domingo, 14 de agosto de 2016

Los valientes lo arrebatan

Cuando un cantante importante llega a la ciudad y por cortesía se reparten boletos estos se agotan con facilidad. Se revenden entradas, se paga el doble ó tres veces más para poder entrar. La gente duerme a las afueras del recinto para tomar los mejores lugares. Las vialidades y avenidas se congestionan por el interés de los asistentes. Desde lejos se aprecian fanáticos en las azoteas que al no poder entrar intentan disfrutar algo desde ahí. Terminado el evento, quienes acudieron presumen con sus amistades aquello que disfrutaron; fotos, camisas, autógrafos ó el boleto mismo. Siempre estarán los más decididos que esperan a las afueras del hotel ó el aeropuerto para apreciar la llegada ó partida del cantante. Estos son  arrebatos de una fanaticada que haría lo que fuera para estar cerca de su artista.
Imaginen al reino de los cielos como ese evento en un recinto de asientos numerados y cupo limitado. Si esto fuese así, creo que a las afueras habría filas y más filas de gente pidiendo entrar, pero como el corazón de Dios es muchísimo más amplio que el número de personas que han habitado este mundo quizá sucede al revés, hay más butacas vacías que asistentes.
En el evangelio de San Mateo, Cristo expresa algo sobre el reino; “Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista, y sin embargo el más pequeño en el Reino de los Cielos es más que él. Desde los días de Juan Bautista hasta ahora el Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él” (Cap. 11, V. 11,12). Dios jamás numero butacas pero si hay un lugar con tu nombre, el asunto es nuestro interés. Su reino es un regalo pero no es una “baratija”, se requiere un esfuerzo para tomar el cielo y hacerlo entrar en nosotros. Esto es vivir según sus mandamientos.
En el intento de llevar una vida más pura, muchos católicos abandonaron la Iglesia, se sumaron alguna secta y rompen radicalmente con hábitos pasados participando con ánimo en su nueva religión, pero cuando fueron católicos eran apáticos a las invitaciones pastorales en la Iglesia ó no prestaban atención a las homilías. Sin afán de juzgarlos, entiendo su afán por purificarse y comprometerse con su nuevo credo. Esto es un arrebato para llegar a ese reino, pero no olvidemos, según la biblia, el sectarismo es algo reprobado, es un pecado. Es mucho más perfecto alcanzar el reino dentro del cuerpo de Cristo que fuera de Él, si es que puede ser alcanzado desde una secta, eso lo decidirá solo Dios.   

En los textos de San Mateo, es Cristo quien invita al ser humano a romper con todo aquello que lo limita en su proceso de salvación y santidad. En ocasiones es la parroquia misma la que no permite que el creyente se desarrolle, convirtiéndose aquel templo en “la burocracia del reino de los cielos” donde las intenciones están pero nada sucede. Sin culpar a ningún sacerdote pues todos están saturados de actividades, Cristo se refiere al reino como algo que debe ser conquistado, la decisión está en cada bautizado. Los boletos están puestos sobre la mesa y no se acaban, lo que se acaba es el tiempo.