domingo, 18 de diciembre de 2016

El apologista

Un apologista es aquel que se encarga y esmera en defender la fe, en los primeros siglos la Iglesia tuvo defensores de la fe. San Pablo plasma en la biblia su labor apologética en sus retoricas hacia los judaizantes, cuando estos deseaban imponer las leyes de Moisés a los cristianos, ó también, cuando los griegos abrazaron la fe e introdujeron rumores sobre la naturaleza de Jesús al referirse a él como “hijo de los dioses” haciendo alusión a la mitología, por esto, expone en la carta a los Colosenses “él existe antes de todas las cosas y todo subsiste en él” (cap. 1 v. 17). En el naciente cristianismo de San Pablo, el Verbo es junto al Padre autor de todas las cosas.
El apologista es un educador que ofrece una retorica para derribar los argumentos que se oponen al legado de fe apostólico, pero, ¿esto sirve de algo actualmente?, si, y lo explicare con una anécdota. Viví como ateo por muchísimos años, cuando desperté a la fe no sabía a qué Iglesia debía acudir – quizá para ustedes es fácil definirlo porque son católicos – yo investigue, trate de conocer, pues un ateo venido a la fe no tiene porque dar preferencia a la Iglesia Católica sobre cualquier otro credo y menos si se estima analítico. En este camino conocí personas de distintos credos, algunos de buena intención, otros fanáticos. En ese tiempo me gustaba escuchar las predicaciones del Padre Jorge Loring por EWTN pero lo consideraba algo fanático y fariseo por su postura católica definida y pesada como un plomo. En ese entonces era creyente sin Iglesia – como tantos – creo que pase cuatro años de mi vida enviando preguntas al apologista Frank Morera, el siempre respondió aunque su postura me parecía muy cerrada y acotada.
El modo y la forma usada por Loring y Morera resulto arcaica y cerrada en su momento, pero de no exponer la fe con tal claridad y sustento, seguiría sin conocer la Iglesia; “la columna y fundamento de la Verdad” (1era de Timoteo 3:15). La Iglesia Católica es una bendición por su estructura y orden doctrinal, su jerarquía pastoral y sobre todo su secuencia histórica. ¿Usted cree que todas las religiones son iguales?, yo que viví la fe sin Iglesia sostengo que no todo es igual.   
Por esta experiencia de vida afirmo que es decepcionante escuchar a católicos que homologan la Iglesia con cualquier otro credo sin dar importancia a la promesa que tiene San Pedro. Ustedes, los que piensan así, viven en la ignorancia, con su indiferencia propician que otros no tengan acceso a la eucaristía, ni tengan contacto con la enseñanza que prevalece en la sucesión apostólica., su actitud es el tropiezo de los alejados, aquellos que desean encontrarse con Jesús de un modo más pleno y en una obediencia mas grande., su diplomacia no libra a nadie del error, al contrario, hace que los hombres permanezcan y crezcan en el. Consideremos que la eucaristía fue establecida por el amor de Jesús, y esta expresión no puede ser hallada fuera de la sucesión apostólica. No todas las religiones son iguales. ¿Cuál es el pago que Dios les dará a ustedes?, al menos guarden el talento en un banco para que genere intereses.
Deseo terminar haciendo un paralelo entre el pueblo de Israel y la Iglesia. Debemos reconocer que el papel de Israel fue guardar la revelación hasta la llegada del mesías, básicamente, ese es el papel de la Iglesia de Pedro hoy en día; hacer discípulos, guardar la enseñanza de Jesús y la revelación hasta su segunda venida. En el antiguo testamento los judíos se equivocaron en muchas ocasiones pero la voz de los profetas y la promesa sobre la tribu de Juda provoco que Israel permaneciera. Hoy en día, las voces de muchos católicos exigen que la Iglesia se modernice y se ajuste a la moral de hoy en temas como el aborto, el matrimonio homosexual y los matrimonios múltiples, también el sectarismo es una plaga., hoy, es fundamental dar una correcta apología de la santidad y compartir el papel que la Iglesia juega en el proyecto de la salvación, la unidad es fundamental. Unámonos a San Pedro así como Israel se unió a Juda, no sea que un día el mesías llegue ó nos llegue la muerte y nuestra ignorancia nos haga cosechar el fruto, siendo encontrados lejos del pueblo santo.        

domingo, 11 de diciembre de 2016

Hablar con verdad es amar

Nos referimos a Dios como un padre para entender su amor, usando como analogía el trato que un buen padre da a sus hijos. El cuarto mandamiento señala “honrarás a tu padre y madre”, esto también podemos entenderlo como una analogía; “honrarás a Dios y la Iglesia”, Dios es padre y la Iglesia es madre. La palabra “honra” viene del latín “honos”, “honoris” y describe cualidades como rectitud, respeto, dignidad, decencia., de estas palabras latinas también se desprende “honesto, honrado, honorable”. Debemos honrar nuestra Iglesia y atender a su llamado.  
Nuestra Iglesia como madre debe corregirnos, un proverbio dice “el que mezquina la vara odia a su hijo, el que lo ama se esmera por corregirlo” (proverbios 13:24). Este pasaje se esmera en anunciar que la reprensión, “la vara”, en este caso “la Palabra de Dios”, no debe ser usada de modo injusto, sin saña, ni odio., la Iglesia nos ama y usa la palabra para corregirnos, no para humillarnos. Sin embargo, muchos de nosotros siendo rebeldes no estamos dispuestos a cambiar, preferimos no profundizar en la enseñanza y quedarnos ahí, también algunos pastores han preferido no profundizar para que la predicación no trastorne y no entrar en controversia – es fácil hablar del amor de Dios, lo difícil es hablar de santidad e infierno - Aquí encuentro algo que me parece sumamente irónico; sacerdotes con homilías laxas deseando congregar a más fieles y fieles que dejan la Iglesia para congregarse en sectas donde hasta les prohíben escuchar música secular ó ir al cine. ¿Esto está bien?, no, no está bien pero sucede., por esto, creo que los hombres que fungen como pastores en la Iglesia Católica no deben limitarse cuando anuncian la enseñanza de Cristo, a fin de cuentas siempre habrá oposición cuando compartimos la enseñanza de Jesús porque es la Palabra la que se opone al pecado y lo anuncia para salvar al pecador. Si olvidamos la búsqueda de la santidad estamos renegando de la paternidad de Dios, El nos llama a ser santos como El es Santo.
Aunque somos pecadores, debemos saber que Dios nos ama porque decidió amarnos, ninguna de nuestras malas obras podrá negar el amor que Dios tiene sobre nosotros. El amor de Dios no es como el amor imperfecto de los seres humanos que aman cuando les retribuyen un bien y dejan de amar cuando les pagan con un mal. Dios nos ama no por nuestras obras, sino porque El decidió amar. Dios es amor, un amor que se esmera en corregirnos.
¿Qué nos muestra la Palabra de Dios cuando nos adentramos a ella?, ¿nos muestra lo pecadores que somos ó lo Santo que es Dios?, ambas cosas, es indudable que cualquier hombre que ignora la Palabra y se adentra a ella por primera vez sentirá trastorno ó notara que la exigencia es muy alta para ser alcanzada desde su condición. He notado que los hombres iniciados que se encuentran en este dilema optan por dos opciones; ó se esmeran pidiendo ayuda a Dios ó claudican escudándose en los errores del cristianismo. La Palabra de Dios nos muestra lo injusto que somos, y esto debemos verlo como un beneficio y no como un oprobio; imaginémonos en un viaje por carretera donde no podemos divisar señalamientos para encontrar el destino, ¿Qué viajero estará contento?, ninguno. La Palabra aunque nos duela debe ser motivo de alegría para corregir la ruta y llegar a nuestro destino., solo pensemos, si el cielo se alegra cuando un pecador se arrepiente, ¿por qué no sentir alegría cuando alguien nos instruye haciéndonos ver nuestro pecado?, ¿acaso no somos los más beneficiados cuando reconocemos nuestro error y nos esmeramos por corregirlo?, ¡sí!, lo somos.   

Termino citando el proverbio; “No desprecies, hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes cuando él te reprende, porque el Señor reprende a los que ama como un padre a su hijo muy querido” (cap. 3, v. 11, 12). No limitemos la verdad de la Palabra divina, hablar con Verdad es amar, escuchemos.  

domingo, 4 de diciembre de 2016

El luto de Dios

Recuerdo que mis abuelos guardaban luto después del funeral, por varios días vestían de negro y no acudían a fiestas, de esta forma externa expresaban el dolor interno.
¿Dios está de luto?, en los evangelios se menciona que el cielo obscureció cuando Cristo fue crucificado, este signo es tomado como un dolor celestial, un luto divino, pintar el cielo de negro. Decir “Dios está de luto” es un símbolo, y creo que su luto empezó desde Edén cuando Adán murió por el pecado.
El evangelista San Lucas se refirió a Adán “como hijo de Dios” (cap. 3, v.38), desde esta óptica, decir “a Dios se le murió un hijo en el Edén” expresa la visión dolorosa del Padre. El pecado de Adán, visto desde el nuevo testamento, y sabiendo que el cuerpo es templo del Espíritu Santo y el Edén un símbolo de la plenitud en la gracia, me hace reflexionar, ¿Adán murió en el Edén ó Dios se murió en el corazón de Adán?, creo que ambas cosas a la vez. Claro, el pecado de Adán fue un pecado mortal, claro que sí, pero ¿qué pasa cuando a un padre se le muere un hijo?, ¿no muere algo del padre junto con él?, sí, si muere. Dios vio morir al ser humano en el pecado de Adán y vivió un luto, bajo un dolor celestial escondido, similar al de un cigoto abortado que no puede llorar porque no tiene ojos, ni boca para ser escuchado - a Dios nadie lo ha visto jamás – y su dolor quedo oculto en los siglos esperando ser manifestado de alguna manera.   
Por el pecado de Adán, Dios vio morir al ser humano y se compadeció, no de una forma lejana – como quien visita a un reo en prisión - sino del modo más cercano – haciéndose compañero de prisión. Así, Dios vio morir al ser humano y se compadeció falleciendo a su lado, participando de la muerte humana en la crucifixión. El pecado nos dio muerte a todos y El sin participar del pecado murió como nosotros, nos acompaño haciéndose uno de nosotros.    
En el pecado del Edén, ¿Adán murió ó Dios se murió en el corazón de Adán?, Adán murió y Dios también murió en el corazón de los hombres, y el sufrimiento de Dios nadie lo escuchó. Este dolor celestial que nadie vio, nadie escucho, dolor oculto guardado por los siglos, quedo expresado de forma visible por Cristo, quien cargo el silencio doloroso del Padre, pues Jesús también cerró su boca, como cordero fue llevado al matadero y permaneció mudo ante sus trasquiladores. El silencio doloroso de Dios quedo manifestado en el silencio de Jesús. Como el dolor que cargamos y nadie ve hasta que se hace visible cuando nos brotan las lagrimas.

Entre dolores celestes y terrenos debo admitir que la sabiduría de Dios es sorprendente e inagotable, con esta tragedia a querido purificarnos de la rebeldía que nos lleva a la muerte, pues, si la humanidad representada por Adán no pudo estar unida a Dios en la alegría plena del Edén, quizá al menos, pueda unirse a Él en el dolor de su crucifixión. En el Edén estuvo permitido vivir sin participar del árbol que nos llevo a la muerte – caímos y caemos -  Hoy, habremos de participar de una muerte – la de Cristo - crucificando nuestra rebeldía para poder vivir. El que quiera seguir a Jesús, tome su cruz y sígalo. 

domingo, 27 de noviembre de 2016

El árbol de la vida

En una época de mi vida pensaba que comulgar y confesarse no era algo necesario, creía solo bastaban las buenas obras para entrar al cielo, lo creía de un modo personal, sin tener conocimiento de la biblia, ni profundizar en mi fe católica. Entiendo que mucha gente ha dejado de prestar atención a los sacramentos por ignorancia. Si alguno de nosotros siente esta ambivalencia: “obras buenas” ó “sacramentos”, hacer tal distinción es un pensamiento torcido. Un católico no tendría porque decidir entre uno ú otro, sabe que son las dos, me atrevo a decir que es el mismo demonio quien ha puesto la duda; “¿Para que los sacramentos si podemos hacer caridad y entrar al cielo?”., explicare el porqué.
La eucaristía es un regalo, supongamos; Dios desea regalarnos un automóvil, ¿decidiríamos recibirlo ó no?, ¡no lo haríamos!, de inmediato diríamos que sí. Dios desea regalarnos la vida eterna y nos provee de la gracia mediante los sacramentos, esto es sumamente claro y firme en las Escrituras, cuando Cristo se refiere a la Eucaristía expresa; “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final” (San Juan 6:54). ¿Alguna duda?.
El demonio nos aleja poco a poco de la eucaristía, para entender la sutil tentación hagamos un paralelo usando la biblia. El libro del Génesis describe como Dios entrego la creación al ser humano pidiéndole no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal; “De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Génesis 2:16). La serpiente fue el tentador, engañando a Eva los invito a comer, afirmando que no habría consecuencias, serian iguales a Dios. De esta forma pecaron y fueron expulsados del Edén, tras la salida, Dios expresa; "El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre. Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara la tierra de la que había sido sacado. Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vida" (Génesis 3:22-24). En estos versos se pueden distinguir signos eucarísticos; comer para tener acceso a la vida eterna, y obviamente, la prohibición y custodia del árbol de vida, Adán y Eva no debían comerlo porque habían pecado. Algo similar ocurre con la Eucaristía, quien está en pecado no debe comerla, le hace un mal.
Hoy tenemos las cosas al revés, no vivimos dentro del Edén sino en el mundo, podemos apreciar la eucaristía como ese árbol que nos otorga la vida eterna, al sacerdote como ese Ángel que la custodia usando la espada – la Palabra de Dios – y que nos permite acezar a ella absolviéndonos de nuestros pecados, pero también el demonio nos asecha, no se disfraza de serpiente aunque se opone a que los hombres comulguen, sus argumentos son como gotas de aguas negras que poco a poco empuercan la fe de los hombres, siendo astuto nos dice a solas; “¿Para qué comulgar?, haciendo caridad también puedes salvarte”. Hasta alejarnos totalmente del regalo que Dios nos entrega.

En el Edén, Dios dijo “no coman” y el tentador con su engaño los hizo comer, hoy Jesús dice “coman” y el nos hace creer que no es necesario. Hagamos caso a Jesús; el que come tiene vida eterna. Hay que buscar la absolución para poder comer. 

lunes, 21 de noviembre de 2016

Y la Iglesia dicen: “¡Ven!”

El libro del apocalipsis expresa; “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida y se les abrirán las puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira. Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para decirles lo que se refiere a las Iglesias. Yo soy el Brote y el Descendiente de David, la estrella radiante de la mañana”. El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”, el que escucha diga también: “¡Ven!”, el que tenga sed, que se acerque; y el que lo desee, reciba gratuitamente el agua de la vida. Yo, por mi parte, advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: “Si alguno se atreve a añadir algo, Dios echará sobre él todas las plagas descritas en este libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la vida y en la Ciudad Santa descritos en este libro”. El que da fe de estas palabras dice: “Sí, vengo pronto” (Apocalipsis 22:13-20).
El titulo de esta reflexión – “La Iglesia dice: ven” – está inspirado en este pasaje. El contexto de lo citado es una Iglesia perseguida en el siglo primero, que debe permanecer fiel y no perder la esperanza para confiar en el retorno y la salvación dada por Cristo.
El verso: “El Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!” me hace apreciar una realidad latente entre bautizados. No en todos existe ese anhelo de encontrarse con Jesús, quizá porque no han tenido ese despertar al Espíritu Santo ó en el peor de los casos han apostatado de la fe (tenían fe y hoy la repudian).
Cuando el texto de apocalipsis se refiere a “la esposa” se está refiriendo a la Iglesia deseosa de encontrarse con Jesús. La esposa dice “ven” esperando la promesa del retorno, pero también la esposa “va” al encuentro de Jesús en la eucarística ó al menos procura la penitencia y purificación para poder comer. La Iglesia dice “Ven” y también “va”.
¿Somos de los que dicen “Ven”? ó ¿somos de los que no lavan sus ropas para tener acceso al árbol de la vida: la eucaristía?. Muchos tienen lecturas espectaculares del apocalipsis sin meditar en lo sencillo, como si fuesen a bajar destellos del cielo ó abrirse los suelos y apreciar las llamas del infierno, esto no es así. A modo general, el libro usa recursos literarios para expresar en imágenes la guerra entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado, entre una sociedad degradada que devora y pervierte a sus individuos y la esperanza de los fieles que desean construir y llegar a esa ciudad santa: la nueva Jerusalén.   
Muchos de nosotros confiamos en la bondad de Dios de un modo equivocado, cuando evidentemente y en muchas ocasiones nos quedamos fuera del pan eucarístico, el pan de la vida eterna. Así queda de manifiesto la misericordia, la justicia y el juicio de Dios de un modo concreto; Dios nos compartió la vida eterna en la eucarística y muchos no la procuraron, quedaron fuera de esa sociedad de gracia ó ciudad que describe apocalipsis.      

Cuando en el templo se hacen las filas para recibir la eucaristía, viene a mi mente ese verso de apocalipsis: “Felices los que lavan sus ropas, porque así tendrán acceso al árbol de la vida y se les abrirán las puertas de la ciudad. Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira”. La confesión y la penitencia es un papel trascendental. Si en ti no está el deseo; “ven, Señor Jesús”, no estás lejos de la piedad y la paciencia de Dios, pero si estas lejos de ser Iglesia, porque la Iglesia dice “ven Señor” y la Iglesia va a donde este el Señor.  

domingo, 13 de noviembre de 2016

Nuestro padre es Dios

En los evangelios se describe la predicación de san Juan bautista, profeta y maestro que anunciaba la llegada del mesías a Jerusalén. El evangelio de San Mateo narra; “Juan vio que un grupo de fariseos y de saduceos habían venido donde él bautizaba, y les dijo: Raza de víboras, ¿cómo van a pensar que escaparán del castigo que se les viene encima?, muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: Abraham es nuestro padre. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas piedras. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto, será cortado y arrojado al fuego” (San Mateo 3:7-10).
De estos versos podemos desprender dos paralelos importantes para actualizar el discurso del bautista. El primer paralelo es que nosotros, católicos, también esperamos la llegada del mesías al mundo y debemos prepáranos, a esta segunda venida la llamamos parusía. El segundo paralelo es pocas veces visto; “Abraham es nuestro padre. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas piedras…”. Este personaje, Abraham, es el patriarca de Israel que recibió una promesa de Dios por su grado de fe; estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo para ofrecerlo a Dios. Este patriarca es una prefigura de Dios, dado que, Dios padre ofreció a su hijo, Jesús, en sacrificio por los pecados del mundo.
En el pensamiento moderno es habitual llamar a Dios “padre” y afirmar que “todos somos hijos de Dios”, también llamamos “madre” a la virgen María. En la cultura judía, Abraham es el gran patriarca y Raquel ó Rajel es la gran matriarca, madre del pueblo de Israel. Según las creencias de Israel, estos patriarcas y otros, interceden ante Dios para que descienda la misericordia del creador, parecido a lo que creemos nosotros en la intercesión de los santos.
Es indudable que los judíos sentían cierta confianza en la promesa y obediencia de Abraham pero el bautista hace que esta confianza se trastorne; “muestren los frutos de una sincera conversión, pues de nada les sirve decir: Abraham es nuestro padre. Yo les aseguro que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham aun de estas piedras…”.
Hoy vivimos cierta confusión, mal interpretamos la misericordia de Dios sin mostrar frutos de conversión, escudándonos en que “todos somos hijos de Dios”, pero san Juan bajo este paralelo nos hace que ver que Dios puede sacar hijos aun de entre las piedras. Por lo tanto, debemos tener cautela para no mal gastar la paternidad que Dios nos ofrece., San Pablo uso una analogía para referirse al regalo que Dios nos dio, el afirmo que es parecido a un injerto que el sembrador hace en el tronco de un olivo, pero las ramas naturales – los judíos ­– fueron cortados del tronco principal por la dureza de su corazón, entonces, ¿Qué nos espera a nosotros que no somos hijos naturales, descendientes de Abraham?. Mejor añadámonos al tronco con firmeza ayudados de la fe, la gracia y las obras, para no malgastar la puerta que Dios abrió.

El padre Santiago Martin, conocido por la cadena de televisión EWTN, tiene una excelente analogía sobre la misericordia de Dios y el daño que hace mal interpretarla. Martin asegura; “supongamos que en una facultad el alumnado es pésimo, ¿Cómo resuelves el problema?, ¿reprobándolos ó dándoles el titulo?, ¿sería justo que el haragán reciba titulo de medico cuando otros se han esforzado?, ¿te dejarías operar por él?, claro que no, ¿Qué nos esperaría como sociedad si las facultades no reprendieran ó expulsaran a los malos alumnos?”. La vida eterna es así, en el mismo cielo no puede estar el casto y el fornicario, la víctima y el opresor, deben existir frutos de conversión. 

lunes, 7 de noviembre de 2016

Católicos y luteranos

En la reflexión de la semana pasada trate el tema: “¿Por qué mataron a Jesús?”, afirmando que, tras el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús ofrece un discurso eucarístico que provoca la deserción de algunos discípulos e intensifica el deseo de los judíos por matarlo (San Juan 7:1). De este discurso, capítulo seis del evangelio de San Juan, se desprenden frases como; “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…” (v. 51), “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes…” (v. 53). Estos pasajes del evangelio siguen siendo motivo de discusión entre grupos cristianos por la presencia de Jesús en el pan.
Curiosamente, a finales de octubre, el Papa Francisco asistió como invitado al encuentro ecuménico en Suecia – celebrado por protestantes – en el aniversario de la reforma protestante. Francisco actúo con sabiduría e integridad siguiendo la filosofía del encuentro, en un discurso centrado en estar unidos en lo que tenemos en común y no enfocarnos en aquello que nos divide. Francisco abogo por los migrantes, los marginados y los desprotegidos del mundo, cosa muy sabia.
Sin embargo, debemos entender que los luteranos no conciben una teología como la nuestra entorno a la Eucaristía, para ellos, el pan y el vino son presencia de Cristo solo dentro de la celebración y no en el sagrario, cuando el culto luterano termina ellos son libres para hacer con el pan lo que les plazca, incluso, tirarlo a la basura. Para los católicos, la presencia permanece una vez consagrado el pan y el vino, la solemnidad no debe perderse jamás. ¿Quién tiene la razón?, es una pregunta difícil de contestar pero actuemos simplemente usando la lógica; ¿Dónde podríamos perder más delante de Dios?, ¿creyendo que la presencia se va ó se queda?, si la presencia se queda y creemos que se va caeríamos en profanación por ser ignorantes, si la presencia se va y creemos que se queda, ¿no pide la biblia tratar con sumo cuidado los utensilios del templo?, si lo pide, recordemos el juicio que recibió el rey Belsasar cuando este dio uso común a las copas y tazones del templo de Dios, evento narrado en el libro de Daniel (cap. 5). Todo lo del templo es sagrado por ser casa de Dios.
Existe un antecedente pre eucarístico en el antiguo testamento, este es “los panes de la proposición”, estos eran los panes consagrados por los sacerdotes para estar en ofrecimiento constante en el templo de Dios. Cuando se ordena la construcción del tabernáculo ó templo con Moisés, Dios ordeno; “Y pondrás sobre la mesa el pan de la Presencia perpetuamente delante de mí…” (Éxodo 25:30). Para que tengamos una idea del significado de estos panes según el viejo testamento, existe un episodio importante; cuando David y su gente sintieron hambre y se presentaron ante el sacerdote Ajimelec, el sacerdote no tenía que ofrecerles y permitió que comieran los panes de la proposición, pero el sacerdote, exigió a David y a su gente estar en estado de pureza para poder comerlos, ósea, no podían comerlos estando en pecado (1era de Samuel cap. 21, v. 5-7). El pan de la proposición del antiguo testamento jamás perdió su condición sagrada. Este es un paralelo eucarístico evidente y claro. En la nueva alianza el pan se consagra – como lo pido Jesús – y cuando nosotros comemos del pan, comemos de la ofrenda perpetua por nuestros pecados; el sacrificio del cordero, Jesús.

Algo debemos meditar de las palabras de Jesús; “El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo…”, si el que come del pan vive eternamente, ¿por qué la presencia de Cristo habría de morir en el pan?, más bien, también debe vivir eternamente.     

domingo, 30 de octubre de 2016

¿Porque mataron a Jesús?

¿Por qué mataron a Jesús?, aunque la pregunta parece obvia, debo expresar que no lo mataron por ayudar a los necesitados y hacer caridad. Si leemos capitulo por capitulo el evangelio de San Juan, el primer verso que expresa: “los judíos deseaban matarlo…” aparece en el pasaje del paralitico de Betzatá, cuando Jesús obro un milagro en sábado – día sagrado para los judíos. El autor expresa que los fariseos no querían que hiciera estas cosas en sábado pero es  notoria la incongruencia judía; en Betzatá se reunían enfermos y lisiados porque existía la creencia de que el estanque los sanaba., Los fariseos no prohibían acudir al estanque en sábado pero quieran matar a Jesús por hacer milagros ese día.
Los bautizados no tenemos problemas con las leyes judías del sábado porque no somos judíos. El segundo verso que expresa “los judíos lo buscaban para matarlo” aparece posterior al discurso eucarístico en la multiplicación de los panes, en una retórica que tensa la situación entre Jesús y sus discípulos, y se manifiesta la incredulidad de algunos. En este episodio, después de que algunos lo abandonan, el apóstol San Pedro expresa: “Señor, ¿a quién iremos?. Tus palabras son de vida eterna”.
Considero que hasta la fecha la expresión del evangelio de San Juan donde Jesús afirma; “Les aseguro que si ustedes no comen la carne del hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida” (cap. 6, v. 53) sigue siendo escandalosa no solo entre católicos fluctuantes, sino también, entre otros credos que se denominan cristianos. Algunos creen que Jesús hablaba “en sentido figurado y que se refería a la palabra como pan de vida”, pero si tomáramos esta hipótesis como válida – aunque es incorrecta – haciendo un paralelo con otros eventos, por ejemplo; “el agua y la salvación”, cuando Jesús habla con la Samaritana asocia el agua con la vida eterna (cap. 4, v. 14), en la plática con Nicodemo asocia el agua con el reino de Dios (cap. 3, v. 5), y ningún grupo, incluso, ni el más sectario, se atreve a creer que el bautismo no es necesario para la salvación, como lo expresa el evangelio de San Marcos: “el que crea y sea bautizado se salvara…” (cap. 16, v. 16)., Sin embargo, no sucede así con el verso eucarístico del evangelio de San Juan: “Les aseguro que si ustedes no comen la carne del hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida” (cap. 6, v. 53). Por lo tanto, Jesús no puede estar hablando en sentido figurado cuando se refiere al agua y al pan en relación a la vida eterna, porque el bautismo y la eucaristía son útiles para la salvación., y menos cuando se muestra que el discurso eucarístico en la multiplicación de los panes despertó la división e intensifico el deseo de matarlo entre los fariseos.  
Para concluir, el motivo de esta reflexión no es tener argumentos para discutir con los incrédulos de la eucaristía – aunque los versos pueden servir – más bien, la reflexión está motivada para que los que creen, no duden y sigan adelante., teniendo en consideración el peso de este antecedente; los judíos deseaban matar a Jesús por dos motivos, por la ley del sábado y por su discurso eucarístico., y sabemos quién es el autor espiritual de todos los crímenes – Satán – solo así, puede comprenderse porque existe tanta oposición, incredulidad y hasta profanación hacia la eucaristía, porque es una gran revelación que Dios da a los hombres y es fuente de gracia.

Miremos a la Iglesia como cuerpo de Cristo que es, consideremos que nadie se opondrá a que la Iglesia ayude al necesitado, sin embargo, un discurso asociado a la eucaristía si genera controversia porque es una invitación a vivir la gracia y dejar el pecado personal, poniendo este don en medio de la mesa al modo de Jesús; “Si cuando es si y no cuando es no”. Así de simple, comer ó no comer.

domingo, 23 de octubre de 2016

El rezo colectivo

“Así habla el Señor de los ejércitos: Vendrán asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades. Los habitantes de una ciudad irán a otra, diciendo: Vamos a apaciguar el rostro del Señor y a buscar al Señor de los ejércitos; yo también quiero ir. Pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de los ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor. Así habla el Señor de los ejércitos: En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes”. Zacarías 8:20-23
Hace poco acudí a una misa con un grupo de amigos y se leyeron los versos del profeta Zacarías, aunque el verso es conocido y se refiere a la universalidad de la salvación, esto es, que el Dios de los judíos será honrado por muchas naciones, jamás había leído el texto desde el número diez; “diez hombres de todas las lenguas…”. Utilizar esta cifra no es un azar, sino que, tiene toda una implicación en la vida religiosa que Israel vive en comunidad.
En el judaísmo se le llama “minyán” al grupo de personas que se requieren para iniciar los rezos grupales y las lecturas, es requisito que sean diez hombres adultos, si el numero no se completa el acto litúrgico no puede llevarse a cabo. Incluso, los judíos tienen enseñanzas sobre esto; si nueve hombres esperan en una sinagoga para rezar en grupo y por tu pereza no deseas entrar, ¿ellos se quedaran sin rezar y tú te quedaras descansando?. Para que entendamos esto, los judíos no pueden colocarse el talit, ni el tefilin si no está completo el minyán, estos son los instrumentos más distintivos del rezo judío. Es como si los católicos no pudiesen usar el rosario, iniciar una hora santa ó una lectio divina, si no reúnen al menos diez asistentes.
Reflexionando en el verso del profeta, considero que el utilizo el número diez por su connotación liturgia - no por el requisito de ser diez – sino por el símbolo de ser comunidad bajo un orden litúrgico, ósea, una comunidad que entona con orden y sin anarquía su plegaria hacia Dios., y sobre todo, en el símbolo, mostrarle a Israel en términos judíos, que es posible establecer un minyán a Dios usando la vocación de los individuos ajenos a Israel, esto es, un culto colectivo bajo distintas nacionalidades; lo que hoy vive y celebra la Iglesia.  

Para concluir, miremos esta figura del minyán judío aprendiendo algo de la sabiduría de los Israelitas, pues, hoy es común decir: “yo no necesito de nadie para rezarle a Dios…”, sin embargo, ese pensamiento nace del egoísmo espiritual y no contempla la importancia que cada individuo tiene dentro de la comunidad; necesitamos de los otros y los otros nos necesitan. Los judíos si no son diez no rezan en grupo, por obligación no se olvidan del que falta. En el sentir moderno, queremos un Dios personal y no un Dios comunitario que responda a las plegarias del grupo, después nos sentimos solos y abandonados por los demás, cuando somos nosotros los que propiciamos tal soledad por el egoísmo. ¿Qué clase de corazón le dice al prójimo; “yo no te necesito para hablar con Dios”?, ¿Con esta actitud querrá Dios hablar con nosotros?. 


domingo, 16 de octubre de 2016

La caridad y el amor de Jesús

            La semana pasada ofrecí una reflexión en torno a la salvación desde la opinión del sacerdote Gabriele Amorth. Haciendo un recuento, Amorth citando el evangelio de San Mateo (Cap. 25, v. 31 - 46) señala que toda persona sin importar su origen, religión ó tiempo tiene contacto con Jesucristo porque todos tenemos contacto con el prójimo, y es en nuestra caridad como seremos juzgados; “Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer…”. Sin duda seremos juzgados por la caridad. Jesus asume la necesidad de otros como suya, y cuando ayudamos al prójimo ayudamos a Jesús. Gabriele define de modo claro y práctico el uso de los sacramentos y la oración; son herramientas para vencer nuestro egoísmo y poder encontrar a Cristo en nosotros y en los otros.
            Lo anterior está expuesto de modo clarísimo, sin embargo, vale la pena profundizar en la caridad y en Jesús. ¿Qué es la caridad?, ¿es solo ayudar a los necesitados, regalar comida, vestido y visitarlos?, ¿Quién es Jesús y cómo es?. Me apoyare en varios ejemplos para profundizar en la caridad; Supongamos que un hombre es adicto al alcohol ó a los anabólicos ó por la vanidad cae en la bulimia, ¿esta persona tiene caridad con su cuerpo?, no la tiene, actúa sin piedad sobre su cuerpo., si un hombre comete adulterio ¿está actuando con caridad para con su esposa e hijos?, no, está lastimando su unión conyugal., si un hombre habla mentiras ¿actúa con caridad para con los demás?, no, los está engañando., si un joven no se retracta de mirar pornografía ¿está actuando con caridad para con el Espíritu Santo?, creo que lo lastima pues nuestro cuerpo es templo del Espíritu.
            Considero que la caridad no se limita solo a los pobres, aunque el texto de San Mateo si enfatiza el dolor de los marginados. La caridad primera debe ser para con Dios, pues si Él nos habla y nos negamos a escucharlo ¿estamos usando la caridad con El?, no., y si deseamos vivir sin mandamientos ayudamos a los pobres – como algunos hacen -  ¿será caridad ó un acto para calmar la conciencia?., Dios lo juzgara.
            Para finalizar, meditemos en algunas palabras de Jesús; “ámense los unos a los otros, así como yo los he amado…” (San Juan 13:34), de la segunda fracción del verso entendemos que él nos amó hasta dar la vida por nosotros, pero ¿para qué nos amó?, su amor tiene un propósito; la purificación. El amor y la caridad que nosotros debemos ofrecer a los otros no debe olvidar ese propósito, y creo que, una persona apegada a la vida en el Espíritu y la gracia puede compartir de un modo más pleno tales dones, el mismo Espíritu que habita en el abrirá el corazón de los otros. Veamos la caridad desde el gran mandamiento; amar primero a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

Permitamos que ese Jesús que había en nosotros crezca por medio de la gracia y los sacramentos, preparémonos de eso modo Espiritual para emprender la batalla contra el egoísmo, sin olvidar las dos visiones de la caridad; la necesidad material del marginado y la necesidad espiritual del que vive sin Dios, esclavo del pecado, y requiere el evangelio para ser libre. 

sábado, 8 de octubre de 2016

La salvación expresada por Gabriele Amorth

En el libro titulado “Me encontré con satanás”, Slawomir Sznurkowski entrevista al sacerdote, exorcista, Gabriele Amorth – y aunque no escribiré sobre el demonio – Amorth expone el tema de la salvación con suma simpleza, resolviendo un conflicto inmerso en el corazón de muchos católicos; “¿Cómo se salvan los no cristianos?, y ¿si la salvación puede ser alcanzada por medio de la caridad, de qué sirve la oración y los sacramentos?”.
Antes de exponer la reflexión de Amorth, confieso que siempre he creído que todos los seres humanos a lo largo de la historia y las civilizaciones han tenido contacto de alguna manera con el verbo de Dios – sin que ellos mismos lo sepan ó lo entiendan – Esta afirmación la hago basado en el primer capítulo del evangelio de San Juan; “en Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres…” (v. 4). De alguna forma todos los seres humanos sin importar su religión ó tiempo, tuvieron por el llamado divino, cierta noción entre virtud y degradación, entendieron que existe una diferencia entre el bien y el mal.  Esta explicación mía, se limita hablar de una inspiración divina sin encarnar, un llamado que habita en el aire, en lo espiritual.  
El padre Amorth es mucho más certero con sus comentarios al tocar este punto. Gabriele se refiere ya aun Verbo encarnado para quienes están fuera del cristianismo. El sostiene; “todos estamos vinculados con Jesucristo, todos, incluso quienes nacieron mucho antes que Jesús, ¿Por qué?. Todos estamos en contacto con el prójimo. El evangelio de San  Mateo, cap. 25, versos del 31 al 46, expone el juicio universal teniendo a Jesús como juez. En esta narración se expone:
-         Vengan, benditos, porque me dieron de comer.
-         Señor, yo jamás te encontré, nunca oi hablar de ti, ¿Cuándo te di de comer?, ¿Cuándo te di de beber?      
-         Cuando lo hiciste con el más pequeño de mis hermanos.
El Señor da esa posibilidad, desde el momento en que lo hacemos con los otros, lo considera hecho a Él. Incluso todos los que nunca han oído hablar de Jesucristo, están en contacto con sus hermanos, con las personas, y en la forma en que se comporten con ellos, es como serán juzgados. Todos tienen relación con Jesucristo porque todos tienen relación con el prójimo. En el prójimo se identifica Jesús. Es dogma de fe que Dios da a todos la posibilidad de salvarse, aunque no sepamos a través de qué medios y formas.  
Las maneras de Dios son muchas. Podemos decir, basándonos en esta narración de Mateo; el camino de la caridad es camino de salvación. Y en efecto, en esta narración, no se dice: “Ven, bendito, porque fuiste a Misa. Ven bendito porque siempre te confesaste. Ven bendito porque siempre estuviste rezando”. No, solo cuenta la caridad hacia el prójimo, y logro tener caridad hacia el prójimo sabiendo que Jesús está en el prójimo. Si hago oración, me confieso, me acerco a los sacramentos, entonces puedo tener caridad hacia el prójimo, si no, no lo logro. Necesito vencer mi egoísmo. Porque si me encargo solo de mi vida – como se dice comúnmente – “tu encárgate de tu vida y yo de la mía”, para salvarse no es suficiente. Para salvarse tenemos que encárganos también de las cosas de los demás. Por eso, el beneficio de la oración y los sacramentos, es que podemos tener caridad, pues el objetivo es la caridad”.

Es impresionante como Amorth pone cada cosa en su lugar, sin demeritar los sacramentos y la oración, que a la verdad, nos transforman.   

domingo, 2 de octubre de 2016

Dios ya juzgo

Sabemos que juzgar a las personas no es algo bueno, pero en ocasiones, confundiendo esta piedad caemos en la tentación de justificar las conductas equivocadas de los demás, y en esa comodidad, terminamos justificando nuestra propia conducta cuando es incorrecta., no juzgamos al otro, lo justificamos y nuestro pecado lo justificamos y deseamos que no nos juzguen., terminamos envueltos en un circulo de inmoralidad.
Esto es el resultado de la ignorancia religiosa y el desapego para atender los asuntos de la fe – no me refiero a una fe supersticiosa, sino a una fe que tiene consigo una acervo de sabiduría ética y moral, me refiero al pensamiento judío cristiano – Este vacío de conocimiento y espiritualidad provoca que la sociedad se vuelva laxa en su afán por preservar la virtud humana., todo da igual porque se desconoce de donde parte la virtud y esta viene del bien, no del mal. Hoy todo da igual porque el canon ya no es el bien, el canon es el deseo, por eso todo da igual; el matrimonio, la eutanasia, el aborto, el concubinato, la ausencia de la fe, la sexualidad, etc. El deseo de la persona eso es, el bien ya no es la norma, por eso cosechamos el fruto de la descomposición social, porque basamos el canon en el deseo; si tres se quieren casar, que se casen.
Es verdad que Dios nos pide no juzgar a los demás, pero debemos entender que no podemos juzgar las cosas que Dios ya juzgo; me refiero al pecado. Por un lado, Jesús nos pide no juzgar a los demás, esto significa no levantar sentencias sobre nadie, sin embargo, Dios ha juzgado las cosas, a hecho una diferencia entre lo bueno y lo malo., este juicio debe ser entendido como la facultad de entendimiento para distinguir lo verdadero de lo falso.
Cuando Dios juzga una conducta humana como errónea, el gran perdedor es la persona que la ejerce, porque a la larga de esa conducta no podrá recibir algo bueno, solo su malestar emocional ó físico, ó espiritual ó penal bajo la ley del Estado. Dios nos ha permitido ahorrarnos el tiempo si nos decidimos por aquello que él decidió como bueno y nos alejamos de aquello que definió como malo. No perdamos el tiempo en cosas malas que parecen buenas, son malas. 
En el evangelio de San Juan se otorga una enseñanza sobre el juicio, esta dice; “Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó” (San Juan 12: 47-50).
 La palabra que Jesús anuncio esa nos juzgara, por ella Dios decidirá; “ustedes hicieron lo malo y ustedes lo bueno…”. Pero, ¿Cómo podrá el pueblo salvarse ó librarse del mal si no conoce la palabra?, es necesario estudiar, aprender; que es lo malo y que es lo bueno, no juzguemos las cosas nosotros mismos, no digamos; “esto que es malo, no lo es tanto, no creo que sea malo”, “esto que es bueno, no creo que sea importante, no lo hare”. Moldeamos nuestra vida conforme a lo que sabemos y entendemos – esto es malo, esto es bueno – y por ese mal juicio, muchos destrozan sus vidas y la de sus familias creyendo que no era tan malo aquello que era malo, permitiendo cosas que debiesen ser detenidas, abriéndole la puerta a su propia perdición.

Dios nos ama y nos perdona, permite que aprendamos de nuestros errores para aceptar libremente su voluntad y sus mandamientos, que sumados a la oración y la gracia, nos ayudan a sanar las heridas provocadas por la maldad, aquella que creíamos que era buena y no lo fue. 

domingo, 25 de septiembre de 2016

La migración y la biblia

En esta lectura deseo hacer una reflexión sobre la migración vista desde una óptica bíblica. Cuando me decidí por este tema no visualizaba la magnitud que tiene dentro de las Sagradas Escrituras, esto es como “desenterrar los cimientos de un edificio para mostrarlo”.
La migración es quizá la única condición humana que tiene su fiesta en el antiguo testamento, esta es “Sucot” ó la fiesta de los tabernáculos. El libro del levítico solicito a los Israelitas; “Durante siete días vivirán en chozas; todos Israel vivirá en chozas, para que sus descendientes sepan que yo hice vivir en chozas a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto: ¡Yo soy Yavé, su Dios!” (Levítico 23:42,43). Cabe señalar, la palabra “Pascua” se asocia también a la migración. “Pascua” significa “pasar”, la pascua judía celebra el éxodo de Israel y el paso por el mar cuando las aguas se abrieron, para nosotros, la Pascua es el paso que Jesús dio de la muerte a la resurrección.
Por los relatos bíblicos podemos señalar que el primer migrante fue Adán tras su salida de Edén y su peregrinar por el mundo, desde ese simbolismo, todos somos forasteros de esta vida hasta retornar a la casa del Padre. La biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis hace alusiones a la migración. Podemos señalar algunas historias; Caín tras asesinar a su hermano termina errante., Noé para salvarse construye un arca - aunque se salva del diluvio - su residencia cambio., Abraham abandono su patria para ir tras una promesa., el hijo de Isaac, Jacob, tuvo que abandonar su casa tras la furia de su hermano Esaú cuando intentaba matarlo por el asunto de su primogenitura., Moisés siendo un menor fue dejado a la buena de Dios para salvarlo de la furia del faraón y después, al crecer, tras asesinar a un hombre tuvo que huir a una tierra lejana y hacer vida fuera de su casa adoptiva., La historia de David es similar, tras vencer a Goliath, tuvo que huir tras la envidia del Rey Saúl., En la historia de los profetas; Jonás que tuvo que establecerse en el Nínive a causa de la predicación ó Elías que tuvo que huir de su tierra cuando era perseguido por los adoradores de Baal. Otro caso muy importante es la deportación a Babilonia, que propicia la migración obligada pero también inserta en la historia de la salvación ese anhelo de retornar a la tierra, de estas experiencias nacerá el libro de las Lamentaciones.
La migración también es plasmada en los propios evangelios. La Sagrada Familia tuvo que huir a Egipto cuando el Rey Herodes mando asesinar a los niños ó tras la resurrección de Jesús, en la gran comisión – ir y evangelizar a los pueblos – los mismos apóstoles se convierten en migrantes. Las propias cartas del nuevo testamento están impregnadas del pensamiento migrante, desde los viajes de San Pablo con triunfos y derrotas, hasta la teología desarrollada que toma como base los textos del antiguo testamento.  
Entonces, si la historia de la salvación fue otorgada de esta forma, haciendo muchísimas alusiones a la migración, puedo decir que los personajes bíblicos emigran por dos motivos; ó buscan una esperanza ó huyen para salvar sus vidas. En nuestra vida espiritual esto podemos interpretarlo de la siguiente forma; ó somos migrantes de esta vida y vamos por la fe buscando entrar al Reino de Dios ó somos peregrinos de la vida - que obra por la fe – huir del infierno destinado para los demonios y los malvados.

Sigamos en este peregrinar de la salvación, alegrémonos de la redención que Jesús nos otorgo, celebremos la pascua eucarística en el templo, pero también, participemos de la pascua física que viven los hermanos migrantes en su travesía.       

domingo, 11 de septiembre de 2016

Lo que es y lo que no

“Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos.    Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?”. Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son los sanos que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan” (San Lucas 5:29-32).
Este pasaje es conocido para los credos cristianos, no solo católicos. Cristo se mezcla libremente entre los “impuros”, aquellos que por su condición no llevaban una vida ordenada según el pensamiento judío y los ritos de las leyes de Moisés. Los publicanos eran funcionarios romanos, recaudadores de impuestos, se desconoce si en este pasaje eran judíos de nacionalidad romana ó simplemente judíos que laboraban para el imperio. La descripción de “pecador” está de más exponerla, aunque en el contexto el canon de justicia estaba definido y normando por la cátedra de Moisés y sus 613 mandamientos. Los fariseos era un partido celoso de estos preceptos.
En estos versos Jesús expresa algo que será clave para el pensamiento cristiano y su misión; “No son los sanos que tienen necesidad de médico, sino los enfermos…, no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores para que se conviertan”. Cristo viene a sanar, otorgar alivio, sin embargo, debo hacer notar que los llamo “enfermos” y “pecadores” – esto puede sonar despectivo y hasta ofensivo para el mundo moderno - En la generación actual las principales banderas son la no discriminación, igualdad y equidad, ¿esta generación podrá reconocerse como enferma para ser sanada?, antes dirán “lo que es pecado para ti, no lo es para mí, respétame…”. Es difícil para el cristianismo compartir el mensaje para santificarlos, en ningún siglo ha sido fácil, ni lo será.
Anunciar el evangelio siempre traerá conflictos mas no significa que los católicos debamos propiciarlos. El evangelio es una invitación abierta a la justicia, la caridad y la santidad, por ende se convierte en una denuncia abierta a la injusticia, el egoísmo e inmoralidad. No deseo que los católicos caigamos en confusiones y compartamos un evangelio roto “con páginas de menos” para no ofender. El católico debe compartir el don que recibió, el milagro de su conversión – una lámpara no se pone debajo de la mesa –  

Algo he notado cuando se comparte el evangelio y el don de los mandamientos. Un modo puede ser sutil y diplomático, prudente evadiendo polémicas. Otro modo puede ser como el fuego, abierto y sin reservas, como una flecha certera e imparable. ¿Cómo se debe anunciar?, algunos tienen don para un modo y otros para otro, pero algo he visto; cuando una conversión llega el converso se alegra y poco le importan las formas ó modos que se usaron, es una obra de  Dios. Pero algo he notado también, cuando el evangelio se comparte a la mitad por lo general no funciona, termina siendo un discurso de amor sin santidad que no trasciende. ¡Eso ha dejado de ser cristianismo y se convirtió en un Jesús-ismo!, algo superficial donde el pecado y el averno son un mito como lo unicornios, ¿Cómo podrán arrepentirse si no saben que es pecado?, ¿Cómo podrán ser sanados por Jesús si primero no entienden su enfermedad? y ¿Cómo podrá la Iglesia guiarlos si pierde integridad cuando habla?. Entonces, es necesario que los católicos estudien el evangelio para que distingan lo que es y lo que no es.          

domingo, 4 de septiembre de 2016

El que crea y se bautice, se salvará

“El que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue a creer será condenado” San Marcos 16:16. Este es quizá uno de los versículos más polémicos de la Escritura. ¿Cómo es que un Dios que es amor nos envía una revelación como esta?, ¿Cómo es que un Dios que nos ama puede condenarnos?. Nosotros mismos no acabamos de entender al Dios que nos amó, pero él nos amó.
Quien se niegue a creer en la eficacia del amor es un ser condenado. Este amor es piedad, fraternidad y alegría en la pureza, no es un amor pasional como un deseo carnal.
En este tiempo moderno como en cualquier otro han convergido creencias ajenas al cristianismo, algunas son religiones, ideales de pensamiento ó movimientos políticos que de algún modo han intentado transformar el mundo conocido ó quizá han terminado deformándolo. Sin saberlo, el hombre moderno participa de un sincretismo ideológico heredado que lo motiva a vivir y pensar de algún modo. Nosotros mismos – como fieles de Cristo – justificamos la eficacia de estas maneras de vivir cuando decimos: “si son felices están bien, tienen derecho a vivir así…”, pero ¿Qué nos hace creer que están satisfechos?, ¿Cómo podrían desear la santidad si jamás la han vivido?, ¿Cómo podrían desear a  Cristo si jamás se han encontrado con El?.    
En el evangelio, Jesús mantiene una plática con una mujer samaritana – esta mujer acude a un pozo para sacar agua – El Mesías le manifestó; “El que beba de esta agua de pozo tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna”. “Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla” (San Juan 4: 14,15). Aquella mujer había tenido cinco maridos y vivía con otro sin estar casada, ella no dudo en preguntar por el agua que Jesús ofrecía, ni El dudo en anunciarlo y ofrecerlo.
Sabemos que el evangelio nos pide no juzgar, sin embargo, cuando justificamos la vida de quienes viven de modo contrario al evangelio también estamos emitiendo un juicio, no de condena sino de complicidad. Esta postura cómoda solo reafirmara la idea de que es posible encontrar vida eterna en otros pozos ajenos a Cristo. El agua de vida cristiana es un manantial avalado por la resurrección, no existe otro lugar donde pueda ser encontrado – al menos así lo firmo Jesús.  
Esta reflexión no es para condenar, sino para no subestimar el regalo que Jesús nos dio; “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna…”, ¿podemos encontrar esto en otro lugar?, ¿existe otro pozo donde podamos beber de estas aguas?.
Si hemos experimentado esta satisfacción única, ¿creer que existen otros pozos de vida eterna, no será demeritar el evangelio?, pienso que sí.   


domingo, 28 de agosto de 2016

De fariseo a ser apóstol

San Pablo es uno de los autores más importantes del nuevo testamento, fue un judío de nacimiento proveniente del partido religioso de los fariseos, estos admitían al lado de la tradición escrita, una tradición oral que daba autoridad a los maestros en la ley para interpretar los textos sagrados y adaptarlos a circunstancias concretas. Los fariseos eran una especie de orden judía contemplativa e influyente, predicaciones y maestros, que definieron muchos conceptos esenciales del judaísmo, incluso para la humanidad; justicia de Dios y libertad del hombre, inmortalidad personal, juicio después de la muerte, paraíso, purgatorio e infierno, resurrección de los muertos, reino de gloria.
San Pablo como ex fariseo fue erudito de los versos del antiguo testamento, una vez convertido al cristianismo, fue capaz de traducir y compartir la revelación del antiguo testamento a la luz de la nueva alianza. Sin lugar a dudas, la resurrección de Cristo fue una confirmación a la creencia de los fariseos; existe la resurrección.
En los evangelios, los fariseos se distinguen por espiar a Jesús para buscar sus errores y contradecirlo, siendo celosos hasta el ridículo de las leyes hebreas. Cuando San Pablo paso de ser fariseo para convertirse en cristiano, debió “sacar la viga de su ojo y dejar de ver la paja en el ojo ajeno”. En la carta a los Romanos, el apóstol, expresa su lucha interior por mantenerse firme y alejado del pecado, mostrándose débil y dando gracias a Dios por la justificación que recibe el pecador por la gracia de Cristo.  
El escribió; “Pero yo no hubiera conocido el pecado si no fuera por la Ley de Dios. En efecto, hubiera ignorado la codicia, si la Ley no dijera: "No codiciarás". Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le daba el precepto, provocó en mí toda suerte de codicia, porque sin la Ley, el pecado es cosa muerta. Hubo un tiempo en que yo vivía sin Ley, pero al llegar el precepto, tomó vida el pecado, porque el pecado, aprovechando la oportunidad que le daba el precepto, me sedujo y, por medio del precepto, me causó la muerte, y yo, en cambio, morí. Así resultó que el mandamiento que debía darme al vida, me llevó a la muerte (por la tentación de infringir la ley). De manera que la Ley es santa, como es santo, justo y bueno el precepto. ¿Pero es posible que lo bueno me cause la muerte? ¡De ningún modo! Lo que pasa es que el pecado, a fin de mostrarse como tal, se valió de algo bueno para causarme la muerte, y así el pecado, por medio del precepto, llega a la plenitud de su malicia. Porque sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy carnal, y estoy vendido como esclavo al pecado. Y ni siquiera entiendo lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que aborrezco. Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la Ley es buena. Pero entonces, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que reside en mí, porque sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mi carne. En efecto, el deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo.         Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí. De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien, se me presenta el mal. Porque de acuerdo con el hombre interior, me complazco en la Ley de Dios, pero observo que hay en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi razón y me ata a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la muerte por el pecado? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, nuestro Señor! En una palabra, con mi corazón sirvo a la Ley de Dios, pero con mi carne soy débil a la ley del pecado” (Romanos 7:7-25).

Sigamos adelante sabiendo que somos débiles pero es Dios quien ha puesto los medios para santificarnos día con día. 

domingo, 21 de agosto de 2016

El bautismo de niños

Espero que  Dios guíe a las personas para que puedan comprender de modo sensible la reflexión del siguiente artículo, muchos piensan que bautizar a un menor es inadmisible.  
Expresa el evangelio; “Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen y coman; esto es mi cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la pasó diciendo: “Beban todos de ella: esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por muchos, para el perdón de sus pecados. Y les digo que desde ahora no volveré a beber del fruto de la vid, hasta el día en que lo beba nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre” (S.  Mateo 26:26-29). ¿Qué tiene que ver este pasaje del evangelio con el bautismo de bebes?, probablemente poco pero adentrémonos. En la consagración del pan ¿es el pan quien decide ser Eucaristía ó es Dios quien decide?. Es Dios quien decide convertir su cuerpo en pan. ¿Cuándo nuestros padres terrenales decidieron darnos vida, fuimos nosotros quien lo decidió?, no, ellos lo decidieron por nosotros.
Siguiendo la misma línea de pensamiento, los apóstoles reciben el Espíritu Santo el día de Pentecostés, evento narrado en los Hechos de los Apóstoles. Bajo el mismo enfoque, ¿fueron los apóstoles quienes decidieron recibir el soplo del Espíritu ó fue Cristo quien lo decidió?. Dios lo decidió y en los evangelios también el Jesús se refiere a ellos como: “ustedes no me escogieron a mí, fui yo quien los escogió a ustedes…” (S. Juan 15:16-18). Es Jesús quien escoge, Dios es quien escoge.
Este soplo del  Espíritu recibido por los discípulos en Pentecostés es un paralelo al soplo que recibió Adán cuando el Génesis menciona; “Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente…” (c. 2 v. 7) ¿fue Adán quien decidió ser criatura ó fue Dios quien lo decidió?. Dios lo decidió y dio vida al género humano.
Del relato del Génesis se desprenden realidades importantes; la vida humana y su relación con Dios. En el pasaje de la creación de Adán entendemos que la vida espiritual no la decidió Adán sino Dios, pues el creador soplo y le dio vida de dos formas; física y espiritual. La Iglesia enseña que el pecado original no es un acto cometido por los descendientes, Caín y Abel ó nosotros, el pecado original es la ausencia de la gracia - que en el pasaje del Génesis está representado por el Edén, apreciemos, Caín y Abel nacen inocentes pero nacen fuera de Edén.  
Concluyamos utilizando los paralelos; si el pan no decidió ser Eucaristía, ni Adán decidió ser creado y tener vida en el espíritu - aunque la perdió. El bautizar a un niño es como convertir a ese pan en un templo de Dios, es hacerlo copartícipe del cuerpo de Cristo, en el sentido espiritual es como tomar ese polvo de la tierra para soplar sobre él y darle vida en el Reino de Dios, es entregarle lo que le faltaba – Es hacerle justicia a la creación humana, bautizar y hacer discípulos.

En un entorno cristiano cada niño que nace en un hogar católico es recibido por el mismo Jesús porque la Iglesia es el cuerpo de Cristo.  

domingo, 14 de agosto de 2016

Los valientes lo arrebatan

Cuando un cantante importante llega a la ciudad y por cortesía se reparten boletos estos se agotan con facilidad. Se revenden entradas, se paga el doble ó tres veces más para poder entrar. La gente duerme a las afueras del recinto para tomar los mejores lugares. Las vialidades y avenidas se congestionan por el interés de los asistentes. Desde lejos se aprecian fanáticos en las azoteas que al no poder entrar intentan disfrutar algo desde ahí. Terminado el evento, quienes acudieron presumen con sus amistades aquello que disfrutaron; fotos, camisas, autógrafos ó el boleto mismo. Siempre estarán los más decididos que esperan a las afueras del hotel ó el aeropuerto para apreciar la llegada ó partida del cantante. Estos son  arrebatos de una fanaticada que haría lo que fuera para estar cerca de su artista.
Imaginen al reino de los cielos como ese evento en un recinto de asientos numerados y cupo limitado. Si esto fuese así, creo que a las afueras habría filas y más filas de gente pidiendo entrar, pero como el corazón de Dios es muchísimo más amplio que el número de personas que han habitado este mundo quizá sucede al revés, hay más butacas vacías que asistentes.
En el evangelio de San Mateo, Cristo expresa algo sobre el reino; “Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista, y sin embargo el más pequeño en el Reino de los Cielos es más que él. Desde los días de Juan Bautista hasta ahora el Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los que se adueñan de él” (Cap. 11, V. 11,12). Dios jamás numero butacas pero si hay un lugar con tu nombre, el asunto es nuestro interés. Su reino es un regalo pero no es una “baratija”, se requiere un esfuerzo para tomar el cielo y hacerlo entrar en nosotros. Esto es vivir según sus mandamientos.
En el intento de llevar una vida más pura, muchos católicos abandonaron la Iglesia, se sumaron alguna secta y rompen radicalmente con hábitos pasados participando con ánimo en su nueva religión, pero cuando fueron católicos eran apáticos a las invitaciones pastorales en la Iglesia ó no prestaban atención a las homilías. Sin afán de juzgarlos, entiendo su afán por purificarse y comprometerse con su nuevo credo. Esto es un arrebato para llegar a ese reino, pero no olvidemos, según la biblia, el sectarismo es algo reprobado, es un pecado. Es mucho más perfecto alcanzar el reino dentro del cuerpo de Cristo que fuera de Él, si es que puede ser alcanzado desde una secta, eso lo decidirá solo Dios.   

En los textos de San Mateo, es Cristo quien invita al ser humano a romper con todo aquello que lo limita en su proceso de salvación y santidad. En ocasiones es la parroquia misma la que no permite que el creyente se desarrolle, convirtiéndose aquel templo en “la burocracia del reino de los cielos” donde las intenciones están pero nada sucede. Sin culpar a ningún sacerdote pues todos están saturados de actividades, Cristo se refiere al reino como algo que debe ser conquistado, la decisión está en cada bautizado. Los boletos están puestos sobre la mesa y no se acaban, lo que se acaba es el tiempo. 

domingo, 7 de agosto de 2016

Como ovejas en medio de lobos

“Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes” (San Lucas 10:1-9).
En este texto de San Lucas aparecen números que son símbolos. Setenta y dos es múltiplo de doce (apóstoles), de tres (trinidad) y de dos (Jesus y usted). Esto no es casualidad, existe todo un lenguaje en los números de los textos bíblicos. Por múltiplos y símbolos podríamos decir que en los setenta y dos discípulos estaban inmersos los apóstoles, la trinidad, Jesus y usted. Hay coyunturas en los números que aparecen en la biblia.  
La misión de los setenta y dos era preceder en las ciudades donde Jesus había de estar, esto nos traslada a la labor de San Juan Bautista, aquel que preparaba el camino para la venida del Señor. Nosotros como discípulos también preparamos el camino de otros y el nuestro. No podemos ir ante el pecador y ante los lobos con un mensaje carente de piedad. El mensaje es de paz, y quien no desea recibir la paz no es digno de ella, quien desecha la paz va construyendo poco a poco su infierno.
También Jesus menciona; “la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha…”. Aunque el verso es muy conocido, meditemos; cuando nos referimos a cosecha hablamos de frutos, de la conclusión y retribución de una tarea agrícola, ¿a qué cosecha se refiere Jesus?, ¿se refiere a la obra de Israel que estaba por concluir ó Jesus está viendo la labor del Reino ya como una retribución, como una cosecha?. Creo que Jesus ve el Reino de Dios como un fruto que debe ser compartido con pecadores, a la inversa de Adán que comió del fruto prohibido del Edén, la cosecha de Dios es llevar el Reino como ese fruto que restaura nuestra fractura espiritual.   

El mensaje de San Lucas es actual; anunciar el reino de Dios como ovejas en medio de lobos, llevando la paz de casa en casa. Pero, se ha preguntado, ¿Cómo se puede llevar la paz en medio de lobos? Ó ¿Cómo puede un lobo recibir la paz?. El texto menciona “si hay alguien digno de recibir la paz, esa paz reposara sobre él, de lo contrario volverá a ustedes…”, ¿Cuantas veces el lobo nos ha robado la paz?, no es cosa fácil y más si el lobo está dentro de nosotros. Procuremos guardar esa dignidad a la que se refiere Jesus para no perder la paz, no sea que por el mal terminemos siendo lobos en medio de ovejas. 

domingo, 31 de julio de 2016

Lo exterior y lo interior

“Los que quieren imponerles la circuncisión sólo buscan quedar bien exteriormente, y evitar ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo. Porque tampoco aquellos que se hacen circuncidar observan la Ley; sólo pretenden que ustedes se circunciden para gloriarse de eso. Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo. Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura” (Gálatas 6:12-15).
En el primer siglo de la Iglesia, los judíos convertidos a la fe cristiana deseaban imponer la circuncisión a los bautizados venidos del paganismo. La circuncisión es uno de los signos más importantes para el judaísmo porque es la señal que Dios le dio al patriarca Abraham. La fe judía está llena de signos externos, incluso, la percepción que el judío tiene de estos signos es parecido a la expresión cristiana de los sacramentos, esto implica que las realidades espirituales que suceden en el interior del creyente se expresan mediante signos externos; la circuncisión y el vidui ó confesión en el judaísmo, el bautismo y la confesión en el cristianismo, etc. Sin embargo, en la carta a los Gálatas, el apóstol San Pablo expresa una verdad que llevada a los tiempos modernos sigue siendo actual: “solo pretenden que ustedes se circunciden para gloriarse de eso”, esto significa que hay quienes ven los signos externos como un triunfo olvidando que estos signos son como el cascaron que protege a la clara y yema en un huevo. El interior humano es fundamental y los signos externos poseen la función de coadyuvar en la transformación, pero se vuelve vanidad solo poseer lo externo sin una conversión del interior. En el caso de la circuncisión, San Pablo la rechaza porque bajo el cristianismo no tiene sentido cargar con el signo de una alianza antigua.
En el asunto de los sacramentos, demeritaríamos en mucho una primera comunión que se vuelve “la ultima” cuando el núcleo familiar no se alienta en el ejercicio de la fe, ó acudir a misa solo para cumplir y no para ser sanados. Siempre habrá creyentes que sienten alivio al cumplir de modo externo sin profundizar en el legado, sin cambiar desde dentro. Todos participamos en un proceso de conocimiento y conversión distinto, si amamos a Dios y al prójimo, demos pasos necesarios para que nuestro ejemplo aliente a otros a profundizar y crecer.    
Más allá de los sacramentos, hay otros signos externos y tradiciones de la fe católica que tienen una función dentro de la vida religiosa, nos dan identidad y enseñanza, esto puede ser, desde poner una veladora hasta armar una cruz con hojas de palma. La raíz de estas tradiciones es catequizar con signos para que miremos a la cruz de Cristo.   

Termino con un relato histórico. Cuando Mahoma se levanto como profeta invitaba a los cristianos para que siguieran las leyes de Moisés, esto animo a los judíos y sus enseñanzas eran recibidas en las sinagogas. Mahoma quería que bautizados y judíos oraran en dirección a Jerusalén y celebraran el día sábado. Los Israelitas estaban regocijados por estas enseñanzas, así que, Mahoma les solicito ser declarado “profeta de Israel”. Los judíos se negaron y lo desconocieron prohibiendo sus enseñanzas, esto ofendió a Mahoma y por celo, a partir de ese momento, se negó a celebrar culto en sábado, prefirió hacerlo en viernes y enseño a sus discípulos que no oraran en dirección a Jerusalén sino que lo hicieran apuntando hacia la Meca, su ciudad natal, y desde entonces el Islam lo hace. En ocasiones la religiosidad externa es así, hacemos cosas que no sabemos de dónde vienen, ni que significan y al cumplirlas creemos que con eso basta y sobra. Lo importante es la creatura que llevamos dentro de nosotros.