domingo, 11 de septiembre de 2016

Lo que es y lo que no

“Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.    Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?”. Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son los sanos que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan” (San Lucas 5:29-32).
Este pasaje es conocido para los credos cristianos, no solo católicos. Cristo se mezcla libremente entre los “impuros”, aquellos que por su condición no llevaban una vida ordenada según el pensamiento judío y los ritos de las leyes de Moisés. Los publicanos eran funcionarios romanos, recaudadores de impuestos, se desconoce si en este pasaje eran judíos de nacionalidad romana ó simplemente judíos que laboraban para el imperio. La descripción de “pecador” está de más exponerla, aunque en el contexto el canon de justicia estaba definido y normando por la cátedra de Moisés y sus 613 mandamientos. Los fariseos era un partido celoso de estos preceptos.
En estos versos Jesús expresa algo que será clave para el pensamiento cristiano y su misión; “No son los sanos que tienen necesidad de médico, sino los enfermos…, no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores para que se conviertan”. Cristo viene a sanar, otorgar alivio, sin embargo, debo hacer notar que los llamo “enfermos” y “pecadores” – esto puede sonar despectivo y hasta ofensivo para el mundo moderno - En la generación actual las principales banderas son la no discriminación, igualdad y equidad, ¿esta generación podrá reconocerse como enferma para ser sanada?, antes dirán “lo que es pecado para ti, no lo es para mí, respétame…”. Es difícil para el cristianismo compartir el mensaje para santificarlos, en ningún siglo ha sido fácil, ni lo será.
Anunciar el evangelio siempre traerá conflictos mas no significa que los católicos debamos propiciarlos. El evangelio es una invitación abierta a la justicia, la caridad y la santidad, por ende se convierte en una denuncia abierta a la injusticia, el egoísmo e inmoralidad. No deseo que los católicos caigamos en confusiones y compartamos un evangelio roto “con páginas de menos” para no ofender. El católico debe compartir el don que recibió, el milagro de su conversión – una lámpara no se pone debajo de la mesa –  

Algo he notado cuando se comparte el evangelio y el don de los mandamientos. Un modo puede ser sutil y diplomático, prudente evadiendo polémicas. Otro modo puede ser como el fuego, abierto y sin reservas, como una flecha certera e imparable. ¿Cómo se debe anunciar?, algunos tienen don para un modo y otros para otro, pero algo he visto; cuando una conversión llega el converso se alegra y poco le importan las formas ó modos que se usaron, es una obra de  Dios. Pero algo he notado también, cuando el evangelio se comparte a la mitad por lo general no funciona, termina siendo un discurso de amor sin santidad que no trasciende. ¡Eso ha dejado de ser cristianismo y se convirtió en un Jesús-ismo!, algo superficial donde el pecado y el averno son un mito como lo unicornios, ¿Cómo podrán arrepentirse si no saben que es pecado?, ¿Cómo podrán ser sanados por Jesús si primero no entienden su enfermedad? y ¿Cómo podrá la Iglesia guiarlos si pierde integridad cuando habla?. Entonces, es necesario que los católicos estudien el evangelio para que distingan lo que es y lo que no es.