sábado, 10 de abril de 2010

Discusiones que velan la razón


Recuerdo que cuando estaba más joven, comúnmente solía discutir entre amigos sobre temas de política, dado que en mi adolescencia era orgulloso y altanero, solía tomar una actitud de no prestar atención a los argumentos que me interpelaban sino pensaba; “cuando mi compañero termine, refutare todo lo que ha dicho, y demostrare que yo se mas que el, yo tengo la razón”, la discusión se encendía a tal grado que ninguno de nosotros analizábamos lo dicho, caíamos en contradicciones sin saberlo, el sentido de la platica se perdía y no se distinguía el objetivo principal entre tantos discursos, aquello se parecía a una lucha prolongada donde aquel que diera mas argumentos predominaría sobre el otro, obviamente era una platica desgastante, que no nos dejaba nada sino solo rivalidades.

Con el paso de los años mi actitud cambio, y ahora con el evangelio admito que hablar de Dios no es algo fácil pero tampoco digo que sea difícil, a lo que me refiero es que dudo mucho que por medio de argumentos se pueda llegar convencer alguien de que Jesús es verdaderamente Dios ó de que la Iglesia ha sido creada por voluntad del mismo Cristo a pesar de los errores humanos. Recordando rápidamente los evangelios podemos decir que la mayoría de las personas que creyeron en Jesús fueron personas que antes de la Fe, experimentaron un fracaso ó una desesperanza en sus vidas: ¡no fueron personas que buscaran una explicación, sino que deseaban ser sanadas!, en cambio los escribas y fariseos pedían argumentos a Jesús sobre su obra y este respondía con sencillez: “Ya les he dicho quien Soy, crean en las obras que hago” (no hay mas explicación).

Entonces, ¿Cómo difundir el mensaje del Señor en estos tiempos donde hay tanta información y argumentos que refutar?, en primera, creo que no es una labor de convencimiento como un insistente vendedor de seguros, mas bien creo que llevando una vida de comunión, trabajo religioso y constante oración podamos transmitir esa paz que el mundo no tiene, y quien recibe la paz no necesita ningún argumento. En segunda dejar que las personas hablen, lo ejemplifico con el testimonio de un sacerdote: este hombre decía que antes de entrar al seminario trabajaba en una compañía y sin intención sus compañeros acudían a el para contarle sus problemas, esto lo hacían porque nunca los interrumpía, ni juzgaba ó recriminaba, sus comentarios eran para edificar y no para destruir, siempre se mostraba humilde y dispuesto, y solo en ese momento cuando los hombres necesitaban aliento este hombre se convertía en instrumento para que Dios soplara el aliento de vida.

Para terminar, dice el evangelio de Lucas que después de la resurrección, y una vez que los discípulos visitaron el sepulcro para percatarse de que este estaba vacío, caminaron a Emaus pero; “Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos,. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran” (Lucas 24:15,16).

En ocasiones, las discusiones necias y sin sentido velan el entendimiento humano quedando Cristo oculto delante de nuestros ojos. Hablar de Cristo es fácil cuando el pueblo invoca ser purificado y perdonado de sus maldades, pero a la vez, hablar de Jesús es difícil cuando a nadie le interesa ser purificado ó perdonado, aun con esto hay que seguir trabajando.