domingo, 28 de agosto de 2016

De fariseo a ser apóstol

San Pablo es uno de los autores más importantes del nuevo testamento, fue un judío de nacimiento proveniente del partido religioso de los fariseos, estos admitían al lado de la tradición escrita, una tradición oral que daba autoridad a los maestros en la ley para interpretar los textos sagrados y adaptarlos a circunstancias concretas. Los fariseos eran una especie de orden judía contemplativa e influyente, predicaciones y maestros, que definieron muchos conceptos esenciales del judaísmo, incluso para la humanidad; justicia de Dios y libertad del hombre, inmortalidad personal, juicio después de la muerte, paraíso, purgatorio e infierno, resurrección de los muertos, reino de gloria.
San Pablo como ex fariseo fue erudito de los versos del antiguo testamento, una vez convertido al cristianismo, fue capaz de traducir y compartir la revelación del antiguo testamento a la luz de la nueva alianza. Sin lugar a dudas, la resurrección de Cristo fue una confirmación a la creencia de los fariseos; existe la resurrección.
En los evangelios, los fariseos se distinguen por espiar a Jesús para buscar sus errores y contradecirlo, siendo celosos hasta el ridículo de las leyes hebreas. Cuando San Pablo paso de ser fariseo para convertirse en cristiano, debió “sacar la viga de su ojo y dejar de ver la paja en el ojo ajeno”. En la carta a los Romanos, el apóstol, expresa su lucha interior por mantenerse firme y alejado del pecado, mostrándose débil y dando gracias a Dios por la justificación que recibe el pecador por la gracia de Cristo.  
El escribió; “Pero yo no hubiera conocido el pecado si no fuera por la Ley de Dios. En efecto, hubiera ignorado la codicia, si la Ley no dijera: "No codiciarás". Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le daba el precepto, provocó en mí toda suerte de codicia, porque sin la Ley, el pecado es cosa muerta. Hubo un tiempo en que yo vivía sin Ley, pero al llegar el precepto, tomó vida el pecado, porque el pecado, aprovechando la oportunidad que le daba el precepto, me sedujo y, por medio del precepto, me causó la muerte, y yo, en cambio, morí. Así resultó que el mandamiento que debía darme al vida, me llevó a la muerte (por la tentación de infringir la ley). De manera que la Ley es santa, como es santo, justo y bueno el precepto. ¿Pero es posible que lo bueno me cause la muerte? ¡De ningún modo! Lo que pasa es que el pecado, a fin de mostrarse como tal, se valió de algo bueno para causarme la muerte, y así el pecado, por medio del precepto, llega a la plenitud de su malicia. Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, y estoy vendido como esclavo al pecado. Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco. Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena. Pero entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí, porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo.         Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí. De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal. Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte por el pecado? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi corazón sirvo a la Ley de Dios, pero con mi carne soy débil a la ley del pecado” (Romanos 7:7-25).

Sigamos adelante sabiendo que somos débiles pero es Dios quien ha puesto los medios para santificarnos día con día. 

domingo, 21 de agosto de 2016

El bautismo de niños

Espero que  Dios guíe a las personas para que puedan comprender de modo sensible la reflexión del siguiente artículo, muchos piensan que bautizar a un menor es inadmisible.  
Expresa el evangelio; “Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman; esto es mi cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la pasó diciendo: “Beban todos de ella: esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por muchos, para el perdón de sus pecados. Y les digo que desde ahora no volveré a beber del fruto de la vid, hasta el día en que lo beba nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre” (S.  Mateo 26:26-29). ¿Qué tiene que ver este pasaje del evangelio con el bautismo de bebes?, probablemente poco pero adentrémonos. En la consagración del pan ¿es el pan quien decide ser Eucaristía ó es Dios quien decide?. Es Dios quien decide convertir su cuerpo en pan. ¿Cuándo nuestros padres terrenales decidieron darnos vida, fuimos nosotros quien lo decidió?, no, ellos lo decidieron por nosotros.
Siguiendo la misma línea de pensamiento, los apóstoles reciben el Espíritu Santo el día de Pentecostés, evento narrado en los Hechos de los Apóstoles. Bajo el mismo enfoque, ¿fueron los apóstoles quienes decidieron recibir el soplo del Espíritu ó fue Cristo quien lo decidió?. Dios lo decidió y en los evangelios también el Jesús se refiere a ellos como: “ustedes no me escogieron a mí, fui yo quien los escogió a ustedes…” (S. Juan 15:16-18). Es Jesús quien escoge, Dios es quien escoge.
Este soplo del  Espíritu recibido por los discípulos en Pentecostés es un paralelo al soplo que recibió Adán cuando el Génesis menciona; “Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente…” (c. 2 v. 7) ¿fue Adán quien decidió ser criatura ó fue Dios quien lo decidió?. Dios lo decidió y dio vida al género humano.
Del relato del Génesis se desprenden realidades importantes; la vida humana y su relación con Dios. En el pasaje de la creación de Adán entendemos que la vida espiritual no la decidió Adán sino Dios, pues el creador soplo y le dio vida de dos formas; física y espiritual. La Iglesia enseña que el pecado original no es un acto cometido por los descendientes, Caín y Abel ó nosotros, el pecado original es la ausencia de la gracia - que en el pasaje del Génesis está representado por el Edén, apreciemos, Caín y Abel nacen inocentes pero nacen fuera de Edén.  
Concluyamos utilizando los paralelos; si el pan no decidió ser Eucaristía, ni Adán decidió ser creado y tener vida en el espíritu - aunque la perdió. El bautizar a un niño es como convertir a ese pan en un templo de Dios, es hacerlo copartícipe del cuerpo de Cristo, en el sentido espiritual es como tomar ese polvo de la tierra para soplar sobre él y darle vida en el Reino de Dios, es entregarle lo que le faltaba – Es hacerle justicia a la creación humana, bautizar y hacer discípulos.

En un entorno cristiano cada niño que nace en un hogar católico es recibido por el mismo Jesús porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo.  

domingo, 14 de agosto de 2016

Los valientes lo arrebatan

Cuando un cantante importante llega a la ciudad y por cortesía se reparten boletos estos se agotan con facilidad. Se revenden entradas, se paga el doble ó tres veces más para poder entrar. La gente duerme a las afueras del recinto para tomar los mejores lugares. Las vialidades y avenidas se congestionan por el interés de los asistentes. Desde lejos se aprecian fanáticos en las azoteas que al no poder entrar intentan disfrutar algo desde ahí. Terminado el evento, quienes acudieron presumen con sus amistades aquello que disfrutaron; fotos, camisas, autógrafos ó el boleto mismo. Siempre estarán los más decididos que esperan a las afueras del hotel ó el aeropuerto para apreciar la llegada ó partida del cantante. Estos son  arrebatos de una fanaticada que haría lo que fuera para estar cerca de su artista.
Imaginen al reino de los cielos como ese evento en un recinto de asientos numerados y cupo limitado. Si esto fuese así, creo que a las afueras habría filas y más filas de gente pidiendo entrar, pero como el corazón de Dios es muchísimo más amplio que el número de personas que han habitado este mundo quizá sucede al revés, hay más butacas vacías que asistentes.
En el evangelio de San Mateo, Cristo expresa algo sobre el reino; “Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista, y sin embargo el más pequeño en el Reino de los Cielos es más que él. Desde los días de Juan Bautista hasta ahora el Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él” (Cap. 11, V. 11,12). Dios jamás numero butacas pero si hay un lugar con tu nombre, el asunto es nuestro interés. Su reino es un regalo pero no es una “baratija”, se requiere un esfuerzo para tomar el cielo y hacerlo entrar en nosotros. Esto es vivir según sus mandamientos.
En el intento de llevar una vida más pura, muchos católicos abandonaron la Iglesia, se sumaron alguna secta y rompen radicalmente con hábitos pasados participando con ánimo en su nueva religión, pero cuando fueron católicos eran apáticos a las invitaciones pastorales en la Iglesia ó no prestaban atención a las homilías. Sin afán de juzgarlos, entiendo su afán por purificarse y comprometerse con su nuevo credo. Esto es un arrebato para llegar a ese reino, pero no olvidemos, según la biblia, el sectarismo es algo reprobado, es un pecado. Es mucho más perfecto alcanzar el reino dentro del cuerpo de Cristo que fuera de Él, si es que puede ser alcanzado desde una secta, eso lo decidirá solo Dios.   

En los textos de San Mateo, es Cristo quien invita al ser humano a romper con todo aquello que lo limita en su proceso de salvación y santidad. En ocasiones es la parroquia misma la que no permite que el creyente se desarrolle, convirtiéndose aquel templo en “la burocracia del reino de los cielos” donde las intenciones están pero nada sucede. Sin culpar a ningún sacerdote pues todos están saturados de actividades, Cristo se refiere al reino como algo que debe ser conquistado, la decisión está en cada bautizado. Los boletos están puestos sobre la mesa y no se acaban, lo que se acaba es el tiempo. 

domingo, 7 de agosto de 2016

Como ovejas en medio de lobos

“Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes” (San Lucas 10:1-9).
En este texto de San Lucas aparecen números que son símbolos. Setenta y dos es múltiplo de doce (apóstoles), de tres (trinidad) y de dos (Jesus y usted). Esto no es casualidad, existe todo un lenguaje en los números de los textos bíblicos. Por múltiplos y símbolos podríamos decir que en los setenta y dos discípulos estaban inmersos los apóstoles, la trinidad, Jesus y usted. Hay coyunturas en los números que aparecen en la biblia.  
La misión de los setenta y dos era preceder en las ciudades donde Jesus había de estar, esto nos traslada a la labor de San Juan Bautista, aquel que preparaba el camino para la venida del Señor. Nosotros como discípulos también preparamos el camino de otros y el nuestro. No podemos ir ante el pecador y ante los lobos con un mensaje carente de piedad. El mensaje es de paz, y quien no desea recibir la paz no es digno de ella, quien desecha la paz va construyendo poco a poco su infierno.
También Jesus menciona; “la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha…”. Aunque el verso es muy conocido, meditemos; cuando nos referimos a cosecha hablamos de frutos, de la conclusión y retribución de una tarea agrícola, ¿a qué cosecha se refiere Jesus?, ¿se refiere a la obra de Israel que estaba por concluir ó Jesus está viendo la labor del Reino ya como una retribución, como una cosecha?. Creo que Jesus ve el Reino de Dios como un fruto que debe ser compartido con pecadores, a la inversa de Adán que comió del fruto prohibido del Edén, la cosecha de Dios es llevar el Reino como ese fruto que restaura nuestra fractura espiritual.   

El mensaje de San Lucas es actual; anunciar el reino de Dios como ovejas en medio de lobos, llevando la paz de casa en casa. Pero, se ha preguntado, ¿Cómo se puede llevar la paz en medio de lobos? Ó ¿Cómo puede un lobo recibir la paz?. El texto menciona “si hay alguien digno de recibir la paz, esa paz reposara sobre él, de lo contrario volverá a ustedes…”, ¿Cuantas veces el lobo nos ha robado la paz?, no es cosa fácil y más si el lobo está dentro de nosotros. Procuremos guardar esa dignidad a la que se refiere Jesus para no perder la paz, no sea que por el mal terminemos siendo lobos en medio de ovejas.