domingo, 17 de abril de 2016

No ven, no entienden

               Un familiar comento; “me gustaría abrir el entendimiento de los incrédulos para que comprendan lo hermoso que es el evangelio”. Hace años este familiar experimento una conversión, ha crecido su fe, desde ser un simple creyente reacio a las normas de la Iglesia, hoy se alegra de comulgar y seguir mandamientos que antes cuestionaba., afirma, "el significado de la vida está en la fe, en el amor del Padre, en vivir la misa". Su frase: “me gustaría abrir el entendimiento de los incrédulos” me hizo recordar un pensamiento del apóstol San Pablo.
            “Moisés cubría su rostro con un velo para impedir que los israelitas vieran el fin de un esplendor pasajero.        Pero a los judíos se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer. Sí, hasta el día de hoy aquel velo les cubre la inteligencia siempre que leen a Moisés.        Pero al que se convierte al Señor, se le cae el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Nosotros, en cambio, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu” (2da de Corintios 3:13-18).
            San Pablo esta citando un episodio del Antiguo Testamento, donde Moisés, tras recibir los diez mandamientos y permanecer varios días en el monte Sinai en la presencia de Dios, desciende con un rostro resplandeciente, tanto, que cubrió su rostro con un velo para no lastimar con su brillo. El apóstol se refiere aquel resplandor de Moisés como “pasajero”, haciéndolo paralelo de la gloria del Antiguo Testamento que estuvo limitada a la llegada del Mesías. El Nuevo Testamento es superior por ser una alianza eterna de Dios con los hombres, esta gloria no es pasajera sino para siempre. San Pablo añade también que los judíos son incapaces de ver el mesianismo de Jesús, pues “hasta el día de hoy aquel velo les cubre la inteligencia siempre que leen a Moisés”.
            Algo sumamente importante del fragmento Paulino, es la relevancia que el apóstol da al Espíritu Santo para reconocer a Cristo como guía de vida y orden social; “el que se convierte al Señor, se le cae el velo”. Solo por argumentos los judíos no podrán comprender que Jesús es su Mesías, requieren al Espíritu Santo. Esta limitación espiritual se asemeja a la que viven los incrédulos, que tampoco pueden ver a Jesús como salvador del mundo, ofrenda de Dios en pago por nuestras injusticias.
            La incredulidad es una incapacidad espiritual del individuo, por lo tanto, es inútil que el creyente se desgaste promocionando el evangelio para ver si alguno de estos lo recibe, esto es, como desear que un ciego vea el horizonte solo porque describimos el paisaje, no lo verá jamás, necesita un milagro dado por Dios. San Pablo comprendió y compartió esta realidad espiritual; “existe este velo”, una muralla que impide ver la realidad del evangelio, San Pablo lo enseño porque lo vivió antes de su conversión, cuando era enemigo del evangelio.    
            Debo añadir que yo también lo viví; estar con esa venda en los ojos antes de la conversión, y no ver la realidad de Dios tan evidente, que se encuba, crece y alimenta el interior humano. Para poder avanzar, es necesario comprender y tolerar esta limitación que existe en quienes no han recibido el don de la fe. Como conversos nos toca sumarnos a la obra de Jesús, hacer crecer el don que recibimos desde la Iglesia, participar y sumarse, ejercitar en nosotros la paciencia con aquellos que aun no entienden y no ven.