domingo, 13 de junio de 2010

Jesus vino a los suyos‏


Dijo Dios a Israel en la antigua alianza por medio del profeta Isaías: “Me he dejado hallar por los que no preguntaban por mí y me he dejado encontrar por los que no me buscaban. Dije: «Aquí me tienen» a una nación que no invocaba mi nombre. Le he tendido la mano todos los días a un pueblo desobediente (Israel), que seguía un camino que no era bueno, tras sus propios caprichos” (Isaías 65,1). En este anuncio Isaías profetiza que la alianza con Israel llegara a su fin, y que una nación extranjera conocerá al Dios de los hebreos, y Dios la tomara como su pueblo. Esta nación sin territorio es la Iglesia nacida de la nueva alianza que Cristo estableció.

En el primer capitulo del evangelio de San Juan se menciona el rechazo de Israel hacia Jesús con la siguiente frase: “Vino a los suyos, mas los suyos no le recibieron” (San Juan 1,11). Cuando el texto dice: “Vino a los suyos…” claramente entendemos que Cristo vino a Israel. En el tiempo antiguo, el Espíritu de Dios moraba sobre los profetas estando oculto a los ojos del pueblo, pero con Cristo, el Verbo que estaba invisible a los ojos de los hebreos tras la encarnación se volvió visible, tangible. La segunda parte del verso de San Juan dice: “…mas los suyos no le recibieron”.

Todo este preámbulo que he dado lo cito porque tras escuchar por televisión la clausura del año Sacerdotal, las palabras de Benedicto XVI fueron de gran inspiración para mi, pues dijo: "El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio. Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple ‘oficio’, sino un sacramento". "Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra ‘sacerdocio’. Esto es lo que en este año hemos querido de nuevo considerar y comprender. Queríamos despertar la alegría de que Dios esté tan cerca de nosotros y también, así, enseñar de nuevo a los jóvenes que esta vocación, esta comunión de servicio por Dios y con Dios, existe".

Debo decir que cada vez que un Sacerdote consagra el pan y el vino nos permite participar del Cuerpo y la Sangre del Señor en comunión, y lo oculto de Dios por esta acción se hace visible aunque exista quienes duden, pero como analogía debo decir que, en Israel muchos dudaban que Jesús fuese el mecías, también muchos dudan del Cuerpo y la Sangre del Señor (muchos dudan de Dios).

En la antigua alianza el Verbo se encarno volviéndose visible y vino a Israel como estaba profetizado. Para la nueva alianza Cristo vendrá por segunda vez, mas debemos reconocer también que para nosotros como miembros de la Iglesia, lo invisible de Dios se muestra por medio de la realidad del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Jesús en la Eucaristía viene a nosotros de modo tangible, y si viene hay que recibirlo dignamente.