jueves, 27 de febrero de 2014

El alma que pecare, esa morirá

            Dentro de las Sagradas Escrituras existe la palabra inspirada, pero también, los autores sagrados escriben bajo su contexto y su percepción, citando en ocasiones costumbres y creencias de la época que poco tienen que ver con el resto de las creencias si se analiza la totalidad de la Escritura. Por eso, es necesario considerar que dentro del antiguo testamento existen distintos periodos de revelación.   
            Una de estas creencias antiguas del pueblo de Israel era que “el pecado acarreaba maldiciones y estas eran transmitidas de los padres a los hijos y a las siguientes generaciones”. Esta creencia puede ser encontrada en los textos de Moisés (los 5 primeros libros de la biblia). Bajo esta creencia, los hebreos afirmaban que la esterilidad era una maldición de los padres y que por ello a tales personas “Dios no levanto descendencia”.
            Siglos después, el profeta Ezequiel entrega a los Israelitas una profundidad que Moisés no pudo entregar. Ezequiel por el Espíritu afirmo: “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:2-4), imputando la inocencia a las futuras generaciones del pecado de sus padres.
            En el mundo moderno, el pensamiento de Ezequiel debe hacer eco más que nunca para liberarnos de prejuicios entre grupos y no transportar la venganza a las nuevas generaciones como si esto fuese un acto de justicia. Ezequiel sostiene la idea que “el individuo que comete injusticia ese culpable”, deslindándolo del pecado de sus ancestros. Cada ser humano nace siendo inocente.
            Actualmente, en nuestro país se promueven discursos de odio para movilizar a las masas, se culpa al clero, al extranjero, al partido ò a la clase social, haciendo uso de la historia se citan injusticias pasadas para ser transportadas al presente, como si los culpables jamás hubiesen muerto. El ideal de Ezequiel es certero: “el culpable deberá pagar por su delito”, “los hijos son inocentes del delito de sus padres”. Es interesante la revelación de Ezequiel si nos apoyamos en ella para la reconciliación, dejando a la historia en los libros. 
            Es importante compartir una anécdota. En la pasada feria del libro, Ignacio Taibo II presento su libro “Yaquis”, donde narra una serie de vivencias e injusticias contra la tribu, perpetradas por caciques Sonorenses bajo el amparo del Presidente Porfirio Díaz. En la presentación, un joven lanzo la pregunta al autor: “¿Usted cree que somos Gobernados por la misma clase de gente, son sus descendientes, podría citar apellidos?”. La respuesta de Taibo II me impresiono, pues tiene fama de revolucionario y contestatario. Ignacio sostuvo: “cuidado, no podemos culpar a los hijos por las injusticias de sus padres, lo que si debemos saber es que, si el padre fue un desgraciado asesino y una de las calles de Sonora lleva su nombre, la historia no puede quedar oculta, la historia debe ser contada para no caer en los mismos errores”.   
            Cada generación que nace, nacerá siendo inocente, pero heredara conflictos ò beneficios. Benedicto XVI afirma que es obligación de cada generación conquistar los principios éticos y morales de su tiempo. Esta afirmación puede liberarnos de muchos temores hacia el futuro, pues, constantemente vemos la degradación sociedad y como bautizados sentimos que perdemos estas batallas. Es nuestro interés luchar para dar en herencia una sociedad con fe, principios y valores. La idea de Benedicto XVI propone que se levanten nuevas generaciones que aboguen y contagien la moral que nosotros no supimos defender.
            Dios no culpara a las nuevas generaciones de nuestras injusticias, “el alma que pecare esa morirá” y aunque la sociedad parezca haberse perdido, confió en que existen santos que un no han nacido. Las futuras generaciones por su inocencia cargan la esperanza, transmitámosles la fe, no los prejuicios, culpable es quien comete delito.