domingo, 11 de diciembre de 2016

Hablar con verdad es amar

Nos referimos a Dios como un padre para entender su amor, usando como analogía el trato que un buen padre da a sus hijos. El cuarto mandamiento señala “honrarás a tu padre y madre”, esto también podemos entenderlo como una analogía; “honrarás a Dios y la Iglesia”, Dios es padre y la Iglesia es madre. La palabra “honra” viene del latín “honos”, “honoris” y describe cualidades como rectitud, respeto, dignidad, decencia., de estas palabras latinas también se desprende “honesto, honrado, honorable”. Debemos honrar nuestra Iglesia y atender a su llamado.  
Nuestra Iglesia como madre debe corregirnos, un proverbio dice “el que mezquina la vara odia a su hijo, el que lo ama se esmera por corregirlo” (proverbios 13:24). Este pasaje se esmera en anunciar que la reprensión, “la vara”, en este caso “la Palabra de Dios”, no debe ser usada de modo injusto, sin saña, ni odio., la Iglesia nos ama y usa la palabra para corregirnos, no para humillarnos. Sin embargo, muchos de nosotros siendo rebeldes no estamos dispuestos a cambiar, preferimos no profundizar en la enseñanza y quedarnos ahí, también algunos pastores han preferido no profundizar para que la predicación no trastorne y no entrar en controversia – es fácil hablar del amor de Dios, lo difícil es hablar de santidad e infierno - Aquí encuentro algo que me parece sumamente irónico; sacerdotes con homilías laxas deseando congregar a más fieles y fieles que dejan la Iglesia para congregarse en sectas donde hasta les prohíben escuchar música secular ó ir al cine. ¿Esto está bien?, no, no está bien pero sucede., por esto, creo que los hombres que fungen como pastores en la Iglesia Católica no deben limitarse cuando anuncian la enseñanza de Cristo, a fin de cuentas siempre habrá oposición cuando compartimos la enseñanza de Jesús porque es la Palabra la que se opone al pecado y lo anuncia para salvar al pecador. Si olvidamos la búsqueda de la santidad estamos renegando de la paternidad de Dios, El nos llama a ser santos como El es Santo.
Aunque somos pecadores, debemos saber que Dios nos ama porque decidió amarnos, ninguna de nuestras malas obras podrá negar el amor que Dios tiene sobre nosotros. El amor de Dios no es como el amor imperfecto de los seres humanos que aman cuando les retribuyen un bien y dejan de amar cuando les pagan con un mal. Dios nos ama no por nuestras obras, sino porque El decidió amar. Dios es amor, un amor que se esmera en corregirnos.
¿Qué nos muestra la Palabra de Dios cuando nos adentramos a ella?, ¿nos muestra lo pecadores que somos ó lo Santo que es Dios?, ambas cosas, es indudable que cualquier hombre que ignora la Palabra y se adentra a ella por primera vez sentirá trastorno ó notara que la exigencia es muy alta para ser alcanzada desde su condición. He notado que los hombres iniciados que se encuentran en este dilema optan por dos opciones; ó se esmeran pidiendo ayuda a Dios ó claudican escudándose en los errores del cristianismo. La Palabra de Dios nos muestra lo injusto que somos, y esto debemos verlo como un beneficio y no como un oprobio; imaginémonos en un viaje por carretera donde no podemos divisar señalamientos para encontrar el destino, ¿Qué viajero estará contento?, ninguno. La Palabra aunque nos duela debe ser motivo de alegría para corregir la ruta y llegar a nuestro destino., solo pensemos, si el cielo se alegra cuando un pecador se arrepiente, ¿por qué no sentir alegría cuando alguien nos instruye haciéndonos ver nuestro pecado?, ¿acaso no somos los más beneficiados cuando reconocemos nuestro error y nos esmeramos por corregirlo?, ¡sí!, lo somos.   

Termino citando el proverbio; “No desprecies, hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes cuando él te reprende, porque el Señor reprende a los que ama como un padre a su hijo muy querido” (cap. 3, v. 11, 12). No limitemos la verdad de la Palabra divina, hablar con Verdad es amar, escuchemos.