viernes, 19 de marzo de 2010

Dios como crucificado


¿Cuántos de nosotros hemos escuchado el siguiente pasaje?: Los jefes de los sacerdotes, los jefes de los judíos y los maestros de la Ley también se burlaban de Jesús. Decían: Ha salvado a otros y no es capaz de salvarse a sí mismo! ¡Que baje de la cruz el Rey de Israel y creeremos en él! (San Mateo, 27:41,42).

En esta escena del evangelio Cristo se muestra como incapaz de dar solución a la necesidad primordial de todo ser humano: “vivir”, imagínense ustedes mismos dentro del contexto del texto, Jesús se anunciaba como “la vida” siendo su muerte en la crucifixión una contradicción para aquellos que esperaban una hazaña milagrosa que diera certeza y despejara las dudas de que el salvador de Israel podía salvarse a si mismo y a quien quisiera.

Para la vida moderna, un legado religioso como la catolicidad constantemente es puesto a prueba con interrogantes de aquellos que son pequeños ó débiles en la fe, incluso muchos de nosotros en algún momento de nuestra vida de fe al ver las tragedias de este mundo hicimos la pregunta: ¿Por qué Dios permite que sucedan estas cosas? ¿Por qué Dios permite que mueran injustamente los inocentes?¿Porque los injustos no temen?, considero que el ser humano por esta actitud se asemeja en mucho aquellos fariseos que viendo a Cristo en la cruz agonizante lo cuestionaban y dudaban de su Señorío: “¿No eres tu el salvador del mundo? ¿Por qué si salvas a otros, no te salvas a ti mismo?”, por esta analogía, me niego a pensar que Dios Padre es indiferente a las agonías e injusticias de este mundo, mas bien considero que Dios Padre como Cristo en la cruz es un observador agonizante que respeta el albedrío de toda su creación, esperando con paciencia la muerte natural de todas las cosas para entonces otorgar la resurrección, darles una vida nueva sin calamidades ó dar un castigo eterno.

Ese es el Cristo de la crucifixión y Dios Padre, un Mesías que espera clavado en la cruz con los brazos abiertos presenciando como los cielos se tornan en tinieblas desde el gólgota, que no se deja mover por las exigencias de aquellos que dudan de su poder: ¿Dónde esta la salvación que nos has prometido? ¿Dónde esta el poder santo que libra al inocente? Ese es el Cristo, el Verbo que estaba con Dios y era Dios.

Dice Benedicto XVI en su encíclica “Sobre la esperanza de la Fe Cristiana”: El Dios invisible así mismo se ha dado una imagen: en el Cristo que se ha hecho hombre. En Él, el Crucificado, se lleva al extremo la negación de las falsas imágenes de Dios. Ahora Dios revela su rostro precisamente en la figura del que sufre y comparte la condición del hombre abandonado por Dios, tomándola consigo. Este inocente que sufre se ha convertido en esperanza-certeza: Dios existe, y Dios sabe crear la justicia de un modo que nosotros no somos capaces de concebir y que, sin embargo, podemos intuir en la fe. Sí, existe la resurrección de la carne existe una justicia. La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza.