domingo, 23 de agosto de 2015

La confesión y el inventario de pecados

            En algún tiempo de mi vida, cuando solo me guiaba por los textos de los evangelios y no participaba del sacramento de la confesión por incredulidad, tenía cierta frustración al verme incapaz de modificar mis hábitos contrarios al evangelio, sin embargo, de algún modo alcance a vislumbrar los cambios que Dios había hecho en mí, y eso era más grande que todos mis pecados, por eso me alegre.
            Hoy creo en la confesión, es un acto totalmente ligado a las Sagradas Escrituras, a la historia de Israel y la Iglesia. Algunos cuestionaran los modos y las formas, pero el acto es totalmente coherente. Sin abundar, basta citar dos pasajes del antiguo y nuevo testamento; proverbios 28:13.- “El que encubre sus pecados no prosperará, mas el que los confiesa y los abandona hallará misericordia” (proverbios 28:13) y Hechos 19:18.- “muchos de los que habían creído continuaban viniendo, confesando y declarando las cosas que practicaban”. La traducción de la palabra “pecado” es “injusticia”.
            Me he confesado con sacerdotes de todo tipo; en otras ciudades, de órdenes distintas, sacerdotes jóvenes, adultos o ancianos, conocidos y desconocidos. Cada uno de ellos imprime parte de su carácter, nos reprenden de modo severo o de modo suave como si nada hubiese sucedido. Ellos deben prepararse para recibir a los fieles, nosotros debemos prepararnos para presentarnos ante ellos, no olvidemos que son representantes del juez. En la confesión es absuelto quien se declara culpable. Creo que toda buena confesión debiese iniciar así; “confieso no amar a Dios sobre todas mis cosas y no haber hecho el bien que puedo”.          
            Para preparar una buena confesión es necesario hacer un examen de conciencia, tomarse un tiempo para reflexionar y hacer memoria. En internet existen guías gratuitas para preparar una confesión. La guía que utilizo es un documento de cincuenta preguntas ligadas a los diez mandamientos; se inicia con una oración, un análisis personal y se cierra con una oración. Cuando lo hago, acostumbro anotar mis pecados en una lista para leerlos en la confesión ante el sacerdote.
            Curiosamente, los judíos para confesarse usan una forma parecida. Los rabinos elaboraron una lista de todos los pecados que un Israelita puede cometer según las leyes de Moisés, y en el rezo colectivo de Vidui, los recitan de modo publico en sus sinagogas pidiendo piedad. Esto lo celebran solo una vez al año.    
            Este fin de semana prepare mi confesión, utilice la guía, elabore mi lista y al terminar, entre papeles apareció la lista de mi penúltima confesión. Leí aquella hoja y me di cuenta que aparecían los mismos pecados, pero cotejando ambas listas, había menos pecados en la última lista que en la penúltima, ósea, pude apreciar el avance entre un periodo y otro, me sentí menos avergonzado.

            He guardado la lista de mi última y penúltima confesión, aunque Dios ha borrado los pecados, este modo personal e ingenioso de inventariar mis pecados me hizo apreciar de modo más profundo y claro este sacramento. Les recomiendo utilizar guías para preparar sus confesiones, porque en ocasiones uno es incapaz de apreciar los propios errores, aunque la conciencia no nos acusa, quien juzga es Dios y no la conciencia.