domingo, 15 de noviembre de 2015

El milagro del matrimonio e hijos

A principios de noviembre acudí a la ciudad de Tijuana para celebrar la boda de un primo. En la misa, la lectura del libro de Tobías y las bodas de Canaán comúnmente citada en las bodas. El matrimonio es el sacramento que antecede al bautismo de un tercero, la gracia que recibirán los hijos.  
Recuerdo que en el Instituto Bíblico estudiamos el libro de Tobías, que narra la historia de Sara, mujer que no podía concretar su matrimonio porque enviudaba (Tobías 3:8). El pasaje de las bodas de Canaán expresa como Jesús y sus discípulos son invitados a este festejo, donde Jesús convierte en vino el agua destinada para la purificación (San Juan 2:1-12). Vienen a mi memoria otros pasajes relacionados con la ilusión del matrimonio y los hijos, por ejemplo; la biblia expresa que Isaac, hijo de Abraham, contrajo matrimonio a la edad de cuarenta años (Génesis 25:20), él debía casarse con una mujer digna para perpetuar la alianza que Dios había hecho con su padre: Abraham. El mismo nacimiento de Isaac fue un milagro, dado que, Abraham y Sara no podían tener hijos en su juventud, sino en su vejez (Gen. 18:10-15). También, el nacimiento de Moisés, personaje separado de sus padres desde su nacimiento, cuando el Faraón mando matar a los recién nacidos. La relación entre San José y la Virgen María, el nacimiento de Jesús y la persecución de Herodes, debieron marcar a la sagrada familia en su deseo por salir adelante como familia.
En la biblia encontramos episodios donde “el enemigo de la santidad” se opone a la unión marital entre creyentes y a la descendencia. En cambio, la negación de la santidad promueve el nacimiento desordenado de personas por la sexualidad irresponsable, muchos vienen al mundo por el libertinaje de sus progenitores, que actuaron solo por deleite y ego de presumirse progresistas en “la libertad del cuerpo”, sin visión de familiar, ni afecto. Estos seres inocentes que nacen deberán soportar el conflicto y la carencia afectiva de la irresponsabilidad de sus padres, pero Dios es poderoso para sanar las heridas y dar afecto a quien lo solicite.  
Para los que tienen fe es doloroso enamorarse de quien no la posee, dado que, los creyentes desean formar hogares conforme al propósito de Dios, y no solo eso, algunos están conscientes; al crear una familia están creado una Iglesia, la Iglesia doméstica. Nuevas almas vendrán habitar este mundo, recibirán la gracia y la Palabra de Dios, sus primeros encuentros con la fe serán en casa. Por esta causa, el enemigo de Dios pretende acabar con la familia, en especial con la familia cristiana, atormentando a los individuos desmembrándoles su cimiento afectivo: el hogar.   

Que las personas de fe no claudiquen en su propósito de formar una familia, que guarden la esperanza de que Dios proveerá, que sepan esperar el tiempo, que no contraigan matrimonio solo por el engaño de los ojos. San Pablo en sus cartas hacia la recomendación a los primeros cristianos; “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué comunión tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2da de Corintios 6:14). Podría ser una exigencia necia renunciar a la ilusión de un noviazgo donde no hay fe, pero creo que un amor donde ambos aman a Dios en forma plena, no tiene comparación, madurara, se volverá indivisible, esto es un milagro dado desde lo alto. Tengamos fe.