sábado, 31 de octubre de 2009

Dios me libre de hablar mal del sacerdote

Alguien me dijo alguna vez: “En la biblia dice que quien no ame al sacerdote no puede entrar al reino de los cielos” y recuerdo que le pregunte: “Pero, ¿donde leíste eso?”, a lo que me contesto: “que no sabes que para heredar el reino de Dios necesitas primero amar a tu prójimo como a ti mismo”.

En una de las clases que llevo en el instituto bíblico mi maestra del evangelio de Lucas compartió con nosotros una enseñanza que se llama “en la banca” y agrandes rasgos dice así: habla la gente, “si el sacerdote se tarda mucho en la homilía es porque no se quiere ir, si se tarda poquito es porque no supo qué decir del evangelio, que si es joven dicen que es muy joven, que si es viejo dicen que ya no está en edad, que si es muy alegre es porque no le interesa guardar la figura, que si es muy serio dicen que es demasiado severo, que si se detiene mucho en la confesión es porque le gusta meterse en la vida privada de la gente, que si se tarda poco en la confesión es porque no le interesa, que si llega antes de tiempo para oficiar misa es porque es muy desesperado, que si llega tarde es porque no es considerado con el tiempo de los demás, que si no me puede atender es porque no tiene tiempo para los demás, que si tiene tiempo es porque no tendrá nada que hacer, que si se la pasa orando ¿Por qué no convive con los demás?, que si convive con nosotros ¿a qué hora reza?, que si es nuevo en la parroquia estaba mejor el anterior, que si se va ir de la parroquia ¿Qué habrá hecho para que lo cambiaran?, que si va mucha gente a su iglesia es porque les da por el lado, que si va poquita gente es porque no los motiva y se le van, que si hace larga las misas debería hacerlas cortas, que si las hace cortas es porque ya se canso, y que si un día se nos muere el padre: ¿Quién ocupara su lugar?”

A veces uno se vuelve sumamente duro con los sacerdotes, como si la ordenación sacerdotal invalidara en los hombres las flaquezas humanas, para cualquier persona siempre será más fácil querer ser servido antes que servir, hablando de este modo: “Ellos deberían” en vez de usar: “Yo podría”.

Decía Jesús al pueblo de Israel que no atendió a la predicación de Juan cuando vino y se negó a escuchar el mensaje dado por Jesús, “¿Con quién puedo comparar a los hombres del tiempo presente? Son como niños sentados en la plaza, que se quejan unos de otros: ''Les tocamos la flauta y no han bailado; les cantamos canciones tristes y no han querido llorar.'' Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y dijeron: Está endemoniado. Luego vino el Hijo del Hombre, que come y bebe y dicen: Es un comilón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores. Sin embargo, los hijos de la Sabiduría la reconocen en su manera de actuar” (Lucas 7; 31-35).

Dios me libre de hablar mal de cualquier sacerdote, Dios me libre de hablar mal de cualquier gente y si lo hice me arrepiento.