domingo, 17 de julio de 2016

Perpetuar el pueblo de Dios

En el libro del Génesis, Sara “la estéril”, esposa de Abraham espera un hijo. Esta historia es de gran importancia en la historia de la salvación. El hijo que vendrá será llamado Isaac, se convertirá en padre de Jacob de donde surgirá el pueblo de  Israel.
Isaac es fruto de la promesa que Dios estableció con Abraham, por este designio sus descendientes poseían este bien para sí. Por lo tanto, la esposa de Isaac, tenía que ser esa mujer que perpetuara la promesa educando a sus hijos en la fe. Por esta causa, Abraham encomienda a su siervo para que búsquese mujer idónea para Isaac; “y júrame por Yavé, Dios del cielo y de la tierra, que no tomarás para mi hijo una mujer cananea, pues vivo en medio de éstos, sino que irás a mi país, a buscar entre mi parentela una mujer para mi hijo Isaac” (Gen. 24:3, 4). Los cananeos eran politeístas y Abraham monoteísta. Aunque en el contexto la religión es primitiva, el mensaje es sencillo; no debe mezclarse la fe y el culto Abraham con los cultos que ofrecen los pueblos a deidades ajenas.
El pueblo católico tiene varias promesas, no solo la promesa de recibir la vida eterna al guardar los mandamientos de Jesús, sino también, la promesa que recibió San Pedro (S. Mateo 16:18), sin olvidar, que somos descendientes espirituales del Padre por el Espíritu Santo y de la Virgen María (Apocalipsis 12:17).
En los primeros capítulos del Génesis encontramos dos relatos de la creación del ser humano. El primero señala; “Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Varón y mujer los creó” (Gen. 1:27). En el primer relato ambos géneros son creados como iguales. El segundo relato tiene connotaciones conyugales; “Entonces Yavé hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Le sacó una de sus costillas y rellenó el hueco con carne. De la costilla que Yavé había sacado al hombre, formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces el hombre exclamó: “Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada varona porque del varón ha sido tomada”. Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y pasan a ser una sola carne” (Gen. 2:21-24). El mensaje es sencillo y es profundo; es conveniente contraer matrimonio con aquella persona semejante a ti - no solo en gustos ó afinidades - , sino afín a la cosmovisión. En el acto conyugal se comparten los cuerpos, pero es necesario compartir lo más íntimo y oculto; ¡la fe!, de tal suerte que podamos decir “esta si es hueso de mis huesos”. ¿Podremos hacer vida con alguien que constantemente cuestiona nuestra la fe ó reniega de ella?, ¿Cómo podremos formar la fe en nuestros hijos cuando el cónyuge se opone?, es una labor para los santos.

Para los solteros mencionare; Adán se encontraba solo, Dios lo hizo entrar en un sueño para sacar de su costilla a su mujer. Que los hombres de fe no dejen de soñar, Dios puede sacar una pareja de nuestra costilla para perpetuar el pueblo de Dios.