domingo, 5 de abril de 2015

Porque la Virgen debió ser virgen

Esta Semana Santa haciendo un rezo del Rosario en familia me pregunte ¿porque Santa María debió ser virgen?. Aclaró que la interrogante no se refiere a cuestionar su virginidad sino a reflexionar porqué Dios requirió una mujer virgen y no una mujer sin esta cualidad.
En las culturas paganas el papel de las vírgenes era trascendental como ofrenda a sacrificar a las deidades. Aunque en el judaísmo el sacrificio humano se prohibió, las vírgenes podían ofrecer su vida a los servicios del templo llevando una vida casta y de oración. Sin embargo, aunque los israelitas ofrecían animales en sacrificio para Dios, estos debían poseer pureza y perfección física. Esta pedagogía divina instruía para que el pueblo ofreciera a Dios lo mejor de sus crías, con una selección y preparación detallada y no ofrecer cualquier animal. De esto se concluyó que el sacrificio de Jesús es una ofrenda perfecta para Dios, hombre sano y sin mancha.
Como creyentes nos referimos a la Virgen como nuestra madre. Algunos la llaman “esposa de Dios”. En el deseo de Dios de encarnar el verbo divino, dotarlo de un cuerpo haciéndolo semejante a los hombres en todo menos en el pecado, podemos hacer una distinción de entre el resto de los hombres dado que Jesús nació de una virgen. Sin embargo, este signo nos hace semejantes a el por la fe, ya que nosotros nos referimos a Dios como Padre, a la virgen como madre, sabiendo que esta paternidad la recibimos sin necesidad del acto sexual, haciéndonos semejantes a Jesús en esto; hijos de Dios y de la virgen. De nosotros expresa el evangelio; "pero a todos los que lo recibieron (Jesús) les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su nombre han nacido, no de sangre alguna ni por la ley de la carne, ni por voluntad de hombre, sino que han nacido de Dios" (San Juan 1:12,13). También, Jesús en su crucifixión expresa de su madre y su discípulo; "mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: ahí tienes a tu madre..." (San Juan 19:26,27). Este es quizá el pasaje más usado para referirse a la maternidad de santa María. La virgen en realidad tiene muchísimos hijos, nacidos de la fe.
La conclusión de esta reflexión es que a diferencia del pueblo de Israel, la herencia de la fe cristiana no requiere genealogías, ni descendientes como en el caso de los judíos. Para los hebreos, Rajel (Raquel) es la madre de los judíos, de donde surge el linaje hebreo y la alianza del antiguo testamento. Para los católicos, la maternidad y la paternidad en la nueva alianza dada por Dios no requirió un acto conyugal. Esta alianza se extiende mucho más allá de la raza israelita.   
Santa María es virgen y es madre a la vez, pero si indagamos más, Dios es Padre y es virgen también. Pareciera que Dios nos expreso su santidad y castidad al unirse a la mujer más semejante a Él, y Ella siendo virgen concibió, y el Padre sin necesidad del acto tuvo muchos hijos. De esta forma la familia celeste se expresa, se vive y se reconoce sin consanguíneos, aunque irónicamente fue la sangre de Cristo crucificado lo que nos unió.