domingo, 7 de junio de 2015

Tuve miedo y me escondí.

El libro del Génesis expresa: “Después de que el hombre y la mujer comieron del árbol prohibido, el Señor Dios llamo al hombre y le pregunto: “¿Donde estas?”, este le respondió: “oí tus pasos en el jardín, tuve miedo porque estaba desnudo y me escondí”, entonces le dijo Dios: “¿Y quién te dijo que estabas desnudo?, ¿has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?” (Génesis 3:9-11)
Muchos de nosotros conocemos el pasaje de la caída de Adán y Eva en el huerto del Edén, cuando Dios les prohibió comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal”. Adán expresa sentir “miedo” al escuchar los pasos de Dios. Sentir temor a la presencia de Dios es un mal síntoma, Dios es amor, quienes temen al amor son aquellos que no pueden amar, limitados para expresar el afecto o recibirlo, en ellos existe un poco de resentimiento y rencor.
Todo pecado nos aleja de Dios. La traducción de la palabra pecado es injusticia. Todos somos pecadores, sin embargo, no todos reaccionamos igual ante el pecado, hay dos actitudes notorias; algunos al cometer pecado prefieren esconderse de Dios, no volver a Él, otros, buscando salir del pecado, prefieren reencontrarse con Dios porque saben que ese encuentro los librara del pecado. Dios busca que nosotros optemos por la segunda actitud, que perdamos ese temor de encontrarnos con el creador.
En el Edén, Dios no tenía necesidad de preguntar: “Adán, ¿donde estas?”, dado que Dios lo sabe todo (Adán estaba en pecado), mas bien, existe la necesidad de que Adán y todo ser humano injusto se pregunte: “¿dónde estoy?”, tu lector, “¿dónde estás?”. Dios sabe donde estamos, el problema es si nosotros lo sabemos.
La respuesta de Adán fue sincera: “… tuve miedo porque estaba desnudo y me escondí”. Adán tiene temor a la represaría, al castigo. Aunque en el texto Adán y Eva son expulsados de Edén, en nuestra realidad cotidiana, fuera de los símbolos de la lectura del Génesis, el hombre injusto siempre vivirá con temor, atormentado de las consecuencias de sus malas acciones, buscando cubrir sus injusticias para no quedar desnudo y ser visto como realmente es; un nefasto. Por consiguiente, su vida estará muy alejada de ese paraíso.
Adán tuvo miedo y se escondió porque estaba desnudo, esconderse es síntoma de haber perdido la confianza. Muchos de nosotros tenemos miedo porque nos vemos desnudos ante el evangelio, no hemos emprendido labores de servicio, apostolados, no nos hemos vestido de caridad, estamos desnudos ante su palabra, desprotegidos, temerosos a la muerte, al juicio divino, preferimos no pensar en ello y nos auto exiliamos del Edén, de su bondad, de su gracia, esto provoca que no conozcamos su misericordia, su paciencia y su paternidad. El desconocimiento de su paz nos lleva al temor. Conocerlo a Él nos libera de muchos temores que nos enferman. Dios es amor, en el amor hay confianza.

Termino con una cita del apóstol San Juan: “La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él. En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero. El que dice: "Amo a Dios", y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?. Este es el mandamiento que hemos recibido de Él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano” (1era de San Juan 4:17-21).