó imposible para estar presente y dar ánimo a los hermanos a razón de fortalecer la obra de Dios.
Hay que apoyar el migrante en su necesidad material sin olvidar que hay también necesidades espirituales. Los santos dan testimonio de esa vida, la vida gloriosa.  
Esta anécdota en Juárez con San Toribio me hace recordar aquel texto del apóstol San Pedro, donde él se empeña para guiar a los hermanos siempre, incluso, después de su muerte; “Me parece justo, mientras me encuentro en este cuerpo, estimularlos con el recuerdo, sabiendo que pronto tendré que dejar mi cuerpo, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesús. Pero pondré empeño en que, en todo momento, después de mi partida, podáis recordar estas cosas” (2da de Pedro 1:13-15). 

domingo, 11 de noviembre de 2018

El faraón (parte dos)


            Recientemente compartí una reflexión sobre el faraón de Egipto, hombre que oprimió al pueblo de Israel cuando este se multiplicó y supero en número a los egipcios. El faraón suponía que los hebreos en algún momento se sumarian a sus enemigos y bajo este supuesto los consideraba una amenaza. Por las cartas de San Pablo sabemos que los hebreos permanecieron cuatrocientos años en Egipto, es notorio que faraón nunca considero a los hebreos como parte de su pueblo. El temor del faraón bajo sus propias suposiciones lo hace ir no solo en contra de los hebreos, sino también, en contra de los no nacidos; 
            "Luego el rey de Egipto se dirigió a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifrá y la otra Púa; les dijo: “Cuando asistan a las hebreas, y ellas se pongan de cuclillas sobre las dos piedras, fíjense bien: si es niño, háganlo morir; y si es niña, déjenla con vida”. Pero las parteras temían a Dios, y no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaron con vida a los niños. Entonces el rey llamó a las parteras y les dijo: “¿Por qué han actuado así, dejando con vida a los niños?”. Las parteras respondieron: “Es que las mujeres hebreas no son como las egipcias. Son más robustas y dan a luz antes de que llegue la partera”. Dios estaba con las parteras, así que el pueblo creció y llegó a ser muy fuerte; y a las parteras, por haber temido a Dios, les concedió numerosa descendencia. Entonces Faraón dio esta orden a todo el pueblo: “Echen al río a todo niño nacido de los hebreos, pero a las niñas déjenlas con vida” (Éxodo, 1:15-22).
            El tema se vuelve actual si lo cotejamos con la realidad que vivimos hoy en día; el derecho a la vida, pues, quienes se ostentan de ser una generación progresista promoviendo la interrupción del embarazo, en realidad están promoviendo actitudes similares a las del faraón, promoviendo leyes, obligando a los parteros, a los médicos, a que perviertan su profesión haciendo del lugar de parto un matadero, un rastro.
            Quien busca el aborto es un ser que tiene temor al futuro, igual que el faraón, tiene temor amar, temor a contemplar la vida que viene y disfrutarla.
            La vida no puede ser vivida bajo un elitismo que nos invita a sostener nuestro egoísmo cerrando paso a la vida. Hay una luz de vida que se refleja en el rostro del que nace, esa luz nos mueve y motiva, es el recién nacido indefenso que depende del afecto de todos nosotros. El aborto es la consecuencia de la carencia del afecto social, de una comunidad que se niega a recibir más miembros y se confabula para matarlos.   
            Siempre habrá apologías del aborto; “permitirlo para evitar la muerte de mujeres en abortos clandestinos”, pero simplemente debemos considerar, estas mujeres pudiesen estar vivas si hubiesen decidido dar a luz en un centro de salud, pero prefirieron exponerse al peligro, su deseo fue asesinar al ser de sus entrañas y  recibieron el mismo pago; “todos los que pelean con la espada, también a espada morirán”. Esas mujeres que fallecieron por un aborto clandestino necesitaron la predicación de algún discípulo de Jesús, que fuese luz y guía, profeta del mensaje de esperanza para vencer los dardos del tentador.

domingo, 4 de noviembre de 2018

El faraón


            Hace algunas semanas compartí una reflexión sobre la muerte de Jacob, en Egipto, y como él encontró honor en aquella tierra gracias al merito de su hijo, José, el soñador. Afirme que este José es prefigura de Jesús, ambos son traicionados por su gente, alabados en pueblos ajenos, y sobre todo, por traer salvación. José los salvo del hambre al vaticinar la carencia que vendría.
            Con la muerte de Jacob y la llegada de su familia a Egipto termina el último capítulo del génesis. El libro de éxodo inicia citando la cantidad de hebreos que entraron a Egipto tras la hambruna. Señalando que después se levanto otro faraón que no conoció la historia de José de Egipto;  
            “Entró a gobernar en Egipto un nuevo rey, que no sabía nada de José, y dijo a su pueblo: “Miren que los hijos de Israel forman un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra ellos para que no sigan multiplicándose, no vaya a suceder, que si estalla una guerra, se unan a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y escapar del país”. Les pusieron entonces capataces a los israelitas, para sobrecargarlos con duros trabajos. Edificaron así para Faraón las ciudades de almacenamiento: Pitom y Ramsés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más crecían y se multiplicaban, de tal modo que la gente ya no soportaba a los israelitas. Los egipcios trataron con brutalidad a los Israelitas y los redujeron a esclavitud. Les amargaron la vida con duros trabajos de arcilla y ladrillos, con toda clase de labores campesinas y toda clase de servidumbres que les imponían por la fuerza” (Éxodo 1: 8-14).
            El desconocimiento que faraón tuvo sobre la vida de José, me hace pensar que él pudo actuar de una mejor forma si hubiese conocido esa historia, y pienso en aquellos que, ignorando el evangelio se privan de vivir de una mejor manera.  
            La historia del faraón, es la historia del hombre que por ignorancia y temor al futuro actúa injustamente contra su prójimo; “Tomemos precauciones contra ellos para que no sigan multiplicándose, no vaya a suceder, que si estalla una guerra, se unan a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y escapar del país…”.  
            Faraón construyo en su imaginación un futuro probable y tuvo miedo a que los hebreos –sus esclavos- escaparan, por eso actuó así. Muchos de nosotros hacemos lo mismo porque tenemos miedo a perder nuestra comodidad, nuestra jerarquía, nuestra posición. Por temor participamos de la opresión, pero el hombre justo vive tranquilo y su tranquilidad la comparte, el hombre injusto sospecha hasta de su sombra y se inventa enemigos.
            Siendo Sonora un estado fronterizo, ¿nos inquieta la situación migratoria que está viviendo México?. Es inevitable sentir temor, la confianza en Dios debe movernos para obrar la justicia y la caridad. Tengamos fe y valentía para actuar el evangelio.
            Para concluir, el faraón no fue capaz de ver a los hebreos como parte de su pueblo; “que no sigan multiplicándose…”. A veces así somos, decimos; “aquellos y nosotros”. Ponemos etiqueta por raza, nacionalidad, ingreso, religión, hasta por género musical, pero solo somos gente con anhelos y costumbres; somos criaturas de Dios.  

domingo, 28 de octubre de 2018

José y la ley civil


            "Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta" (San Lucas 2:1-5)
            Pocas veces ponemos atención a este verso tan leído dentro de la Iglesia, no alcanzamos a estimar la obediencia que José tuvo a la ley civil. La sagrada familia probablemente recorrió 150 km en su travesía, parece una distancia corta hoy en día, sin la tecnología actual, dicha distancia implica varios días.
            Cualquiera de nosotros hubiese dicho “no iré” ó “mi mujer está embarazada, no podremos ir”, con inventadas excusas para evadir la responsabilidad civil. ¿Podemos decir que nuestro actual Gobierno está más descompuesto que el Gobierno de Roma?. Muchos evaden su responsabilidad civil escudándose en la ineficiencia del Gobierno, no es el caso de José, el atiende como ciudadano la orden de su Gobierno.
            Año con año, los Gobiernos exigen el pago de impuestos ó tomar medidas por alguna situación; limpiar los patios, no acudir a playas, revalidar placas, pagar el predial, y año con año, muchos pudiendo hacerlo, no lo hacen, evaden su obligación civil acusando al Gobierno por alguna falla. Pero, ¿Cómo podrán los Gobiernos funcionar si los ciudadanos no cumplimos con nuestro deber?, así ninguna sociedad funcionara.
            El propio Jesús respondió a Poncio Pilatos; “Ninguna autoridad tendrías sobre mí si no se te hubiera dado de arriba…” (San Juan 19:11). En este dicho, se reconoce la autoridad civil y el deber de ésta es obrar la justicia. Nosotros no debemos evadir la ley civil para buscar la justicia, debemos pedir que la ley civil se use para obrarla. El fin de la ley civil de alguna forma busca otorgar beneficios a la comunidad.  
            Un mal testimonio cristiano es evadir las obligaciones civiles, por desgracia, somos ignorantes en el asunto de las leyes. Debo señalar que la ley civil tiene un fin pedagógico. Una infracción de tránsito nos advierte que tal conducta fue indebida y debemos vigilar no actuar de tal forma. Sin embargo, debemos reconocer que existen leyes que se vuelven injustas porque se acomodan a intereses de grupos, de ideologías. En el caso del aborto, despenalizarlo significa propiciar la negligencia y la irresponsabilidad ciudadana en el uso del cuerpo, un embarazo es de dos, no es solo un asunto de la mujer.
            También hay algo que nos atañe y más en estos días por el asunto de la migración, pues una caravana de centroamericanos, hondureños en su mayoría, atraviesa nuestro país. Tal multitud excede la capacidad de nuestras instituciones para establecer el orden. Como cristianos debemos ser solidarios en las necesidades de estos migrantes, debemos apoyar para que los Gobiernos hagan su trabajo, sin corromperse, ni corromper, otorgando lo que la ley establece en asuntos de derechos humanos.        
            ¿Qué clase de empadronamiento hizo César Augusto en sus días y para qué?. No lo sabemos, pero sabemos que José escuchó la ley y la atendió.  

domingo, 21 de octubre de 2018

Moisés y el culto


            “Moisés cuidaba las ovejas de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas muy lejos en el desierto y llegó al Horeb, el Cerro de Dios. Entonces fue cuando el Ángel de Yavé se presentó a él, como una llama ardiente en medio de una zarza. Moisés estuvo observando: la zarza ardía, pero no se consumía. Y se dijo: “Voy a dar una vuelta para mirar este fenómeno tan extraordinario: ¿por qué la zarza no se consume?”. Yavé vio que Moisés se acercaba para mirar; Dios lo llamó de en medio de la zarza: “¡Moisés, Moisés!”, y él respondió: “Aquí estoy”. Yavé le dijo: “No te acerques más. Sácate tus sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada”. Luego le dijo: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Al instante Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de que su mirada se fijara sobre Dios. Yavé dijo: “He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he oído sus quejas cuando lo maltrataban sus mayordomos. Me he fijado en sus sufrimientos, y he bajado, para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí, a un país grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel, al territorio de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos. El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo los egipcios los oprimen. Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”. Moisés dijo a Dios: “¿Quién soy yo para ir donde Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?”. Dios respondió: “Yo estoy contigo, y ésta será para ti la señal de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, ustedes vendrán a darme culto en este monte”. (Éxodo 3:1-12)
            En este texto puedo encontrar elementos litúrgicos interesantes, en primera el espacio físico. Si prestamos atención Moisés llega hasta el monte Horeb, el cerro de Dios, este mismo monte es el Sinai, lugar donde después se hará la entrega de los diez mandamientos. La atención de Moisés es focalizada en ese punto geográfico; “el cerro de Dios donde la zarza arde”, esto tiene una pedagogía clara, Dios focaliza a Moisés en un punto concreto para mostrarle la santidad; “sácate tus sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada”. Hoy entendemos que todo el planeta es sagrado, pero en el contexto primitivo de Moisés el necesita comprender que el suelo donde se adora a Dios es sagrado. Para nosotros el templo físico donde adoramos a Jesús es un sitio sagrado, es santo, es casa de oración, a eso acudimos.   
            La propia zarza que arde es otro símbolo litúrgico. El fuego se asocia con la luz, en cada celebración eucarística encendemos velas antes de proclamar la Palabra de Dios. En la experiencia de Moisés, él aprecia el fuego antes de recibir la Palabra de Dios.
            Otro elemento es la revelación que Dios entrega a Moisés. Él siendo ajeno a los dolores de los hebreos logra enterarse de esta aflicción porque Dios lo manifestó. Aquí existe una apología interesante; Dios parece estar ausente ante las injusticias de este mundo, pero en la esclavitud de los hebreos en Egipto, Dios se hizo presente en la obra de Moisés. De igual manera, cada vez que la Palabra de Dios es proclamada es Dios quien aboga por el oprimido.
            Por último, la experiencia de Moisés en la zarza fue una experiencia personal, individual, pero al irse completando la obra se volvió una experiencia comunitaria; “vendrán ustedes a darme culto en este monte”. Cada misa es una experiencia similar, Dios anuncia el sufrimiento del mundo por medio de su Palabra convocándonos a la libertad de su gracia.

domingo, 14 de octubre de 2018

El pueblo del resucitado


            Después de que José –el soñador- es vendido por sus hermanos como esclavo, al paso de los años se convierte en hombre importante en Egipto por haber predicho la hambruna que vendría sobre el valle, del Faraón recibió cargo importante, ganándose la estima del pueblo egipcio. A los años, José fue encontrado por su familia hebrea, por su padre Jacob, llamado también Israel. Tras estos acontecimientos, la Escritura narra el funeral de Israel. 
            “José se acercó a la cama de su padre, Israel, lo abrazó llorando y lo besó. Mandó después a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran a su padre y ellos lo embalsamaron. Emplearon en ello cuarenta días, ya que éste es el tiempo necesario para el embalsamamiento. Los egipcios lo lloraron durante setenta días. Transcurrido el tiempo de duelo, José habló a los principales de la casa de Faraón de esta manera: “Si ustedes realmente me aprecian, les ruego hagan llegar a oídos de Faraón lo siguiente: Antes de morir, mi padre me hizo prometerle bajo juramento que yo lo habría de sepultar en el sepulcro que él mismo se había preparado en el país de Canaán. Así pues, permíteme ahora subir a enterrar a mi padre, y luego volveré”. Faraón le mandó a decir: “Sube y entierra a tu padre, tal como te hizo jurar”. Subió José a sepultar a su padre y subieron también con él todos los oficiales de Faraón, los principales de su familia y todos los jefes de Egipto, así como toda la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. Tan sólo dejaron en el país de Gosén a sus niños, sus rebaños y demás animales. Lo acompañaban además carros y soldados a caballo, lo que hacía que fuese una caravana muy considerable. Al llegar a Gorén-Atad, que está al otro lado del Jordán, celebraron unos funerales muy grandes y solemnes; estos funerales que José celebró por su padre duraron siete días. Los cananeos que vivían allí, al ver los funerales que se hacían en Gorén-Atad, se dijeron: “Estos son unos funerales muy solemnes de los egipcios”. Por eso aquel lugar se llamó Abel-Misraim (o sea, duelo de los egipcios) y está al otro lado del Jordán”. (Génesis 50:1-11).
            Este José es prefigura de Jesús, ambos son apartados de su pueblo, traicionado por sus hermanos, ambos se vuelven en hombres poderosos en pueblo ajeno. A Jesús los pueblos cristianos lo proclamamos rey y anhelamos su retorno, dogma que llena de incertidumbre a muchos. Esta reflexión va sobre este regreso del Mesías. 
            En las misas afirmamos la frase del credo: “y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin”. Pero, ¿en verdad creemos que Jesús regresara algún día ó lo afirmamos como frase muerta?, ¿mi fe se limita a la virtud y no está unida al pueblo y sacerdocio que espera el retorno del Mesías?. Si obramos con virtud hacemos bien, pero si lo hacemos añadidos al pueblo y sacerdocio que proclamara al Mesías hasta el fin de los tiempos, hacemos mejor. No olvidemos esta promesa del retorno de Jesús.      
            ¿Qué podemos ver en el funeral de Israel?, podemos ver dos pueblos congregados en torno al dolor de José; hebreos y egipcios. Este funeral parece una maqueta del fin de los tiempos, siendo Jesús quien congrega a los pueblos, por Él estimamos a los Israelitas pero esta comunión entorno al hijo de la Virgen María aun no se concreta, es necesario el encuentro del pueblo hebreo con el resucitado, sus hermanos de raza.
            Existe un texto de San Pablo sobre esta situación, “No quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobre vino al pueblo de Israel durara hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo…” (Romanos 11:25, 26). Desconocemos el tiempo de Dios para Israel, Dios es piadoso con los hombres de buena voluntad. No debemos omitir las palabras de Jesús expresadas en el evangelio: “Se proclamara la Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin” (S. Mateo 24:14). Consideremos cada día como un regalo para buscar la santidad, unidos como el pueblo que espera el retorno del resucitado.    

domingo, 7 de octubre de 2018

Tomalo por gentil ó publicano


            "Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano" (San Mateo 18:15-17).
            Los publicanos eran recaudadores de impuestos del imperio Romano, eran poco apreciados por los judíos. Los gentiles eran los paganos, los no judíos, los politeístas, aquellos que no pertenecían al pueblo de la Alianza. Puedo afirmar que el símbolo es el siguiente; un publicano es aquel interesado en los bienes de este mundo por encima de los tesoros divinos, un gentil es aquel que no estima la alianza que Dios otorgo. Ambos individuos prefieren vivir en pecado grave y no atender la exhortación.
            En este pasaje del evangelio, Jesús muestra una actitud insistente para reprender el pecado y establece un límite. Como discípulos, existe alegría en compartir la experiencia que hemos tenido con el resucitado, de igual forma, tal encuentro debe movernos al arrepentimiento propio y propiciar el arrepentimiento ajeno, pues somos un pueblo, hemos sido llamados por Jesús a la conversión colectiva y personal. Desgraciadamente, no todos aprecian la importancia de este anuncio de igual manera, ninguna corrección nos parecerá agradable.
            El evangelio nos pide exhortar a los hermanos a la conversión pero también nos advierte para dejarlos ir, soltarlos en su libre albedrío; “sea como el gentil y el publicano”. Esta frase no debe ser leída desde el orgullo cristiano, al contrario, debe ser entendida desde el dolor del Cristo que entrego su vida para redención de los pecadores, y fue, y es despreciado cuando no existe conversión.
            ¿Y cuántos gentiles habrá dentro de nuestros templos que se niegan a escuchar el llamado de los hermanos, y el llamado que el presbítero afirma desde el pulpito?, son muchos, son muchos los que han dejado de ser parte del pueblo de la alianza por no retractarse de sus malas acciones, incluso, pueden estar dentro del templo. Estos, tienen puesta su esperanza en una falsa misericordia -señalo falsa, porque no se disponen a la conversión- mientras prefieran vivir en pecado no habrá gracia para ellos. Ellos mismos por su corazón no arrepentido se han cerrado la puerta de la gracia.  
            Nos llamaran “fariseos” por llamar a los hermanos al arrepentimiento, pero, el discípulo que exhorta debe dar frutos de paciencia y prudencia ante esta realidad. Es doloroso ver como seres amados se alejan de la enseñanza cristiana para abrazar un modo de vida ajeno al evangelio, pero aun así, mirándolos como gentiles y publicanos, por la gracia del Espíritu Santo podemos verlos con amor y respeto, como el padre del hijo prodigo.
            El mismo Espíritu Santo nos exhorta a esperar con paciencia a quienes desprecian abiertamente la enseñanza del evangelio. Por nuestra parte, no demos cabida a la tentación puesta por el enemigo. Dios pide la corrección del hermano caído, Satán pide su acusación. Nuestro camino es el de Dios, es el de la paz, si el pecador no entiende, tómalo por gentil ó publicano.  

sábado, 29 de septiembre de 2018

Vamos a la Casa del Señor


            Había un hombre que se sentía profeta de Dios abogando por los pobres, despreciando a los ricos. El no entraba a templos acaudalados porque afirmaba que esos lugares abundaba la hipocresía y una fe falsa. En cambio, prefería entrar a los templos donde acudía la gente pobre, sintiéndose así, parte del Reino de Dios.
            Un día, Dios lo llamo y le dijo “entra a tal templo y escucha”. Aquel templo era el más llamativo de la ciudad, un lugar donde acudían las familias más acaudaladas de aquella región. Este hombre se negó rotundamente, afirmando “mi lugar no es ese, mi sitio está con los marginados”. Dios le dijo “te lo ordeno, entra, haz oración y escucha”.  
            Estando en aquella edificación tan ostentosa, el profeta se dispuso a orar y por alguna gracia extraordinaria pudo escuchar las oraciones de los congregados ahí. Escucho las oraciones de varias personas, un empresario rico enfermo de cáncer, una mujer a la cual su marido la engañaba y humillaba, un joven que tenía un hermano perdido en las drogas, un matrimonio joven que no podía tener hijos, así sucesivamente, hasta que el profeta salió de ese lugar con un nudo en la garganta.  
            Después de esto, Dios le dijo; “ve a este otro templo, entra, haz oración y escucha”.  Aquella construcción era rudimentaria, con gente muy pobre, y de igual manera, el profeta hizo oración y por esta gracia pudo escuchar las suplicas; un hombre enfermo de cáncer, una mujer humillada por su marido, un joven que tenía un hermano perdido en las drogas, un matrimonio que no podía tener hijos.     
            Entonces el profeta arrepentido pidió clemencia a Dios, diciendo; “Ahora entiendo tu amor, todos estos años viví con un corazón duro, juzgando a los individuos según las apariencias. ¿Quién me dio el derecho de juzgar a los individuos?. Ahora entiendo que tú, mi Dios, das fortaleza a ricos y pobres según tu voluntad, y que existen necesidades que las riquezas no podrán satisfacer. Tu gracia no puede ser sustituida por nada. Ahora sé que tu templo es casa de oración para todos los individuos, sin excepción, pues donde estén dos ó más reunidos en nombre del Señor Jesús, ahí está él”.
            El profeta regreso a su casa, comió, descanso y durmió. Al día siguiente, entre las Escrituras encontró este Salmo;
            “¡Que alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa del Señor!, ¡Finalmente pisan nuestros pies tus umbrales, Jerusalén!. Jerusalén, ciudad edificada toda en perfecta armonía, adonde suben las tribus, las tribus del Señor, según costumbre en Israel, a dar gracias al nombre de Dios. Ahí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David. Invocad la paz sobre Jerusalén, vivan tranquilos los que te aman, haya calma dentro de tus muros, que tus palacios estén en paz. Por amor de mis hermanos y amigos quiero decir: ¡La paz contigo!. Por la Casa de Dios, nuestro Dios, pediré todo el bien para ti” (Salmo 122).
            Desde entonces, el profeta no hace distinción entre personas. Cuando acude a cualquier templo, acude en signo de paz y felicidad, pidiendo el bien para todos, porque entiende que Dios está en medio de su pueblo.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Los signos externos


            Cuando Jacob dejo la tierra de su suegro Labán, tomo consigo a su esposa Raquel pero ésta se llevó las estatuas que su padre adoraba y las escondió entre sus ropas, las cubrió con cobijas y las uso de asiento sobre su camello, de esta forma, nadie podría encontrarlas porque Raquel alegaba tener flujo de sangre para no moverse de ese asiento. Jacob trabajo muchos años en las tierras de Labán y prosperó mucho en ganado, salió acaudalado de las tierras de su suegro provocando la envidia de sus cuñados. Cuando Labán alcanzo a Jacob en su travesía, esculcó todas sus pertenencias con insistencia y cautela en busca de sus estatuas pero no pudo encontrarlas por el asunto de Raquel. Esta actitud molesto a Jacob porque él desconocía que Raquel había tomado aquellas estatuas, así que, sin saberlo, reclamo a Labán esta actitud afirmándole que por muchos años trabajo para él en sus tierras y en ningún momento usurpó nada, Dios lo prosperó haciendo tratos y negocios honestos.  
            Ambas familias llegaron a un acuerdo haciendo un pacto de paz, construyeron un montículo de piedras –un majano- ofrecieron sacrificio y participaron; “Dijo Labán a Jacob: “Aquí está este majano, y aquí esta estela que he erigido entre nosotros dos. Testigo sea este majano, y testigo sea esta estela de que yo no he de traspasar este majano hacia ti, ni tú has de traspasar este majano y esta estela hacia mí para nada malo. El Dios de Abraham y el Dios de Najor juzguen entre nosotros”. Y Jacob juró por el Padrino de su padre Isaac. Jacob hizo un sacrificio en el monte e invitó a sus familiares a tomar parte. Ellos tomaron parte, e hicieron noche en el monte” (Génesis 31:51-54).
            En esta historia sacada del antiguo testamento podemos encontrar el signo de respeto que representa este majano para las dos familias. Cuando leí el texto no pude evitar la alegría de ver el signo con un significado. El hombre moderno se ha acostumbrado a vivir sin signos, en ocasiones es necesario tener esos elementos externos que nos recuerden los pactos de palabra y las intenciones personales. El domingo de ramos los católicos hacemos una cruz de palmas, es un signo que nos recuerda un evento asociado a la vida de Jesús. La historia de la salvación está llena de signos que señalan un evento, una intención y una consecuencia; desde el arcoíris en el pacto que Dios hizo con Noé después del diluvio, el pan sin levadura de la pascua judía que recuerda la liberación de Egipto, el propiciatorio del templo de Jerusalén era el signo donde se vaciaba la sangre de los corderos para que los judíos recibieran misericordia. En el cristianismo tenemos muchos signos, el anillo de boda, la propia cruz, ó los mismos sacramentos son signos visibles que expresan realidades invisibles.
            El hombre moderno vive en la desgracia de no meditar en los signos que posee su religión, considerarlos de poco valor ó no necesarios, esto sucede por su falta de formación religiosa; el signo le recuerda algo que simplemente desconoce. Pero en el conocimiento espiritual, tengo esperanza de que cada ser humano descubra lentamente el significado de los signos de su fe. Irónicamente, en la modernidad laica los individuos también expresan su ser interior por medio de los signos; un pantalón puede variar muchísimo en su precio solo por su signo, la marca, un tatuaje corporal expresa el sentimiento de identificarse con una generación. Las inquietudes humanas se reflejan en signos exteriores, en asuntos espirituales sucede lo mismo.   
            ¿Qué hubiese significado, si un descendiente de Labán ó Jacob, destruye por ignorancia el majano que edificaron sus antepasados?, es sin duda un agravio, es una expresión tácita de romper aquel pacto de paz. ¿Qué hubiese pasado si Labán y Jacob no testifican a sus hijos el significado de aquel majano?. Hubiese venido la ignorancia, y curiosamente, estamos aquí, siglos y siglos después, hablando de ese majano que significo la paz entre Labán y Jacob.             

lunes, 17 de septiembre de 2018

El funeral de Abraham


            Abraham es uno de los hombres pilares del antiguo testamento y es uno de los grandes patriarcas de los judíos. Él, siendo un anciano sin hijos, fue escogido por Dios para dejar su tierra y recibir una descendencia grande.

            Su esposa Sara, una mujer anciana y estéril, al dudar de esta promesa, ofrece a una de sus esclavas llamada Agar para que Abraham tenga un hijo con ella, creyendo que así se cumpliría la promesa de Dios. Se debe comprender que en este período de la historia la fe era primitiva, sin el conocimiento de mandamientos, simplemente una intuición del bien y el mal. Por esto Sara actúo así.   
            Cuando Agar quedó embarazada de Abraham, esta situación más que contribuir al cumplimiento de la promesa trajo discordia, Agar tuvo que dejar la tierra donde habitaba para morar en otro lugar. Es ahí cuando recibe una promesa para el hijo que espera;
            “Regresa donde tu señora, Sara, y ponte a sus órdenes con humildad”. El Ángel añadió: “Multiplicaré de tal manera tu descendencia, que no se podrá contar”. Y el Ángel le dijo: “Mira que estás embarazada y darás a luz a un hijo, al que pondrás por nombre Ismael, porque Dios ha considerado tu miseria. El será un potro salvaje: él contra todos y todos contra él, y plantará su tienda frente a sus hermanos” (Génesis 16:9-12).
            Por esta razón, el hijo de Agar fue llamado Ismael. Este personaje es visto como pilar de la fe musulmana, Ismael se asocia a la palabra Islam.
            La madre de Ismael regreso a casa con su señora Sara, y permaneció en casa de Abraham. Cuando el niño cumplió trece años fue circuncidado al lado de todos los hombres de la casa de Abraham.
            “Tras el nacimiento de Isaac, hijo de Sara, Ismael fue apartado de la casa de Abraham; Sara vio que el hijo que la egipcia Agar había dado a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac,     y dijo a Abraham: “Despide a esa esclava y a su hijo, pues el hijo de esa esclava no debe compartir la herencia con mi hijo, con Isaac”. Esto desagradó mucho a Abraham, por ser Ismael su hijo.     Pero Dios le dijo: “No te preocupes por el muchacho ni por tu sirvienta. Haz todo lo que te pide Sara, porque de Isaac saldrá la descendencia que lleve tu nombre. Pero también del hijo de la sierva yo haré una gran nación, por ser descendiente tuyo”. Abraham se levantó por la mañana muy temprano, tomó pan y un recipiente de cuero lleno de agua y se los dio a Agar. Le puso su hijo sobre el hombro y la despidió. Agar se marchó y anduvo errante por el desierto de Bersebá” (Génesis 21:9-14).        
            Cuando Abraham murió, Ismael e Isaac enterraron a su padre cerca de Mambre, junto a la tumba de Sara, su mujer (Génesis 25:9). Aquellos dos hermanastros que fueron separados por sus padres, en aquel funeral se reunieron. Existe madurez y justicia en Ismael, el hijo de la esclava, porque no guardo rencor contra Isaac, el hijo de Sara. Este Ismael es el patriarca del Islam e Isaac es el patriarca del pueblo judío; ¡Duro pleito entre ambos pueblos!.
            Hay que entender algo de estos personajes tan distintos; toda disputa familiar se resuelve en un funeral porque el dolor de la pérdida de un ser querido es más fuerte que el rencor que pueda existir entre familiares. Que la injusticia de las generaciones pasadas no sea en nosotros motivo para guardar resentimientos, es preferible estar unidos -al menos- en el dolor mutuo.   

domingo, 9 de septiembre de 2018

El pan de la alianza


Cuando se acude a la panadería, se piden los panes sin interesarse por la vida del panadero, no interesa si él es mentiroso ó estafador, interesa adquirir pan y comerlo. Cuando se acude la misa, algunos se inquietan por los escándalos de algún sacerdote ajeno a la ciudad ó el país, estas penas debilitan algunos al grado de decir “dejare la misa, dejare de creer”.
            Si por esta tragedia, algunos han perdido la fe en los sacerdotes y su confianza en la Iglesia se ve destrozada, al menos tengan fe en el pan eucarístico, pues escrito esta; Jesús tomó pan, y, dadas las gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en memorial mío”. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros” (S. Lucas 22:19,20). También San Juan escribió lo dicho por Jesús; “si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (cap. 5:53).
            Para aumentar nuestra confianza en la misa y tener una fe de mayor raíz, es bueno conocer el culto de la antigua alianza en relación con los actos de la nueva alianza, y así, entender que sucede espiritualmente cuando el pueblo celebra el pacto que Jesús estableció proclamando el pan. La carta a los Hebreos explica estos acontecimientos;  
            “Por eso se derramó sangre al iniciarse la antigua alianza. Cuando Moisés terminó de proclamar ante el pueblo todas las ordenanzas de la Ley, tomó sangre de terneros y de chivos, agua, lana roja e hisopo y roció el propio libro del testamento y al pueblo, diciendo: Esta es la sangre del testamento que pactó Dios con ustedes. Roció asimismo con sangre el santuario y todos los objetos del culto. De hecho, según la Ley, la purificación de casi todo se ha de hacer con sangre, y sin derramamiento de sangre no se quita el pecado. Tal vez fuera necesario purificar aquellas cosas que sólo son figuras de las realidades sobrenaturales, pero esas mismas realidades necesitan sacrificios más excelentes. Pues ahora no se trata de un santuario hecho por hombres, figura del santuario auténtico, sino que Cristo entró en el propio cielo, donde está ahora ante Dios en favor nuestro. El no tuvo que sacrificarse repetidas veces, a diferencia del sumo sacerdote judío que vuelve todos los años con una sangre que no es la suya; de otro modo, Jesús, hubiera tenido que padecer muchísimas veces desde la creación del mundo. De hecho se manifestó una sola vez, al fin de los tiempos, para abolir el pecado con su sacrificio. Así como los hombres mueren una sola vez, y después viene para ellos el juicio; de la misma manera Cristo se sacrificó una sola vez para quitar los pecados de una multitud. La segunda vez se manifestará a todos aquellos que lo esperan como a su salvador, pero ya no será por causa del pecado” (Hebreos 9:18-28).
            Cada pan eucarístico es la señal puesta entre nosotros que proclama la alianza que Jesús otorgo, siendo un mismo sacrificio lo que nos purifica cada vez que pedimos perdón y participamos del pan. La misa no es un asunto asociado a las virtudes ó errores de cada sacerdote que celebra. El sacerdote solo ha recibido la orden de poner el pan de la alianza entre nosotros. Si el pan de la alianza dependiera de la virtud ó el error de cada sacerdote, el oficio de Jesús tendría menor valor cuando no es así, Jesús ofreció su sangre en el santuario celestial delante del eterno Juez, y ha puesto el pan como sello de tal alianza. Continuemos con el proyecto de Jesús para que la obra se vea consumada; recibir la gloria eterna al final de esta vida.   

domingo, 2 de septiembre de 2018

Amarás al Señor, tu Dios


            En el evangelio de San Mateo, Jesús enseñó como primer mandamiento; “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”, y como segundo mandato; “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (cap. 22, v. 37-39).
            En el primer mandamiento, Jesús hace alusión a partes importantes de nuestro cuerpo y nuestro ser en referencia al amor; corazón, alma y mente. El corazón es el órgano que bombea sangre al interior del cuerpo provocando que funcione. La mente nos ayuda para hacer uso del cuerpo que hemos recibido. El alma es aquello que anima el cuerpo, la vida intangible otorgada que dió vida a nuestro cuerpo visible.
            El primer mandamiento es la orden expresa para enfocar nuestro ser en la virtud de nuestro amor para Dios. Nuestro ser es un cuerpo exterior e interior. Los apóstoles se referían al cuerpo como “tienda”, haciendo alusión al tabernáculo de Moisés, un templo temporal para adorar a Dios mientras el pueblo era preparado en su peregrinar para entrar a la tierra prometida. Los apóstoles tenían claro, el cuerpo del individuo que recibe la fe en Jesús se convierte en un templo porque la presencia de Dios está en él.  
            Por esta herencia teológica sabemos que el cuerpo es sagrado y el individuo puede ofrecer en su cuerpo ofrendas de adoración a Dios; castidad, ayuno y oración. También el mismo cuerpo puede ser ofrecido a Dios para servir a los demás.
            San Pablo expresó; “Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Romanos 12:1,2).
            El apóstol invita a no adaptarse a la mentalidad del mundo ajeno a la vocación del Espíritu Santo, a renovarse mentalmente para no dejarse corromper. Toda tentación inicia en el ámbito de las ideas hasta que se concreta en los hechos, cambiando al individuo, alejándolo de lo agradable y justo para llevarlo a lo injusto y desagradable.
            Amar a Dios con toda nuestra mente debe movernos a tener hambre de la Palabra de Dios, y, habiéndonos nutrido de ella, usar el raciocinio a manera de poder decidir según su voluntad. ¿Cómo podrá alguien amar a Dios con toda su mente si no conoce las Escrituras?, su amor no se perfeccionará porque no tiene elementos, ni herramientas para ordenar sus ideas y poder decidir correctamente.      
            Como católicos, hagamos un análisis sobre nuestro ser, nuestros anhelos y afanes, ¿de qué clase de alimentos hemos nutrido nuestro ser?, ¿en qué condición esta nuestro exterior e interior?, ¿expresamos pureza utilizando nuestro ser?, ¿nuestra boca y nuestros actos, de que hablan?.        
            La Escritura dice que el ser humano fue hecho a imagen y semejanza de Dios, pero ¿Qué anhelo existe en nosotros para ser y permanecer semejantes a Él?. ¿Podremos decir que amamos a Dios con nuestra mente si todos los días nos contentamos pensando vanidades y frivolidades?, ¿Podemos decir que lo amamos con toda nuestra alma si no tenemos hambre de acudir a los sacramentos que alimentan nuestra alma?.   
            Aunque fuésemos los peores pecadores, aun así, debemos sentirnos alentados a seguir adelante, pues si Jesús ha dicho; “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” es porque Él puede proveernos de la gracia necesaria para que lo amemos de tal forma, solo es cosa de pedírselo insistentemente.

domingo, 26 de agosto de 2018

Sonora mi refugio


            La semana pasada por invitación de una amiga acudí al poblado Miguel Alemán para conocer a Rosalía, una joven Triqui, hija de jornaleros. En el trayecto nos acompaño Rasha, mujer Siria que vive en nuestra ciudad.
            La historia de Rasha es interesante. Nos compartió parte de la tragedia que vive su país, una la guerra civil donde hay financiamiento de países extranjeros en su intento por adueñarse del país, pues Siria es la puerta a Europa desde Medio Oriente, y también, la violencia desatada por grupos musulmanes extremistas del Estado Islámico.
            Rasha antes de refugiarse en México trabajo en Cuba y nos compartió la realidad que se vive en la Isla. Es sabido que muchos cubanos emigran de modo deplorable a Estados Unidos y México escapando de la realidad que se vive en Cuba. 
            En el trayecto al poblado Miguel Alemán, Rasha se refirió a los jornaleros de la costa como “refugiados”, me sorprendió esa palabra para describir a las personas que trabajan en la Costa de Hermosillo, pero en la frase hay una gran verdad. La mayoría son migrantes que huyeron de sus comunidades para refugiarse acá.   
            La familia de Rosalía huyo de Oaxaca por la violencia, sus tíos fueron asesinados para quitarle sus tierras, su padre al poseer varias hectáreas en Oaxaca decidió huir con su familia por temor. Rosalía cuestiona; “¿Cómo es que alguien decide dejarlo todo para venir a la Costa de Hermosillo, vivir en este clima tan severo, pasar humillaciones como indígena y en condiciones laborales tan precarias?, están huyendo de la violencia pero no es su anhelo vivir acá”. La realidad de los jornaleros de la Costa de Hermosillo es dura, algunos contratistas agrícolas no proveen las condiciones necesarias para que el trabajo sea desarrollado con dignidad. Existen pleitos entre líderes campesinos haciendo que la comunidad se divida y se vuelva más débil. El propio jornalero ignora sus derechos y no sabe ni que exigir, y dentro de esta realidad está la mujer jornalera indígena.
            Afortunadamente Rosalía como mujer Triqui pudo prosperar, estudiar la carrera de Agronomía, tener un trabajo formal y tener acceso a otra realidad distinta. Ahora, Rosalía está interesada en formar una asociación civil en beneficio de la mujer jornalera en el poblado Miguel Alemán. Argumenta que muchas costumbres de Oaxaca se reflejan en los triquis asentados en Sonora; machismo, dependencia al varón y el sometimiento de la mujer por medio de la violencia, incluso hasta llegar a la muerte.
            El interés de Rosalía y otras mujeres es inspirar para que la mujer jornalera sepa que su realidad puede ser cambiada en algo mejor y no se conforme con su día a día, otorgándole capacitación para que aprenda un oficio y pueda planificar su familia.
            Como conclusión, me sorprende lo cercano que estamos al poblado Miguel Alemán y lo ajeno que somos los hermosillenses a estas realidades de los refugiados, y enfatizo; nuestra tierra fue escogida por ellos para hacer vida, desde el caso de Rasha ó los padres de Rosalía, ¿Qué conocemos de aquel migrante que se decidió por nuestro municipio para alcanzar un sueño y de qué forma podemos colaborar en la construcción de una comunidad más justa?.

sábado, 18 de agosto de 2018

Creyó Abram en Dios, el cual se lo reputó por justicia.


            "Después de estos sucesos fue dirigida la palabra de Dios a Abram en visión, en estos términos: “No temas, Abram. Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande”. Dijo Abram: “Mi Señor, Dios, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos?, he aquí que no me has dado descendencia y un criado de mi casa me va a heredar”. Mas he aquí que la palabra de Dios le dijo: “No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas”. Y sacándole afuera, le dijo: “Mira al cielo y cuenta las estrellas, si puedes contarlas, así será tu descendencia”. Y creyó Abram en Dios, el cual se lo reputó por justicia”. Debo añadir la aclaración; se escribe Abram antes de recibir la promesa y Abraham una vez que Dios le cambio el nombre tras darle la promesa.
            La frase “Y creyó Abram en Dios, el cual se lo reputó por justicia” es controvertida porque aparece dentro del nuevo testamento en las cartas de San Pablo y Santiago. En base a esta idea “creyó y fue considerado justo” se estructura la idea de “la justificación”, esto significa que el hombre al abrazar la fe como acto de conversión tras el arrepentimiento de sus malas obras recibe misericordia de parte de Dios. De aquí la idea “cree en Cristo y serás salvo”, ¡si, cree!, cree de tal forma para que tu fe te mueva a salir del pecado, y por esa fe camines obrando la justicia y la piedad en una vida acorde a la enseñanza del evangelio. Cree de esa forma.
            Abundando más en la experiencia de Abraham, el cual creyó y su simple acto de fe le sirvió para ser considerado justo, pondré el siguiente ejemplo: Soy arquitecto, supongamos que al visitar una ferretería comparto consejos con personas que desean remodelar sus casas y ninguno me cree. Después de ahí, por casualidad, conozco a alguien que desea remodelar un local comercial y le afirmo que soy arquitecto y que puedo darle alguna recomendación pero tampoco me cree, así sucesivamente, nadie cree que soy un especialista en el diseño y la construcción. ¿Cómo me sentiré?, ¿no se vendrá abajo mi autoestima?, desde luego que sí, pero ¿Qué pasara el día que encuentre a alguien que si desee tomar mi consejo y crea de que en verdad soy arquitecto?, ¿ese que me creyó sin ver mi título ó mi cedula, no me habrá hecho justicia?, claro que sí.
            La experiencia que Abraham tuvo con Dios es muy similar. Dios contemplando a sus creaturas buscaba algún individuo que le creyera, en medio de aquel mundo incrédulo al llamado divino, Dios encontró a uno que si creyó, y por esa fe, la fe del hombre que reconoce a su creador como un ser Verdadero, esa fe resulta ser un acto de justicia para Dios, por ello, Abraham fue considerado un hombre justo.  
            Lo mismo le sucedió a Jesús, un joven de Belén anunciando la llegada del Reino de Dios en Israel y nadie le creyó. Pero en medio de aquel paganismo e incredulidad hubo algunos que reconocieron aquella investidura que Jesús recibió y la afirmaron como Verdadera. Esa declaración de fe es un acto de justicia que la persona le hace a Cristo, porque él dijo “Yo soy la resurrección y la vida” y resucitó de entre los muertos.
            Para concluir, cualquiera tiene fe, hasta los charlatanes viven de la fe de muchos, también los demonios tienen fe y tiemblan. Debemos purificar nuestra fe y encaminarla a la Verdadera obra de Dios. Cualquier persona cree tener un dios pero no cualquier persona se dispone a modificar su vida en atención a ese único Dios Verdadero. “Y creyó Abram en Dios, el cual se lo reputó por justicia”.

domingo, 12 de agosto de 2018

Una Iglesia de carne


            Todos conocemos el pasaje de la torre de Babel, aquel edificio que los hombres antiguos crearon para llegar al cielo en su intento por conseguir la admiración del mundo. El relato del Génesis señala que en ese entonces todos los pueblos tenían un mismo lenguaje y expresaron; “vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la faz de la tierra” (cap. 11, v. 4). El texto afirma que Dios confundió el lenguaje de los hombres para que no lograran tal objetivo.
            El mensaje de la torre de Babel es actual si sabemos comprender los elementos que aparecen en el. ¿Acaso los hombres de hoy no hablan un mismo lenguaje y parecen estar de acuerdo en conseguir la fama?, de eso hablan todos, de la fama, el poder, el tener. El egocentrismo se apodera de su razón y aunque tengan el mismo dialecto no logran comunicarse entre sí por estar centrados en sí mismos. ¿Acaso no hemos hecho de nuestros templos una torre de Babel?, nuestro templo es el edificio en el cual pretendemos alcanzar el cielo en comunidad, tal cosa es permitida, pero hacemos del inmueble y nuestra vida un Babel cuando pretendemos alcanzar la fama como propósito último y convertimos la religión en algo superficial, permaneciendo ajenos a las cosas del Espíritu y las necesidades del prójimo.
            Existe un pasaje paralelo a la torre de Babel que puede ayudarnos a entender la vocación que Dios siembra en los hombres para que busquen las cosas espirituales, este se encuentra en el libro del Génesis y es el relato de “la escalera del sueño de Jacob”. El texto afirma; “De pronto llegó a un lugar, y se detuvo en él para pasar la noche, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso como almohada y se acostó allí. Entonces tuvo un sueño: vio una escalinata que estaba apoyada sobre la tierra, y cuyo extremo superior tocaba el cielo. Por ella subían y bajaban ángeles de Dios. Y el Señor, de pie junto a él, le decía: "Yo soy el Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra donde estás acostado. Tu descendencia será numerosa como el polvo de la tierra; te extenderás hacia el este y el oeste, el norte y el sur; y por ti y tu descendencia, se bendecirán todas las familias de la tierra. Yo estoy contigo: te protegeré dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra. No te abandonaré hasta haber cumplido todo lo que te prometo". Jacob se despertó de su sueño y exclamó: "¡Verdaderamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía!". Y lleno de temor, añadió: "¡Qué temible es este lugar! Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo". A la madrugada del día siguiente, Jacob tomó la piedra que le había servido de almohada, la erigió como piedra conmemorativa, y derramó aceite sobre ella. Y a ese lugar, que antes se llamaba Luz, lo llamó Betel, que significa "Casa de Dios" (Génesis 28:11-19).  
            Para el pensamiento judío, el lugar en el que Jacob se detuvo a descansar se cree que coincide con el monte Moriá, donde se construyó el Templo de Jerusalén. La Escalera simbolizaría el "puente" entre el Cielo y la Tierra, establecido a través del pacto entre Dios y el pueblo judío. Para el judaísmo el templo físico está muy ligado al pacto y al perdón, sin el templo de Jerusalén la fe judía está incompleta.
            Dentro de los evangelios existen alusiones a estas creencias judías y el caso de Jacob bajo una óptica cristiana. Es Jesús quien señaló: “En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre” (S. Juan 1:51). En esta expresión podemos entender que el puente entre el Padre y los hombres es Jesús, y que el templo del nuevo testamento en realidad es un templo encarnado; es Él y quien se añade a Él. Somos sagrarios de Dios por ser portadores de su presencia. La Iglesia es una Iglesia encarnada, de personas que buscan los dones divinos y forman lazos entre sí, pero entre ellos habrá aquellos que estén en Babel, ensimismados en ser reconocidos y ser protagonistas, creando divisiones porque no hablan un mismo lenguaje, el lenguaje del espíritu. Con ellos hay que guardar paciencia, hacer oración, ofrecer ayuno para que su deleite sea el Espíritu, y sobre todo mirar la viga en nuestro ojo, no sea que seamos iguales ó peor que ellos.