lunes, 21 de noviembre de 2016

Y la Iglesia dicen: “¡Ven!”

El libro del apocalipsis expresa; “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida y se les abrirán las puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira. Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para decirles lo que se refiere a las Iglesias. Yo soy el Brote y el Descendiente de David, la estrella radiante de la mañana”. El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”, el que escucha diga también: “¡Ven!”, el que tenga sed, que se acerque; y el que lo desee, reciba gratuitamente el agua de la vida. Yo, por mi parte, advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: “Si alguno se atreve a añadir algo, Dios echará sobre él todas las plagas descritas en este libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la Ciudad Santa descritos en este libro”. El que da fe de estas palabras dice: “Sí, vengo pronto” (Apocalipsis 22:13-20).
El titulo de esta reflexión – “La Iglesia dice: ven” – está inspirado en este pasaje. El contexto de lo citado es una Iglesia perseguida en el siglo primero, que debe permanecer fiel y no perder la esperanza para confiar en el retorno y la salvación dada por Cristo.
El verso: “El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!” me hace apreciar una realidad latente entre bautizados. No en todos existe ese anhelo de encontrarse con Jesús, quizá porque no han tenido ese despertar al Espíritu Santo ó en el peor de los casos han apostatado de la fe (tenían fe y hoy la repudian).
Cuando el texto de apocalipsis se refiere a “la esposa” se está refiriendo a la Iglesia deseosa de encontrarse con Jesús. La esposa dice “ven” esperando la promesa del retorno, pero también la esposa “va” al encuentro de Jesús en la eucarística ó al menos procura la penitencia y purificación para poder comer. La Iglesia dice “Ven” y también “va”.
¿Somos de los que dicen “Ven”? ó ¿somos de los que no lavan sus ropas para tener acceso al árbol de la vida: la eucaristía?. Muchos tienen lecturas espectaculares del apocalipsis sin meditar en lo sencillo, como si fuesen a bajar destellos del cielo ó abrirse los suelos y apreciar las llamas del infierno, esto no es así. A modo general, el libro usa recursos literarios para expresar en imágenes la guerra entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado, entre una sociedad degradada que devora y pervierte a sus individuos y la esperanza de los fieles que desean construir y llegar a esa ciudad santa: la nueva Jerusalén.   
Muchos de nosotros confiamos en la bondad de Dios de un modo equivocado, cuando evidentemente y en muchas ocasiones nos quedamos fuera del pan eucarístico, el pan de la vida eterna. Así queda de manifiesto la misericordia, la justicia y el juicio de Dios de un modo concreto; Dios nos compartió la vida eterna en la eucarística y muchos no la procuraron, quedaron fuera de esa sociedad de gracia ó ciudad que describe apocalipsis.      

Cuando en el templo se hacen las filas para recibir la eucaristía, viene a mi mente ese verso de apocalipsis: “Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida y se les abrirán las puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira”. La confesión y la penitencia es un papel trascendental. Si en ti no está el deseo; “ven, Señor Jesús”, no estás lejos de la piedad y la paciencia de Dios, pero si estas lejos de ser Iglesia, porque la Iglesia dice “ven Señor” y la Iglesia va a donde este el Señor.